Alan se encogió de hombros con aire despreocupado. —¿Todavía estoy invitado?
—Por supuesto.
Las besó a ambas —primero a Kate en los labios y luego a Michelle en la frente, antes de poner un pie adentro. El corazón de Kate se enterneció con él. En primer lugar, se veía tan apuesto como siempre. Se había vestido elegantemente para su cita, pero no en demasía. Siempre lograba vestirse de una manera con la que podía encajar en un cóctel en la playa o en un restaurante de tres estrellas.
—¿Crees que van a estar bien? —preguntó Alan.
—Lo creo. Pienso que la preocupación por la salud de Michelle sacudió a Terry más de lo que él cree. Está comenzado a afectarlo y pienso que ello podría estar incidiendo en su matrimonio.
—Qué duro —dijo Alan. Abrió sus manos en dirección a Michelle y ella de inmediato estiró los brazos hacia él. Al acercarla hasta él y ella darle una manotada en la mejilla, Alan contempló a Kate con algo que no llegaba a ser preocupación, pero se le acercaba.
—¿Ni siquiera llamó? —preguntó.
—Lo intentó y… diablos. Todavía se me olvida que lo tengo silenciado. Fui al dentista para una revisión.
Sacó el teléfono de su cartera y activó de nuevo el sonido. Vio de inmediato que Melissa de hecho había intentado llamarla hacía una hora y veinte minutos.
—Bueno, ya sabes, podemos tener nuestra cita aquí —dijo—. Podemos pedir comida tailandesa y ver una película. Y la parte final de todo podría ser la misma.
Kate asintió y sonrió, pero su atención estaba todavía en su teléfono. Había perdido otra llamada. Y quien había llamado desde ese número lo había intentado dos veces, dejando al final un mensaje.
Era una llamada de Washington, del Director Durán.
—¿Kate?
Ella parpadeó y apartó la vista del teléfono. Odiaba sentirse como si la hubieran atrapado haciendo algo malo.
—¿Estás bien?
—Sí. Es que… también llamaron del trabajo. Hace como tres horas.
—Regresa la llamada, entonces —dijo Alan. Simulaba bailar con Michelle y aunque mostraba un rostro feliz, Kate sentía la irritación que corría por debajo. Pero ella también sabía que él la presionaría aún más para que hiciera la llamada si ella se rehusaba.
—Un segundo —dijo, caminando hasta la cocina y devolviendo la llamada a Durán.
El teléfono sonó sólo dos veces antes de que respondieran. Inclusive en algo tan simple como —hola— Durán sonaba molesto.
—Kate, por fin. ¿Dónde has estado?
—Mi teléfono estaba en silencio. Lo siento. ¿Todo está bien?
—Bueno, cuando no respondiste la última vez, comencé a trepar por las paredes.
—¿Por qué?
—Hay un caso en Illinois; dos asesinatos que parecen relacionados pero no hay una conexión directa. Ha desconcertado a la policía local, y la oficina de campo de Chicago señaló que estabas familiarizada con el área… el caso Fielding que resolviste en 2002. Dijeron que estarían encantados de asignar a sus propios agentes, pero preguntaron si tú preferirías tomarlo. Están en cierto medida emocionados ante la idea de tenerte allí de regreso.
—¿Cuándo?
—Me gustaría que tomaras un avión esta noche. Y que tú y DeMarco estuvieran allá en la mañana.
—¿Cuáles son los detalles?
—Puedo enviarte lo que tengo, pero todavía está llegando material. Reportes policiales, criminología, todo eso. ¿Puedo contar contigo?
Kate miró hacia Alan, bailando todavía con Michelle, que le daba palmaditas en la nariz y en la boca mientras él le cantaba una canción de Bob Dylan. Si tomaba el caso, tendría que llamar a Melissa y decirle que no podría quedarse con Michelle. No esta noche. Y también tendría que cancelar los planes con Alan.
—¿Qué pasa si no puedo? —preguntó a Durán.
—Se lo paso entonces a la oficina de campo en Chicago. Pero realmente creo que eres la indicada para esto. Todo lo que necesito que hagas es encontrar algunas pistas y ponerlas en circulación. Después, los agentes locales pueden seguir con eso.
—¿Me dejas pensarlo?
—Kate, necesito saberlo ahora. Tengo que hacerle saber a la policía local y a la oficina de campo qué está pasando.
En su corazón, sabía que quería hacerlo. Quería tomarlo. Estaba loca por tomarlo. Y si eso la hacía una egoísta, entonces… entonces, ¿qué? Había una enorme diferencia entre poner a su familia primero y negarse a sí misma las oportunidades y la posibilidad de vivir su propia vida. Sabía que si rechazaba esta oportunidad solo porque en el último minuto se había hecho cargo de cuidar a Michelle por Melissa, se sentiría molesta con ambas. Dolía admitirlo, pero esa era la descarnada y honesta verdad.
—Okey, sí, cuenta conmigo. ¿Tenemos ya la información del vuelo?
—DeMarco se está encargando de todo eso —dijo Durán—. Te estará contactando en un rato.
Kate finalizó la llamada con sus ojos dirigiéndose de nuevo hacia Alan y Michelle. La tensa expresión en el rostro de Alan le decía que él había escuchado la conversación.
—¿Cuándo te vas? —preguntó.
—No sé. DeMarco está a cargo del itinerario. Esta noche. Alan… Lo siento.
Él no dijo nada, mirando a otro lado mientras se sentaba en el sofá con Michelle. —Es como es —dijo finalmente—, y no me siento tan mal... todavía tengo una excitante cita.
—No seas tonto, Alan. Llamaré a Melissa y le explicaré las cosas.
—No. Si ellos necesitan un respiro, dejemos que lo tengan. Como quizás sepas, soy totalmente capaz de velar por esta pequeña.
—Alan, ¡yo no podría pedirte que hagas eso!
—Y nunca lo harías. Por eso es que me estoy ofreciendo.
Kate se acercó al sofá y se sentó junto a él. Descansó la cabeza en su hombro. —¿Sabes lo increíble que eres?
Él se encogió de hombros. —¿Lo sabes tú?
—¿Qué quieres decir? —preguntó, detectando cierto resentimiento en su tono.
—Me refiero a lo que tengo contigo y tu trabajo. Se suponía que sería algo muy de vez en cuando, ¿correcto? Y honestamente, para ser justo, lo ha sido. Pero cuando viene, viene. Entonces quieren que dejes todo y corras a su llamado.
—Es parte del trabajo.
—Un trabajo del que te retiraste hace como dos años. ¿Realmente lo extrañas tanto?
—Alan… eso no es justo.
—Quizás. No pretenderé saber qué clase de atracción ejerce ese trabajo sobre ti. Pero estoy del lado de Melissa y Michelle. Es sólo que es mucho más lo que voy a tener que soportar con esto.
—Si te sientes así, no tomaré este. Llamaré a Durán y...
—No. Tú necesitas tomarlo. No quiero que la tomes conmigo o con tu hija si lo dejas pasar. Así que anda. Tómalo. Pero viniendo de alguien que se está rápidamente enamorando de ti, siento que debería decirte que necesitas sostener varias y serias conversaciones cuando regreses. Conmigo, con tu hija, y quizás contigo misma.
La primera reacción de Kate fue de enojo y resentimiento.