Diseño de cubierta y diagramación del interior: Pablo Gastón Taborda
Fotografía de cubierta y de solapa: Tomás González
Los editores adhieren al enfoque que sostiene la necesidad de revisar y ajustar el lenguaje para evitar un uso sexista que invisibiliza tanto a las mujeres como a otros géneros. No obstante, a los fines de hacer más amable la lectura, dejan constancia de que, hasta encontrar una forma más satisfactoria, utilizarán el masculino para los plurales y para generalizar profesiones y ocupaciones, así como en todo otro caso que el texto lo requiera.
1˚ edición impresa, junio de 2018
1˚ edición digital, diciembre de 2018
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ISBN edición digital (ePub): 978-987-538-720-1
DEDICO ESTE LIBRO:
A Germano Fontana y a Maximiliano López, cuyas manos hábiles se encontraron, por un momento, y por mediación de una mujer, en la Praia do Forte de la Ilha do Desterro.
A Lucía López y a Daniel Gómez, por el encuentro de las manos artesanas y las manos amorosas en una conversación sobre nuestras elecciones vitales en la que apareció, irremediablemente, la palabra vocación.
ACERCA DEL AUTOR
Jorge Larrosa (Valderrobres, Teruel, 1958) es profesor de Filosofía de la Educación en la Universidad de Barcelona. Ha dictado cursos en diversas universidades europeas y latinoamericanas. Sus escritos, de clara vocación ensayística, se sitúan en un terreno fronterizo entre la filosofía, la literatura y la educación. Ha trabajado con artistas de las artes escénicas y de las artes plásticas, y con todo tipo de mediadores culturales.
Sus libros han sido publicados en España, Brasil, Colombia, México, Venezuela y Francia. Entre ellos destacan: La experiencia de la lectura (1996), Pedagogía Profana (2000), Estudiar/Estudar (2003), Entre las lenguas (2003), Tremores. Escritos sobre experiência (2014), Elogio de la escuela (2017) y Esperando no se sabe qué. Sobre el oficio de profesor (2019). Con Carlos Skliar: Habitantes de Babel. Poéticas y políticas de la diferencia (2001), Entre Pedagogía y literatura (2005), Experiencia y alteridad en educación (2009). Con Inês A. de Castro: Niños atravesando el paisaje. Miradas cinematográficas sobre la infancia (2009). Con Maarten Simons y Jan Masschelein: Jaques Rancière. La educación pública y la domesticación de la democracia (2011). Con Karen C. Rechia: P de profesor (2018).
“Un libro sabio y generoso, como un cofre de tesoros, sobre qué es ser profesor hoy. Una bitácora para adentrarse en la materialidad cotidiana del oficio entendida desde la atención, el cuidado y el deseo de transmitir y renovar un mundo común”.
Inés Dussel
Departamento de Investigaciones Educativas. México.
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PRÓLOGO
Queda al menos:
La honradez de nuestros esfuerzos, el trabajo limpio.
Ludwig Hohl
Trabajo bien hecho significa:
Por fin me resulta totalmente indiferente cómo soy.
Al fin y al cabo, soy.
Peter Handke
En el libro que recoge su último curso en el Collège de France, Roland Barthes dice que no se aburre nunca cuando las personas conversan acerca de su oficio, cualquiera que sea. Dice también que la gente, en lugar de hablar de lo que hace todos los días, suele limitarse a una “conversación general”, y que los intelectuales tienen “ideas” y “posiciones” y les encanta hablar de ellas, pero hablan “como si no tuvieran oficio”. Dice, por último, que lo que pretende abordar en su curso tiene que ver con la experiencia humilde y material del oficio de la escritura, con lo que él llama “lo ínfimo cotidiano” y “el quehacer”, con esas tareas diarias e insignificantes que Barthes, de la mano de Marcel Proust, remite a la artesanía. (1)
Gilles Deleuze inicia uno de sus libros diciendo que: “Tal vez no se pueda plantear la pregunta ‘¿Qué es la filosofía?’ hasta tarde, cuando llega la vejez y la hora de hablar concretamente”. Parece entonces que uno solo puede preguntarse en qué consiste eso que hace cuando ya lo ha hecho, cuando “por fin se puede decir: ¿pero ¿qué era eso, lo que he estado haciendo durante toda mi vida?”. (2)
Y citaré también a Giorgio Agamben cuando dice que “la forma-de-vida no es algo así como un sujeto que preexiste al vivir y le da sustancia y realidad. Por el contrario, se genera viviendo (…), es solo una manera de ser y de vivir”. Y, un poco más adelante, “es en la traza de eso en lo que hemos perdido nuestra vida donde acaso sea posible reencontrar nuestra forma-de-vida”. (3)
* * *
De eso se trata en este libro: de la materialidad de los quehaceres que constituyen el oficio de profesor, de la proximidad de ese oficio con una forma de vida, de la imposibilidad de responder de un modo abstracto a la pregunta por el significado de ser profesor. Aquí se lee, se conversa y se escribe sobre el oficio, pero también se muestra al profesor (que soy) ejerciendo como tal. No solo dándole vueltas a qué es y cómo se hace eso de ser profesor, sino también tratando de elaborar, pública y concretamente, el significado de lo que he estado haciendo toda la vida. La pregunta por el profesor es, para mí, una pregunta tardía, de esas que aparecen al final de una vida dedicada al oficio, y una pregunta a la que, desde luego, ya no podría responder hablando en general. Por eso, el lector que quiera encontrar una idea sobre lo que es o debería ser un profesor se sentirá decepcionado. Pero confío en que los que se dispongan a acompañar pacientemente la crónica de lo que fueron algunos de mis quehaceres durante un curso sobre el oficio encontrarán algunos momentos que les interesen.
* * *
Como se sabe, en español, y también en francés, existe una distinción entre el maestro (de escuela primaria) y el profesor (universitario, pero también de secundaria). Sin embargo, y tal vez por influencia del inglés, se habla, en general, de formación de profesores o de formación del profesorado. En este libro se parte del significado etimológico de escuela como scholè, como tiempo libre, como separación de un espacio-tiempo para el aprendizaje y el estudio (para el aprendizaje como efecto no programado ni programable del estudio), y se dice varias veces que lo que tendríamos desde la educación infantil hasta la universidad serían diferentes tipos de escuela. De ahí que haya optado también por una palabra genérica, por la palabra “profesor” (para evitar las connotaciones iniciáticas que a veces tiene la palabra “maestro”), y lo que habría, desde los estudios primarios hasta los superiores, serían “distintas especies de profesor”.
Ya que estamos en cuestiones de vocabulario, sospecho que tal vez a algunos lectores, lectoras o lectorxs les molestará el uso exclusivo del genérico masculino para nombrar a todas las personas que ejercen el oficio de profesor. Sobre eso diré, y no para disculparme, que la “salud” de la lengua con la que elaboramos lo que somos y lo que nos pasa ha sido una de mis obsesiones como escritor y como profesor. Más de una vez me he puesto a la sombra de ese aforismo de Peter Handke que dice: “Mi partido es el lenguaje: quienes se abren a su moral, esos son los míos”. Este libro