La Argentina: La conquista del Rio de La Plata. Martin del Barco Centenera. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Martin del Barco Centenera
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Путеводители
Год издания: 0
isbn: 4057664131256
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de sensibilidad son los que le inspira la muerte de su compatriota Ana de Valverde.

      Llore mi musa y verso con ternura

       La muerte de esta dama generosa;

       Y llórela mi tierra, Extremadura,

       Y Castilla la Vieja perdidosa:

       Y llore Logrosán la hermosura

       De aquesta dama bella, tan hermosa,

       Cual entre espinas, rosa y azucena,

       De honra y de virtudes tan bien llena.

       Las Argentinas Ninfas, conociendo

       De aquesta Ana Valverde la belleza,

       Sus dorados cabellos descojendo,

       Envueltas en dolor y gran tristeza,

       Estan á la fortuna maldiciendo,

       Las flechas y los dardos, la crueza

       Del indio Mañuá, que así ha robado

       Al mundo de virtudes un dechado.[5]

      No es nuestro propósito exagerar el mérito poético de la Argentina; y mas bien quisiéramos que quedase reducido à lo que es puramente indispensable para no fastidiar al lector que la consulta como monumento histórico de la época á que pertenece. Cuando se considera que los acontecimientos de un perìodo, que comprende toda la administracion de Garay y la de su sucesor Mendieta, no tienen mas historiador que un poeta, se siente la necesidad de acreditar, que

      .........aunque su musa en verso canta,

       Escribe la verdad de lo que ha oido

       Y visto por sus ojos y servido.[6]

      Este empeño en que se constituyò voluntariamente el autor, justifica su principal defecto, que es cierto aire prosaico, que es natural que prevalesca en una obra, despojada del brillante cortejo de las ficciones. Quítese todo lo que hay de fantàstico en los grandes poemas épicos, antiguos y modernos:—bórrense de la Eneida, de la Jerusalen y de la Lusiada, las pinturas de los Campos Eliseos, de los palacios y de las islas encantadas que tanto nos arrebatan, y no quedará mas que una fria narracion del viage de Eneas, de las guerras de Palestina y de la navegacion de Vasco de Gama.

      Esta especie de crónicas rimadas tienen todos los vicios de los gèneros bastardos, cuyo carácter ambiguo es el mayor obstàculo à su perfeccion. Moratin en una de sus mejores sàtiras se declara contra esta clase de escritores, à los que dirige irònicamente los siguientes consejos.

      Sigue la historia religiosamente,

       Y conociendo á la verdad por guia,

       Cosa no has de decir que ella no cuente.

       No fingas, no; que es grande picardia: Refiere sin doblez lo que ha pasado, Con nimiedad escrupulosa y pia; Y en todo cuanto escribas ten cuidado De no olvidar las fechas y las datas, Que así lo debe hacer un hombre honrado.[7]

      Pero Moratin habla como poeta, y no piensa que pueda haber una sociedad que busque, en las pocas memorias coevas, tradiciones ciertas de su infancia: porque en este caso los defectos que ridiculiza le hubieran parecido otras tantas recomendaciones. Si algo falta al autor de la Argentina es la nimiedad escrupulosa, que tanto desagrada al Terencio español.

      Aun así, la autoridad de Centenera ha sido de tanto peso para sus sucesores, que hasta han adoptado sus fábulas; y si por mucho tiempo se ha creido en las Sirenas, en los Carbunclos y en otras patrañas del mismo quilate, es porque él aseguró que los habia visto con sus propios ojos.

      Los servicios que prestò en la conquista de estas provincias, mas reales que estos juegos de una imaginacion acalorada, le merecieron el titulo de arcediano de la Asumpcion, en cuyo caràcter acompañó à Fray Alonso Guerra (recien promovido à la silla episcopal del Paraguay), al concilio convocado en Lima en 1582, por el Arzobispo Melgarejo, mas conocido en los fastos de la iglesia bajo el nombre de Santo Toribio con que fué canonizado.

      Para introducir alguna variedad en la relacion de estas tareas, pinta la hermosura y el lujo de las damas limeñas, de las que hace un retrato seductor.

      Por las calles y plaza y las ventanas

       Se ponen, que es contento de mirarlas,

       Con ricos aderezos muy galanas,

       Y pueden los que quieren bien hablarlas.

       No se muestran esquivas ni tiranas,

       Que escuchan á quien quiere requebrarlas:

       Y dicen só el rebozo chistecillos,

       Con que engañan á veces los bobillos.[8]

      En estos episódios, y en los que le ministran los acometimientos de Drake y Candish, acaba su poema, imitando en esto à Ercilla, que tambien se distrae en describir las batallas de San Quintin y Lepanto. Centenera, que no ponia mucha importancia en conservar la unidad del poema, estuvo tentado de tratar de las guerras de Chile; y si no lo hizo, no fué por respeto à los preceptos de Aristóteles, sino por el que le inspiraba el mérito de la Araucana. El elógio que hace de Ercilla es honroso para entrambos.

      Y pues que á Chile cupo tal belleza

       De pluma, de valor, de cortesia,

       No es justo que se atreva mi rudeza

       Decir de Chile cosa: que seria

       Muy loca presumpcion y gran simpleza

       Meter hoz en la mies no siendo mia.[9]

      Su morada en Lima, y la obligacion de sostener con decoro su rango, agotaron su peculio y lo dejaron sumido en la indigencia. Acostumbrado à vivir en la mediocridad, hubiera sobrellevado con resignacion esta desgracia, si hubiese podido renunciar igualmente al deseo de volver á su patria. Esta idea, que se habia apoderado de su espíritu, lo dispuso á la tristeza; y se hallaba en el mayor abatimiento, cuando

      La Inquisicion le hizo comisario,

       Y el Obispo de Charcas su vicario.[10]

      En estas nuevas funciones pasó los ùltimos años de su residencia en Amèrica, hasta que en 1596 se resolvió á regresar á Europa. Al deseo de reunirse à su familia debiò agregarse el de dar publicidad á su poema, siendo imposible que lo verificase en Amèrica, donde aun no habia penetrado el arte tipográfico. Desembarcó en Lisboa, en donde dió á luz la Argentina, en 1602, bajo los auspicios del Marques de Castel Rodrigo, que gobernaba entonces el Portugal, à nombre de Felipe III: otra edicion publicó Barcia en el tercer tomo de sus Historiadores primitivos de las Indias occidentales; y ambas tan llenas de errores, que bastaria esta circunstancia á justificar su reimpresion.

      Los ejemplares de que nos hemos valido, nos han sido franqueados, con su acostumbrada liberalidad, por el Sr. Canònigo Dr. D. Saturnino Segurola; y no creemos que se halle en Buenos Aires otra copia de la edicion de Lisboa. La que cita Pinelo[11], del año de 1631, si existe, debe ser mucho mas rara que la primera; puesto que ha quedado ignorada á los demas bibliògrafos.

      El juicio de Azara, sobre el autor de la Argentina, no solo es severo, sino injusto: porque de todos los cargos que se le pueden hacer, el que nos parece mas infundado es, no haber puesto el menor cuidado en averiguar la verdad de los hechos.[12]

      Ciertamente, no son exactos todos los que alega; pero este defecto parcial, y excusable, por ser comun à todos los escritores de aquel siglo, no le quitan el mérito de habernos transmitido con fidelidad muchas noticias que ignorariamos sin èl; en lo que no puede menos de convenir el mismo Azara.[13]

      Tambien se equivoca cuando dice que la Argentina comprende los acontecimientos de la conquista de estas provincias, hasta el año de 1581: porque en el canto XXIV se describen minuciosamente las circunstancias de la muerte de Garay, que acaeció en 1584; y en el ùltimo se habla de la victoria de los portugueses sobre Candish, que corresponde al año de 1592.