Finalmente, Tillich se plantea si es inevitable el conflicto entre ambos o si es posible una síntesis entre ellas. Responde con claridad y rotundamente: “No es inevitable el conflicto entre la teología y la filosofía, pero tampoco es posible una síntesis de ambas”.31 Dado que no hay base común entre teología y filosofía, si el teólogo y el filósofo se combaten, no lo hacen desde una base común, sino desde la base teológica o la base filosófica. Los conflictos, en consecuencia, surgen desde un nivel filosófico o desde un nivel teológico, y no son conflictos entre teología y filosofía. Y así como el teólogo no tiene ningún derecho a pronunciarse a favor de una decisión filosófica, tampoco el filósofo, que vive en la cultura occidental imbuida del cristianismo, puede negar su dependencia de la misma. Esto no significa que se pueda elaborar una síntesis que pueda ser denominada “filosofía cristiana”,32 pese a que en la historia de Occidente se hayan dado algunas “síntesis”, como la que ya mencionamos del sistema aristotélico-tomista o el neotomismo.
Pese a la claridad expositiva de Tillich, hay algunos aspectos cuestionables. La “preocupación última” y el “nuevo ser” representan nomenclaturas propias del lenguaje filosófico y teológico de Tillich, y no necesariamente pertenecen a una teología universalmente desarrollada. Asimismo, hay cierta contradicción en el planteo de Tillich, ya que, por un lado, dice que el filósofo se ocupa del logos universal, mientras que al teólogo le interesa el logos encarnado; pero luego, por otro lado, al referirse a los puntos de convergencia, afirma que la teología está al servicio tanto del logos universal como del logos concreto. Por otra parte, al moverse en ambos campos del conocimiento y la investigación, Tillich ha podido dejar su impronta en colegas de la Escuela de Frankfurt, particularmente en Theodor Adorno, de quien fue su director de tesis de habilitación, y en Max Horkheimer, quien, de sus ensayos dedicados a la teoría crítica y la religión, dedica dos de ellos a analizar y ponderar la huella de la teología dejada por Tillich.33
Wolfhart Pannenberg (1928–2014) fue uno de los más importantes teólogos sistemáticos. Perteneció a la Iglesia luterana y fue profesor en la Universidad de Múnich. Su obra está concebida deliberadamente como una “teología sistemática”, empresa y modalidad que defiendió epistemológicamente. En efecto, en su libro dedicado al tema: Teoría de la ciencia y teología, refiriéndose a la cientificidad de la teología, dice:
En la teología, la totalidad de sentido de la realidad experimentada […] se tematiza desde el punto de vista de la unidad que la unifica, la realidad de Dios, tal como la conciencia de la misma ha aparecido en la historia de las experiencias religiosas. En cuanto que la experiencia religiosa, que es materia de la teología, es histórica, la teología está relacionada no sólo con la filosofía sino también con la ciencia histórica […]34
Más adelante, explica que la construcción de la teología es autónoma en relación con los datos históricos en que se fundamenta, ya que su objeto no es la historia sino la realidad de Dios. “En este aspecto, la teología coincide con el problema filosófico de la realidad en general y tiene que regirse, por tanto, con los criterios por los que se juzgan los enunciados filosóficos”.35 La teología y la filosofía, entonces, coinciden en que ambas tienen una perspectiva de totalidad, y sus enunciados deben regirse por los mismos criterios. Ahora bien, como la percepción de la realidad de Dios no tiene un acceso directo, sino que es mediada por la experiencia, junto con toda experiencia concreta, se dan siempre hipótesis sobre la realidad en general, lo que hace necesario que la conciencia crítica los ilumine. Allí Pannenberg define su vinculación con dos filosofías: el idealismo alemán y la teoría crítica. Dice:
Por esta razón, una sistemática de los niveles de la experiencia sería el presupuesto indispensable de una sistemática de las ciencias, como la elaboró la filosofía más reciente en su forma clásica, el idealismo alemán, y como últimamente lo ha desarrollado a su modo la teoría crítica.36
El método de la filosofía no es sólo el análisis, sino también la síntesis. Pannenberg ilustra este principio apelando a Hegel, para quien la síntesis era “la intuición especulativa que completa y trasciende la reflexión”.37 La filosofía también construye hipótesis que se basan en modelos filosóficos precedentes. A partir de estos datos, Pannenberg relaciona la filosofía con la teología, al decir:
Los enunciados teológicos, como los filosóficos, son hipótesis sobre la totalidad de sentido de la experiencia; pero hipótesis construidas, en primer lugar, desde el punto de vista de la realidad que en última instancia determina todo lo dado en su totalidad aún inacabada, y, en segundo lugar, desde el aspecto de cómo se ha manifestado esta realidad divina en la conciencia religiosa.38
Las hipótesis no sólo deben ser construidas desde la perspectiva de la realidad como un todo, sino que también deben satisfacer el criterio histórico, entendiendo por ello la apelación a la historia de cómo se formaron esas teorías teológicas y el estadio que han alcanzado. Pannenberg se refiere específicamente a los conceptos de las teorías teológicas que nunca se derivan directamente de los datos bíblicos, sino que “le deben siempre su formulación al estadio que en cada caso haya alcanzado la teorización teológica”.39
A modo de resumen provisorio, las vinculaciones y semejanzas entre filosofía y teología están dadas en los siguientes temas comunes:
* Ambas contemplan la realidad como un todo.
* Ambas elaboran hipótesis que están basadas en modelos precedentes.
* Ambas apelan a la historia y al estadio al que han llegado hasta el momento.
* Ambas conceptualizan, es decir, elaboran conceptos interpretativos de esa realidad a la que se abocan.
* Ambas disciplinas usan la razón para elaborar y analizar los conceptos.40
Para Pannenberg, tanto la filosofía como la teología son “sistemas de sentido” que tratan de interpretar coherentemente la realidad. La búsqueda de coherencia es desatacada por Stanley Grenz cuando afirma que “la naturaleza básica de la teología sistemática como una coherente presentación de un modelo del mundo, la humanidad y la historia está fundada en Dios, que demuestra la realidad de Dios y la verdad de la doctrina cristiana”.41 Es por eso que en el prólogo de su Teología sistemática, el propio Pannenberg aclara su propósito de exponer la doctrina cristiana como una específica interpretación de la relación de la teología a la filosofía:
Sin embargo, debo advertir contra toda tendencia de vincular esta presentación con cualquier particular sistema filosófico, aun el propio. En mi punto de vista la primera tarea de una teología filosófica es fijar su punto de partida intelectual en la revelación histórica de Dios.42
En otras palabras, Pannenberg encara el proyecto de elaborar una “teología filosófica” que, como tal, no solo sea reflexiva, sino que, sobre todo, fije como punto de partida la revelación en la historia, eje central de su empresa. En efecto, la obra en la que Pannenberg inicia su proyecto, junto a otros teólogos, se titula: Revelation as History, planteando que la historia es el escenario del despliegue de la revelación de Dios no a un grupo humano en particular,