En 1974 se ganó el referéndum solicitado por las organizaciones católicas para derogar la ley que había aprobado el Parlamento. Para que esa consulta no cayese, Roma amaneció con miles de personas que marchaban por sus calles empedradas mientras el movimiento feminista activó por la defensa del divorcio vincular mediante acciones callejeras y nuevas formas de intervención pública, lo cual generó una acumulación de experiencia. Por un lado, provocó la articulación de grupos de mujeres que funcionaban de manera autónoma. Por el otro, después de lograda esta conquista el feminismo se fortaleció de tal manera que se impuso ir por más.
Un año después, la lucha por la legalización del aborto y la liberación de los anticonceptivos se intensificó por una cantidad de factores que incidieron para desplegar acciones con un rumbo estratégico: 1) el crecimiento del movimiento feminista; 2) la victoria del referéndum para el divorcio vincular en 1974; 3) la iniciativa del PR junto con agrupaciones feministas dispuestas a abolir un punto del Código Penal que prohibía la propagación de anticonceptivos y aborto; 4) La sentencia de la Corte Constitucional que ampliaba los casos de aborto terapéutico en caso de necesidad. En fin, todos estos elementos pusieron más en evidencia la necesidad de una ley de aborto. (98)
No obstante, hubo que esperar hasta ese año para obtener la independencia del uso de la anticoncepción; se crearon centros de asesoramiento sobre salud familiar que funcionaban como asambleas de mujeres para discutir sobre la sexualidad y sobre los dispositivos médicos en las pacientes. (99) La presión se hacía evidente en las calles de Roma, Milán, Florencia, con gigantes manifestaciones en las que participaban mujeres llegadas de todas partes del país. El consenso fue creciendo gracias al trabajo cara a cara en los consultorios, en los grupos de reflexión, las volanteadas en los barrios, en las puertas de las fábricas y en las escuelas secundarias. Simultáneamente, dentro del movimiento feminista se profundizaba el debate en torno a determinar cuál sería la estrategia acorde a la coyuntura. Por un lado, convocar a un referéndum. Por el otro, presentar un proyecto de ley sobre despenalización. A favor de la primera medida se encontraban los grupos relacionados con el PR, con un claro recelo hacia los virajes ideológicos que podían presentar los y las legisladoras en el Parlamento. Mientras que a favor de la segunda propuesta se nucleaban las militantes comunistas agrupadas en la Unión de Mujeres Italianas (UDI). Ellas temían perder dicha consulta y además obtener la despenalización sin una debida reglamentación. Pese a las diferentes posiciones, el movimiento feminista en su conjunto se albergó bajo un lema convergente: “Aborto libre para no morir, anticonceptivos para no abortar”. Sin mayores reservas, la Democracia Cristiana y el Movimiento Social Italiano, ambos capitaneados por la iglesia católica, notaban que no todo estaba bajo control. De allí que constituyeran el Movimiento por la Vida, abocado a organizar misas y acciones de repudio contra la avanzada de las mujeres y sus compañeras y compañeros de ruta.
Mientras tanto, el movimiento feminista organizó un programa llamado Soccorso Rosa (Socorro Rosa). ¿En qué consistía este proyecto de jugado color? Asistir a las mujeres de diferentes regiones del país que deseaban realizar un aborto. “Para ello las feministas se lanzaron a practicarlos en domicilios particulares o reuniéndose en oficinas o en sótanos, donde las mujeres recibían ayudan”. Siguiendo el traqueteo de estas ingeniosas activistas italianas, en el artículo anteriormente citado de la revista Persona se hacía referencia a que “se fundaron centenares de consultorios y centros de asesoramiento sobre métodos anticonceptivos mientras allí se realizaban abortos gratuitos”. Estas iniciativas no solo se organizaron en centros urbanos sino también en pequeñas zonas campesinas de Calabria y Sicilia.
El ejemplo se esparció como un reguero de pólvora y una diversidad de luchadoras se congregó alrededor de uno de los motores centrales en la batalla por la conquista de la legalización de dicha práctica como fue el Coordinamento Romano Contraccezione Aborto (CRAC). Fundada por Simonetta Tosi, esta red, constituida por un número importante de médicas, se convirtió en una herramienta imprescindible para convocar a protestas masivas. Asimismo, se volcaron de lleno a llamamientos públicos por la difusión y liberación de los métodos anticonceptivos y por el reclamo de un aborto digno y sin riesgos. Además, realizaban charlas sobre sexualidad, grupos de reflexión, provisión de métodos y hasta habían aprendido a practicar abortos con el método Karman durante los tres primeros meses de embarazo, en momentos trascendentes de controvertida polémica.
También comenzaron a financiar chárters a las clínicas de la ciudad de Londres, para realizar abortos después de los 90 días, debido a que tal recurso había sido despenalizado en 1967. En aquellos años Inglaterra era uno de los pocos países de Europa que tempranamente autorizó la práctica abortiva. Por lo tanto, mujeres de otras nacionalidades, colores y religiones cruzaban a la isla para acceder a esta intervención sin correr riesgo alguno dado que la prestación médica del Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña se caracterizaba por su seguridad y eficiencia. (100)
El 20 de junio de 1976, se convocó a elecciones generales. El movimiento feminista llamó a votar por partidos de izquierda que estuviesen comprometidos con causas emblemáticas que eran sus propios escudos de trincheras, entre ellas: a igual trabajo, igual salario; aborto libre y gratuito, venta libre de anticonceptivos a cargo del seguro social, guarderías y jardines de infantes. Fueron elegidas 80 representantes para el parlamento, ámbito en el que se desarrollaban alianzas entre partidos laicos para conquistar un proceso de secularización del Estado, sin poner en riesgo la estabilidad institucional. Fue en ese ámbito que se lanzó una campaña para reunir firmas con el objetivo de presentar un proyecto de ley para el aborto terapéutico. (101)
A lo largo de estas confrontaciones políticas e ideológicas y de sus experiencias sustanciales, el movimiento feminista italiano, con sus diferentes tendencias, adquirió fuerza y significación para el desarrollo de una teoría como la de Estados Unidos. Así, se caracterizó por ser una corriente sin estructuras centralizadas, radicada de acuerdo con los escenarios regionales, marcados por las diferencias entre el Norte y el Sur, además de contar con una movilización constante que no menguaba. Al año siguiente, las integrantes de la famosa Librería de las Mujeres de Milán abogaron por la conquista de la despenalización del aborto. No así su legalización, ya que para ellas significaba someterse a normas elaboradas por los varones.
En esta dirección, la acreditada teórica Rossana Rosanda afirmó que la legalización implicaba el reconocimiento de una sexualidad femenina sometida. De este modo fue que la mayor parte de los colectivos de Turín y Milán no levantaron la consigna del aborto libre y gratuito, tal como lo demandaba el feminismo de la época, sino que plantearon la divergencia entre despenalizar y legalizar. De acuerdo con esta nueva mirada, los conflictos en la diferencia sexual no debían ser reivindicados mediante el soporte legal que operaba como dispositivo del domino del varón. Por otra parte, planteaban que de nada servía que las normas diesen valor a las mujeres si estas de hecho no lo tenían. Para esta corriente del feminismo de la diferencia, las estructuras sociales, jurídicas, políticas y científicas habían sido desarrolladas históricamente por el pensamiento masculino y pretendían mostrarse como neutras.
El 10 de julio de 1976, un accidente industrial ocurrido en una pequeña planta química generó una nube de gas