“Hacer” activa a los dioses: no “hacer” los inhibe
Proponerse objetivos y la claridad de pensamiento son cualidades que se recompensan culturalmente y que se manifiestan de forma natural en hombres como Apolo, el arquero, cuyas flechas doradas pueden alcanzar un blanco muy distante. Todos los demás han de estudiar para adquirir estas habilidades, sobre todo cuando se hace hincapié en la necesidad de sacar buenas notas para conseguir labrarse un porvenir.
En cambio, el muchacho dionisíaco menosprecia los dones naturales: puede quedarse fácilmente absorto en el mundo sensorial y quedar totalmente atrapado en el presente inmediato. De joven, cuando se deleitaba con el tacto del terciopelo y la seda, o se entregaba en cuerpo y alma a la música por medio del baile, estaba conectando con la sensualidad innata que probablemente no le ayudaban a fomentar, aspecto que debería ser de obligado aprendizaje para todos los chicos.
Hay un dicho que reza “hacer es llegar a ser”, y eso expresa claramente cómo se pueden evocar o desarrollar los dioses mediante una acción determinada. El asunto suele ser: “¿te tomarás ese tiempo?”. Por ejemplo, un ejecutivo puede ser consciente de cuánto le gusta trabajar con sus manos, puede pasarse horas en su taller del sótano. Pero, si ha de tener tiempo para Hefesto, no se puede llevar trabajo extra de la oficina a casa. Del mismo modo, el hombre que una vez entró con gusto en las competitivas refriegas de los campos de deportes escolares, perderá el contacto con el competitivo Ares en sí mismo, a menos que encuentre el tiempo y los compañeros para jugar al voleibol, al fútbol o se meta en un equipo del barrio.
Los dioses y las etapas de la vida
Un hombre atraviesa por muchas etapas en la vida. Cada etapa tiene su propio dios o dioses de mayor influencia. Por ejemplo, hasta sus treinta años puede ser una combinación de Hermes, el dios ocupado con zapatos alados y un Dionisos buscador del éxtasis. En ese punto llega a una gran encrucijada: la mujer de su vida le dice que o se compromete con ella o la pierde. Su decisión de aceptar ese compromiso y ser fiel al mismo –que (aunque resulte sorprendente) es otro aspecto de Dionisos–le conduce a sellar las alas de Hermes e invocar a su propio Apolo para salirse adelante en el mundo laboral. En las tres décadas siguientes puede que otros arquetipos ocupen su lugar. La paternidad y el éxito pueden constelar a Zeus en él; la muerte de su esposa o descubrir que ha estado expuesto al sida, pueden desarrollar su Hades.
A veces, los hombres que se identifican mucho con cierto arquetipo pueden atravesar etapas, todas ellas correspondientes a aspectos de ese mismo dios. En los capítulos sobre cada dios, describiré estos patrones del desarrollo.
Favoritismo patriarcal
El patriarcado –ese sistema invisible y jerárquico que nos sirve de lecho de Procusto, cuando refuerza los valores y concede poder–tiene favoritos. Siempre existen ganadores y perdedores, arquetipos a favor y en contra. A su vez, los hombres que encarnan a “dioses” concretos son alabados o rechazados.
Los valores patriarcales que enfatizan la adquisición del poder, del pensamiento racional y de tener el control son consciente o inconscientemente reforzados por las madres, los padres, los compañeros, las escuelas y otras instituciones que recompensan o castigan a los muchachos y a los hombres por su conducta. A consecuencia de ello, los hombres aprenden a conformarse y a sofocar su individualidad junto con sus emociones. Aprenden a colocar a la persona correcta (o la actitud y manera aceptable que es la imagen que muestran al mundo) junto con el “uniforme” que se espera de su clase social.
Cualquier cosa que resulte “inaceptable” para los demás o para las reglas de conducta puede convertirse en una fuente de culpabilidad o de vergüenza para el hombre, de modo que puede que se encuentre en el lecho de Procusto psicológico. A continuación viene el “desmembramiento” psicológico, cuando hombres (y mujeres) se separan o reprimen estos arquetipos o partes de sí mismos que les hacen sentir inadecuados o avergonzados. En un sentido metafórico, la admonición bíblica que comienza diciendo «si tu mano derecha te ofende, córtala…», es una llamada a la automutilación psicológica.
Lo que los hombres suelen cortar son sus aspectos emocionales, vulnerables, sensuales o instintivos. Sin embargo, en la psique todo aquello que es sesgado o enterrado sigue vivo. Puede pasar a un plano “subterráneo” y estar alejado del estado consciente durante un tiempo, pero puede volver a emerger o ser “remembrado” cuando (por primera vez en la vida o por primera vez desde la infancia) este arquetipo halla aceptación en una relación o situación. Los hombres que tienen vidas secretas, sentimientos y acciones inaceptables puede que retengan su existencia en la sombra y las experimenten subrepticiamente sin que los demás se den cuenta hasta que se hacen evidentes y se produce el escándalo, como ha sucedido con destacados evangelistas que predicaban en la televisión, que denostaban contra los pecados de la carne y que fueron desacreditados cuando se manifestó en ellos el deshonroso Dionisos.
Conocer a los dioses: darnos poder a nosotros mismos
Conocer a los dioses es una fuente de poder personal. En este libro podremos ver a cada uno de los dioses a medida que pasamos de la imagen y la mitología al arquetipo. Veremos cómo influye cada uno en la personalidad y las prioridades, y comprenderemos de qué modo se relacionan entre sí su significado y las dificultades psicológicas específicas.
Comprender a los dioses ha de ir a la par con el conocimiento sobre el patriarcado. Ambas son fuerzas poderosas e invisibles que interactúan afectando a cada hombre individualmente. El patriarcado amplía la influencia de algunos arquetipos y reduce la de otros.
El conocimiento sobre los dioses puede aumentar el conocimiento y la aceptación de sí mismo, abrir el camino para que los hombres se comuniquen entre sí y dar poder a los hombres y a muchas mujeres para tomar decisiones que puedan conducir a la autorrealización y la dicha. En Courage to Create, el psicólogo Rollo May definió la dicha como «la emoción que acompaña a la conciencia exaltada, el estado de ánimo que va a la par con la experiencia de realizar los propios potenciales».2 Los arquetipos son potenciales. Dentro de nosotros –y dentro de nuestra cultura patriarcal– hay dioses que hemos de liberar y otros que se han de reprimir.
La nueva teoría y perspectiva psicológica
Este libro presenta a los hombres y a la psicología masculina bajo una visión diferente. Al beber de las fuentes de la mitología y de la teología he descubierto que la actitud patriarcal de hostilidad hacia los hijos es muy evidente. Esta misma actitud está también presente en la teoría psicoanalítica.
Describo el efecto del antagonismo y rechazo paternal de la psicología masculina en el capítulo dos. “Padres e hijos: los mitos nos hablan del patriarcado”. Este capítulo incorpora las visiones de la psicoanalista Alice Miller, que señala que el mito de Edipo comienza con el intento del padre de asesinar a su hijo. En cualquier familia o cultura en la que los hijos sean vistos como amenazas para el padre y sean tratados como tales, la psique de un hijo y el clima cultural se verán negativamente afectados. Estoy presentando una nueva perspectiva psicológica.
Además, Los dioses de cada hombre es una psicología de los hombres que considera importante el impacto de la cultura en el desarrollo de los arquetipos. Éste es un nuevo énfasis en la psicología junguiana.
En el capítulo doce, “El dios ausente”, especulo sobre la aparición de un nuevo arquetipo masculino, una posibilidad explicada por la teoría de los campos morfogenéticos de Rupert Sheldrake.
Al final este libro proporciona una forma sistemática y coherente de comprender la psicología de los hombres a través de los arquetipos masculinos personificados en los dioses griegos (que