Alfredo estuvo en coma unas semanas, la ciencia, los médicos y hasta nosotros no sabíamos cómo llegó a este estado tan crítico. Se nos estaba perdiendo {la speranza}, pero ocurrió el milagro. ¿Sabés cuál es? El de tu amor, el de tus cartas, un día fui a buscar unos documentos y las encontré perfectamente ordenadas por fechas. Esa noche me quedé a cuidarlo, puse a su cantante preferido Franco Simone y empecé a leer la primera, la segunda y cuando iba por la tercera; movió la mano derecha, con la izquierda apretó la mía, abrió los ojos y pronunció tu nombre. Lo abracé y lloré de alegría. Al otro día, ya más recuperado, le ofrecí contactarme con vos por teléfono, pero él insistió en no romper el pacto que tienen, así que dictó estas palabras:
Malena {amore della mia vita}, no sé por qué estuve durmiendo tantos días, lo único que recuerdo es que leía una carta tuya.
Dios me está dando una segunda oportunidad de vivir, deseo y quiero compartirla a tu lado. Sé que me extrañás y esperás ansiosa estas líneas. Con Nicola calculamos que en el lapso en que llegue esta carta más el tiempo de viaje que tenés voy a estar mejor; así prometieron los médicos. Quiero esperarte de pie para poder abrazarte y besarte como lo soñé desde que recibí la primer carta {ti amo, ti amo, ti amo}.
Semanas después todas las medias noches bailaban este tema que dice así:
Lo vorrei, che il mio viaggio di gran vagabondo finisse con te, e per noi, diventasse respiro quell esserci amati annullati divisi rincorsi annagati…
Yo querré que en mi viaje de gran vagabundo fueses el fin y así, convertir en respiro los mismos momentos anhelados y ansiados de unir nuestros cuerpos…
FIN
Padre e hijo
Ese soy yo. Salgo para allá.
—¿Está vivo? En diez minutos llego. Vengo a ver a mi hijo. Lo trajeron acá.
—Sí, está vivo. No sé más.
—Quiero hablar con el jefe de guardia. Estoy tranquilo, quiero verlo por favor.
—Buenas noches.
—Buenas noches, gracias por atenderme. ¿Cuánto tiempo de vida le queda? Sea sincero. Quiero la verdad. Sé que van a hacer todo lo posible. ¿¡Horas nada más!? ¡No, no, no! ¿¡Por qué, doctor!? ¿Por qué? ¿Cuántas horas? ¡No!
—No más de doce. Voy a ser fuerte.
—Sí, yo me encargo de avisar a la familia. Un último favor; lléveme con él.
¡No! ¡La puta madre que te parió, mirá cómo quedaste! ¿Qué voy a hacer con vos? ¿Por qué nunca me escuchás? ¡Te dije que no salgas con lluvia, te lo dije mil veces, hijito! ¡Mil veces! ¿Y el amigo?
—Este es.
—¡Mirá, la concha de la lora! Está hecho mierda también.
¿Que no voy a llorar, doctor? Sáquele los tubos que lo que quiero abrazar. ¡No me voy a calmar, no me voy a calmar! Ya está, ya está. ¿Dónde firmo? En un rato vuelvo.
—¿Hola, Edith? Están acá, sí; los dos. En el hospital Central. Tu hijo está desfigurado, lo van a operar en treinta minutos. No llevaban casco, no sé más. ¡No le hagas caso al noticiero! ¡Basta, cortá! Llamá al remís y vení ya.
—¿Marcela? Sí, soy yo. Te pido algo; armá un bolso con ropa para vos. Te necesito. Una vez nada más. Tenés que cuidar a tu hijo. Está internado… sí, es el de las noticias. Dale, te espero… no llames a nadie... ¡A vos te necesito, a nadie más! Tenemos que estar juntos. ¡Sos la madre! No seas tan hija de puta, ¿por qué? ¡Te tengo lástima! No hablemos más.
—¡Hola! ¿Te arrepentiste?... Sí, te voy a pagar el viaje y la comida. No me importa la plata. ¡Una vez hacé de madre! Vení y disimulalo, no sé cuánto tiempo va a estar con vida. Aprovechá, pagá tus errores… Acaricialo, tomalo de la mano. ¿Sabés cuántas veces preguntó por vos cuando íbamos al colegio? No llores ahora. No llores, solamente vení… ¿Que cómo estoy? Sabés lo que va a pasar. No pienso estar sin él, por eso tenés que estar. ¡Una vez en tu vida ocupate de nosotros! ¡Basta! No te quiero escuchar más. ¡Cortá, carajo! ¡Cortá! Voy a entrar a la capilla.
“Me arrodillo, Señor, y le pido perdón por lo que voy a hacer. Amén”.
Veinte besos
Miércoles, la noche más romántica y sexual de la semana. Dos por uno en tragos a parejas que se besen del primer al último coctel, hoy la grilla sugiere: Sex on the beach, Cosmopolitan, Orgasmo, Kir Royal, licores flameados con mucho calor, y postres con chocolate francés.
El disc jockey es experto en música cursi, así que los mejores lentos de todas las épocas suenan en el ambiente, las parejas no tardan mucho en acariciarse, susurrarse al ritmo de George Michael, Michael Bolton, Air Supply, Lionel Richie. Hay parejas de todas las edades: sesentones, cuarentones que son los más apasionados, los de treinta o veinte también, pero los más grandes dan espectáculo besándose.
En el medio puede haber algún grupito de tres o cuatro amigos, pero nunca nadie solo. Este miércoles estaba a pleno, faltaban sentarse las butacas exclusivas del besador profesional. No había mujer en Buenos Aires que no haya pasado por su boca; un experto de aquellos.
Este miércoles increíblemente llegó serio y con cara de pánico, pidió Manhattan: coctel rudo, fuerte, apagador de nervios. El barman se sorprende, prepara su pedido, lo entrega y pregunta.
—Profesional, ¿qué está pasando? ¿Hay algo de lo que no me enteré? Los últimos miércoles no viniste y los demás días te vi apagado, vos no podés estar así, amigo.
El profesional, tomando el último sorbo, contesta:
—Es que conocí a una piba por los pasillos del edificio de tribunales que me voló la cabeza; es bella por todos los ángulos, inteligente, parece frágil, pero es muy fuerte. La invité a salir un montón de veces y siempre un no u otro día. Ya sabés cómo soy, seguí insistiendo hasta que aceptó, hace dos semanas cenamos por primera vez, la charla fue agradable, sencilla. No me atreví a nada más que hablar y contar chistes. ¿Sabés? Ella también contó algunos bien verdes, cómo nos reímos. Cuando terminamos la quise llevar en la moto, no quiso; se tomó un taxi y me despidió con un apretón de manos.
La semana pasada ella me citó en un restaurante de comida italiana: mi preferida. Al final de la cena nos mandan una botella de espumante prosecco italiano, con cuatro copas para brindar, ¿sabés quiénes eran?
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