Así que sí, que existen los demonios, pero libradme de los monstruos de carne y hueso del día a día, que de los malignos o divinos ya me libraré yo.
Bienvenidos al lado oscuro
Desde su aparición, en la década de los años cincuenta, el rock’n’roll está relacionado con el ocultismo, término que abarca rituales paganos, mitología egipcia y brujería, hasta la adoración del Diablo. Mientras que algunos artistas y bandas profundizaron en los estudios de lo oculto, otros se subieron al carro para crear polémica y vender más discos. Sin embargo desde el inicio de su andadura ha tenido una fuerte oposición del sector más moralista y radical del cristianismo, que lo ha señalado como foco de todos los males morales de nuestra sociedad.
La derecha cristiana ha sido y es un componente poderoso, política y socialmente, influyendo en la política cultural de los estados, siempre en nombre de los valores familiares, pero escondiendo un tremendo deseo de seguir manteniendo su supremacía ante cualquier tipo de libertad de culto. Por eso desde sus inicios el rock se ha visto vigilado, acosado y atacado por los fundamentalistas religiosos, acompañados en su cruzada por las fuerzas de la derecha política, conservadora e inmovilista.
Igual que las brujas fueron señaladas, perseguidas y se quemaron en hogueras de la Europa del siglo xv, la cristiandad ha perseguido durante el siglo pasado cualquier apertura no estipulada como episcopal, topando de lleno con la cultura, desde cuentos infantiles, relatos de adultos, juegos de mesa, cine, televisión, Internet y la música. Cualquier expresión que hiciera referencia a la astrología, la New Age, el paganismo y sus tradiciones ancestrales, el esoterismo, ocultismo o el propio Diablo, era estigmatizada inmediatamente y se mostraba al conjunto de la sociedad como eje del mal. Daba igual que fuera el tablero de ouija, los libros de Harry Potter, las películas de la saga El Señor de los Anillos o la música de Black Sabbath o Marilyn Manson. Inmediatamente se provocaba una sensación de miedo colectiva que demandaba una reacción en forma de ataque judicial, político y moral.
Como veremos en el libro, en cada ocasión que aparece un elemento distorsionador de la hegemonía eclesiástica, se produce una respuesta ataque que lo condena por satanista, hereje o inmoral. Utilizando la represión en los viejos campos de algodón, prohibiendo la libertad de culto entre los esclavos llegados de África o lanzando mentiras y distorsionando la verdad para suprimir la explosión de júbilo que el rock’n’roll trajo en los cincuenta.
Con la proliferación de creencias paganas de los sesenta, donde la magia y el ocultismo se abrió paso entre la experimentación sicotrópica, atacando y cuestionando la cosmovisión cristiana establecida, llegaron las prohibiciones y la persecución de los líderes del movimiento, muchos de ellos devorados por las drogas y la presión. No escaparon las grandes estrellas, desde The Beatles o The Rolling Stones a Led Zeppelin, pero en los setenta se les escapó el libre albedrío de las manos, y la creación de la primera religión netamente satánica les estalló en la cara.
El rechazo más rotundo a la ciencia vino acompañado de un acercamiento del cristianismo hacia postulados más fundamentalistas y conservadores, que se entrelazó en más ocasiones de lo que la prudencia aconsejaba, con movimientos de extrema derecha, castigando a los que levantaban la voz contra la política belicista o reivindicaban los derechos civiles.
Los ochenta destapan una nueva era del culto a Satán que nos acompañará hasta nuestros días, elevándose el nivel del combate entre la religión y el rock. Por un lado el cristianismo fundamentalista y la derecha política crecieron como respuesta al ataque del Diablo, y a la sombra de Ronald Reagan inician otra cacería indiscriminada, aunque el efecto llamada es imparable y el atractivo de Satanás acaba por embaucar a millones de fans que ven en el heavy metal su válvula de escape.
Este libro no es un tratado sobre satanismo, aunque hablaremos de la adoración a Satán, pero nos muestra perfectamente la lucha entre la música rock y la religión cristiana. No somos nosotros los encargados de abrazar postulados de uno u otro lado, tan sólo dar a conocer los hechos que desgraciadamente se siguen repitiendo una y otra vez.
El pasado 29 de noviembre se celebró en la Facultad de Filología de la Complutense de Madrid un seminario organizado por Satanistas de España y Jóvenes Investigadores en Ciencias de las Religiones, bajo el título de La Experiencia Satánica. Las asociaciones cristianas y de ultraderecha convocaron rezos delante de la entrada, se volcaron mentiras como las expuestas por el Sindicato Español Universitario: «Ante las jornadas satanistas convocadas hoy en la UCM donde se promueven violaciones y conductas pedófilas con complicidad del rectorado, el estudiantado sin complejos ha respondido, consiguiendo su paralización».
Parece que en el nuevo siglo la cosa no ha cambiado. ¡Bienvenidos al lado oscuro del rock!
I. Brujería, ocultismo, superstición & blues
El blues es, según todos los expertos, el principio de todo, la madre de todas las músicas modernas y mal vamos, si de entrada, es un género dominado por la brujería, el ocultismo, las creencias paganas y todo tipo de supersticiones. La sociedad occidental y decentemente católica apostólica ha dejado entrar al señor oscuro.
Es aquí donde comienza nuestro viaje al lado oscuro, arremangándonos y sumergiendo la cuchara en el gran caldero del gumbo, para remover todos los ingredientes y conseguir que la ocra se entremezcle perfectamente con el roux de Luisiana, mientras que nos centramos en otros menesteres.
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El origen del vudú de Nueva Orleans
Cuando en agosto de 1619 el barco corsario inglés White Lion desembarcó a los primeros veinte esclavos africanos en el puerto de Jamestown, en la colonia británica de Virginia, comenzó uno de los periodos más oscuros y trágicos de la historia de los actuales Estados Unidos. Una historia que aposenta su crecimiento económico con la esclavitud de millones de personas de color, tratadas como animales de carga, esquilmando todos sus derechos y libertades durante varios siglos. Con la pérdida de libertades fueron prohibidas sus creencias espirituales y mágicas, que si bien es cierto que fueron diezmadas, jamás consiguieron erradicarlas.
La expansión del vodun
Una de las principales creencias paganas que se importaron de África fue el vodun, originario de las Fon People del antiguo reino de Dahomey, actualmente Benin. Entre 1739 y 1931, la mayoría de esclavos fon fueron desembarcados en la colonia francesa de Luisiana, concretamente en el puerto de Nueva Orleans.
Vodu significa «espíritu» en el idioma fon y se trata de una deidad semejante a un dios o Gran Espíritu, representado por una gigantesca serpiente blanca llamada Dan que sostiene el Universo. La represión religiosa comenzó en las colonias francesas y españolas del Caribe, donde se les prohibió bajo pena de muerte la práctica de toda cultura pagana, por lo que los esclavos adaptaron sus creencias ancestrales con las nuevas impuestas por el catolicismo, pero sin perder su fe. De esta forma aparecen religiones híbridas que mutan según su destino final; la santería en Cuba y más tarde en México, la macumba y el cadomblé en Brasil y el vodou o vudú en Haití.
En agosto de 1791 los sacerdotes vodou promulgaron la rebelión entre los esclavos haitianos, que derivó en una cruenta revolución contra el gobierno de Napoleón Bonaparte, consiguiendo derrotarlo en 1804 y proclamar la primera república negra del planeta en Haití. Estados Unidos, temiendo un efecto dominó, promulgó un embargo comercial sobre Haití que sumió a una de las colonias más ricas en la miseria. A finales de siglo se produjo un éxodo masivo de negros libres, conocidos como gens de couleur libres o affranchis, que se establecieron mayoritariamente en Luisiana y en particular en Nueva Orleans.
Los esclavistas de Luisiana ejercieron una cruel represión religiosa con sus esclavos, por temor a que las creencias vudú provocaran una rebelión similar a la de Haití, evitando levantamientos revolucionarios en su territorio. La prohibición de la práctica religiosa produjo un efecto contrario al deseado