TU PODER ES SABER QUE TIENES EL PODER.
El empoderamiento no es más que el proceso de aumentar tu capacidad para tomar decisiones, de transformar esas elecciones en acciones y esas acciones en los resultados que deseas. En pocas palabras, convertir los «no puedo» en «sí puedo hacerlo» con propósito y motivación.
En este libro te compartiré, una a una, cuáles son esas fuentes de poder que te ayudarán a liberar tu magia y a empoderarte para crear esa forma de fluir poderosa frente a todos los retos que te encuentres en el camino. Que tengas la convicción que para poder llegar a donde quieres tienes que crear tu propio camino, creer en él y estar segura que te llevará a donde necesitas.
Te guiaré en el uso de técnicas, ejercicios y herramientas que te permitirán trabajar de forma enfocada y eficiente, integrando todos tus roles pero, sobre todo, a sentirte plena, realizada y poderosa.
El libro se divide en tres partes; al finalizar la primera parte, encontrarás una sección entera de frases que te servirán como inspiración y motivación cuando más lo necesites. Mi meta con este libro no solo es ayudarte a conectar con tus fuentes de poder, sino que también convertirlo en tu aliado y facilitador en el logro de tus metas, que puedas recurrir a él y a los mensajes que tiene para que obtengas una fuente de empoderamiento de manera que tu vida esté llena de «sí puedo» que se convertirán en «lo logré».
¿Estás lista?
«Si crees en ti y confías en tu brillo serás imparable».
«Tu mayor fuente de poder es la claridad: saber quién eres, qué quieres y qué necesitas hacer para lograrlo»
FUENTE DE PODER N.° 1: CONOCERTE
«A menudo las personas intentan vivir sus vidas al revés: intentan tener más cosas, o más dinero, para hacer más de lo que quieren para que sean más felices. La forma en que funciona realmente es a la inversa. Primero debes ser quien realmente eres, luego hacer lo que debes hacer para tener lo que quieres».
- v Young
CONOCERTE: LO MÁS GRANDE QUE PUEDES HACER POR TI
Cuando le pidieron al gran al filósofo griego Sócrates que resumiera todos los mandamientos filosóficos que había estudiado y desarrollado en muchos años, su respuesta fue: «Conócete a ti mismo». Esas cuatro palabras me han perseguido durante muchos años. Cada vez que escuchaba la palabra «autenticidad» o me preguntaban cuáles eran mis fortalezas, literalmente sentía que me dolía el estómago y que mi corazón se apretaba. Me generaba una ansiedad horrible escucharla simplemente porque la respuesta era la misma una y otra vez: nada. No podía responder y el no poder hacerlo me descomponía, porque me sentía perdida, sin rumbo y eso me hacía dudar de mi valor (¡ay!).
Hice lo que biológicamente mi cuerpo está diseñado para responder frente al dolor o la incomodidad: huir.
Me convertí en una experta en silenciar esa voz que me decía que tenía que conocerme, la voz que me decía que no estaba siendo fiel a mí misma, que tenía que hacer algo para dejar de sentirme así, que me enfrentara a esas preguntas de nuevo hasta encontrar una respuesta.
Desde que era niña, recuerdo que mi mayor deseo en la vida era complacer y gustarle a todo el mundo, que me aplaudieran, ser la mejor en todo lo que hacía, ser aceptada. Eso, por supuesto, significaba que constantemente estaba tratando de encajar en los gustos y patrones de mi entorno para poder recibir esa aceptación.
En esa búsqueda de aceptación me perdí yo, me alejé kilómetros y kilómetros de mí, dejé de ser quien realmente era para gustarle a los demás. Eso me creó una aversión al rechazo y me alejó de tomar decisiones por y para mí, pues mis decisiones se basaban en lo que era «correcto», o en lo que hacía «todo el mundo».
Por supuesto, esa forma de vivir no era sostenible. Esa Karina autoencarcelada tenía que manifestarse de alguna manera, por eso, tenía explosiones emocionales que hicieron que mi adolescencia fuera difícil, traducidos en actos de rebeldía como rasparme el pelo cuando estaba el cuarto año del colegio, hacerme mi primer tatuaje a los diecisiete años, irme de viaje sin permiso de mis padres, pelear constantemente y vivir la vida como si no hubiera un mañana.
Eran todos gritos de desesperación por poner en manos de los demás mis decisiones y mi poder.
Para agregarle otro ingrediente peligroso a esa fórmula, soy fuerte, terca y perseverante como un tractor, una vez tomo una decisión y me propongo algo lo tengo terminar así deje la piel y el alma en el intento. Eso hizo que de verdad me metiera bien en mi papel, me creía completamente ese cuento o historia que me estaba contando, aunque no fuera mía y esta me llevó a tomar decisiones como estudiar ingeniería en lugar de psicología —que era lo que realmente quería—, porque «los ingenieros son más exitosos».
Me gradué de Ingeniería Industrial en una de las mejores universidades de mi país, Venezuela. Por supuesto, mi carrera me costó lágrimas y sangre. Imagínate estudiar algo que no te gusta y además algo en lo que no eres buena: cálculo, geometría descriptiva, mecánica de fluidos, ingeniería química. ¡Dios mío! Aún tengo pesadillas en las que estoy en la universidad en un examen y siento el terror de reprobar porque no sé nada (sí es en serio, puedes reírte si quieres, yo lo hago).
Durante todo este tiempo, me di cuenta de que siempre tuve señales por todos lados, algunas más intensas como reprobar una materia tres veces, otras más tenues como despertarme y no querer ir a clases, pero nunca las escuché (recuerda que te dije que me convertí en experta en silenciar mi propia voz).
Así, pasaron muchos años tomando gran parte de mis decisiones sin ponerme a mí en primer lugar. Fue hasta que empecé a escucharme más que aprendí y pude comenzar a soltar poco a poco el enorme peso que significaba no ser yo misma y no saber quién era. Comencé a soltar, piedra por piedra, ese peso que llevaba en mi mochila de piedras que llevo a cuestas.
¿QUÉ ES TU MOCHILA DE PIEDRAS?
Todas, absolutamente todas, llevamos una mochila llena de piedras. Algunas son más livianas, otras más pesadas, pero todas la tenemos.
Las piedras de las que está llena tu mochila son todas aquellas creencias y experiencias de tu pasado que te moldearon desde niña y dieron forma a cómo percibes tu vida hoy por lo que te están limitando en tu evolución y crecimiento, y marcan el ritmo del andar de tu camino.
Es tu decisión y responsabilidad identificarlas, tomarlas y soltarlas conscientemente para poder avanzar.
Hay personas que ocultan sus piedras en carteras hermosas y costosas como si esto las hiciera menos pesadas, pero no, el peso solo crecerá con el tiempo, no importa cuánto esfuerzo pongas en ocultarlas o ignóralas. No importa cómo las cubras, esas piedras que cargas únicamente hacen que tu camino y crecimiento sean más lentos.
TE PREGUNTO: ¿SABES QUÉ HAY EN TU MOCHILA DE PIEDRAS? ¿QUÉ NECESITAS SOLTAR PARA QUE TU CAMINO HOY SEA MÁS LIVIANO Y FLUYAS MEJOR?
Esto es, sin duda, una parte importante de nuestro proceso de autoconocimiento. Mi mochila de piedras, en mi vida adulta, se convirtió en el mayor freno en mi camino.
«Vivir sin conocerte es como ir en un carro con el freno de mano todo el camino: irá forzado, lento y probablemente algo se fundirá».
Te cuento todo esto para decirte que Sócrates tenía toda la razón. Eres quien eres; cuanto antes y mejor te conozcas, te aceptes, vivas y diseñes