Política de izquierda y liberalismo
Podemos llamar a la de Condorcet, Saint-Simon, Comte y Pearson una concepción "extensiva" de la ciencia: una que asume que algo en la ciencia, su método en el caso de Pearson, sus principios metodológicos en busca de leyes "positivas" en el caso de Comte, o su posesión de un principio sobrecondicionante en el caso de Saint-Simon, podría extenderse al ámbito de lo social y lo político, y de ese modo abolir la necesidad de la política o, como en la famosa interpretación (protomarxista) de Saint-Simon, reemplazar la política por "la administración de las cosas". La ciencia podría concebirse más "extensivamente" bajo una variedad de formas: como combinación de tecnología e ingeniería, como inclusión de las ciencias sociales y mentales, como inclusión de ciencias políticas, e incluso como recurso de la ética, un tema popular durante el periodo postdarwinista. Todo esto figura en la discusión científica de la época victoriana tardía. Pero una forma de extensión llegó a ser especialmente controvertida durante las siguientes décadas. La forma en que Pearson, y más tarde Thorstein Veblen, hablaron de ciencia e ingeniería, como un modelo de la mente que conduce desde una actividad o tema a otros, es comparada, aunque con importantes diferencias en su significado, con la noción alemana de Weltanschauung (cosmovisión, visión del mundo). Mach y sus sucesores, incluyendo a los positivistas lógicos y especialmente a Otto Neurath, fueron interpretados, e incluso se autointerpretaron, como suministradores de una imagen científica del mundo –ellos nunca utilizaron el término Weltanschauung– para distinguir mejor la autoridad de su propia ideología. La búsqueda de una cosmovisión científica jugó en el pensamiento alemán un papel análogo al papel que el problema de la sustitución de la religión tradicional había jugado en el pensamiento británico y francés. El problema de si la ciencia podría o no suministrar una Weltanschauung, condujo a un nuevo tema acerca del estatus cultural de la ciencia, tema que tuvo grandes consecuencias para lo que seguiría en el mundo germanoparlante y posteriormente en el angloamericano.
Max Weber dio dos conferencias, cerca del fin de sus días, después de la Primera Guerra Mundial. Una fue sobre "Política y vocación", 15 la otra sobre "Ciencia y vocación". 16Cada una de ellas sostenida en una relación compleja con su literatura anterior. En la segunda Weber argumentaba que la ciencia o, en este caso, Wissenschaft más extensivamente, no tenía qué hacer en el suministrar interpretaciones holísticas del mundo conformadas por la práctica. Más aún, dado que la ciencia se había desarrollado necesariamente en una manera tal en que los únicos logros reales eran aquellos de los especialistas, la idea de que la ciencia podría proveer interpretaciones omniabarcantes y políticamente relevantes del mundo como un todo, resultaba retrógrada y anticientífica. En ese momento ésta fue una tesis impactante y desilusionante –tanto para la clase de "mandarines" académicos alemanes que gustaban imaginarse en la posición de líderes políticos, como para los estudiantes. La conferencia generó una larga controversia que finalmente maduró en el tema de la crisis de las ciencias.
En conjunto estas dos conferencias de Weber nos proveen de una concepción "liberal" de la ciencia y la democracia. Weber hizo toda una historia sobre las motivaciones para dedicarse a la ciencia, desde Platón, pasando por el hallazgo de Schwammerdam (sic) de la prueba de la providencia divina en la anatomía de un piojo, hasta su brutal comentario final: "Puedo abandonar ese ingenuo optimismo que ha sido celebrado como la vía hacia la felicidad, y según el cual la ciencia es la técnica para dominar la vida, que descansa en la ciencia. ¿Quién cree en esto? Además de unos cuantos niñotes en sus sillas de la universidad". 17
La formulación de la conferencia, que fue dictada ante una asociación estudiantil alemana, era la pregunta de si los estudiantes tenían un "llamado" (vocación), o esperaban cosas equivocadas de una carrera científica, tales como respuestas a la pregunta por el sentido de la vida. Se enfocó a lo que él mismo describió como una manera extraña y pedante –reproducida en la conferencia sobre política– de mirar a las condiciones institucionales y el carácter de una carrera científica en términos históricos, con el fin de quebrar sus esperanzas en alguna clase de giro de la historia que suministraría algún tipo de salvación social a partir de la ciencia. El peso de su énfasis en la conferencia sobre ciencia estuvo sobre el hecho de la especialización como una condición para el logro genuino. Pero también describió las realidades de la vida académica: cómo las prácticas de la vida universitaria seleccionaban personas con características más bien bizarras, y no siempre sobre la base del mérito. La crítica weberiana de la política reforzó la idea de que ésta era una esfera separada de la ciencia, planteando la pregunta paralela sobre la estructura y naturaleza de una carrera en política y de las características personales apropiadas para ello. La política, enfatizó, desde los tiempos de los güelfos y los gibelinos, es política partidista, para llegar a ser líder uno tiene necesariamente que tratar con esta realidad, aceptar la disciplina de selección por las prácticas internas de las burocracias partidistas y de la política interna de los partidos. Para ser un verdadero líder, es decir, lo opuesto a un mero político de carrera, uno necesita también algo más: cualidades de juicio y perseverancia frente a la derrota.
La clave del contraste entre ámbitos fue la distinción hecho-valor: la esfera de la ciencia era valorativa en el sentido de que el valor del conocimiento en una disciplina dada era presupuesto por la disciplina. En política, había la posibilidad de escoger valores, pero la elección del aspirante a líder político estaba acotada por las realidades de la moderna política partidista y por las demandas de crear seguidores, tanto como las demandas intrínsecas de perseguir el poder, demandas tan costosas que muy poca gente tenía las cualidades personales exigidas para tal carrera. Esta explicación de la esfera de lo político y su énfasis en la necesidad de poder para el logro de cualquier fin significativo, así como su constante recordatorio de que el medio específico del estado es la violencia, y de que comprometerse en política es llevar a cabo tratos con poderes diabólicos, sirvió para poner lo político más allá de toda esperanza de transformación por los intelectuales. Weber se enfocó particularmente sobre las limitaciones de la mentalidad burocrática y la incompetencia de aquellos seleccionados a través de esas prácticas trepadoras que determinan sus carreras burocráticas ante las demandas de liderazgo en una democracia, de tal manera que socavan todo posible pensamiento de que la política pudiera ser reemplazada por la administración de las cosas.
La explicación weberiana de la carrera de los científicos, en este y otros textos, se enfocó sobre la noción de funciones institucionales, y sobre la inadecuación del promover valores desde dentro de esas funciones. Vale la pena hacer notar que anteriormente había atacado a los economistas socialistas monárquicos de la generación previa por su equivocada opinión, según la cual habría una solución científica para los asuntos políticos; argumentó, en agria controversia antes de la guerra, que subrepticiamente aquéllos habían incluido sus propios valores en su labor de asesores, engañándose a sí mismos al pensar que se alcanzaban los resultados de la política partiendo de los simples hechos. De esta forma, el efecto de las explicaciones paralelas fue separar la esfera de la ciencia de la de la política, no dejando al científico nada más qué decir al político, sino aconsejarlo respecto a los medios, y eliminar al científico de jugar un papel de líder cultural. Hubo otra implicación. Las decisiones en sí mismas tenían el carácter de elecciones de valor, y como ellas eran en última instancia elecciones de valor, no podían estar basadas en valores superiores. No podía haber una guía científica en la elección de valores, incluyendo los valores políticos entre cosmovisiones, culturas y naciones. El profesorado alemán,