—Yo no quiero decir eso —dijo Kevin—. Quiero decir que era exactamente lo mismo. Luna introdujo los números y el sistema Trappist 1 fue la primera cosa que salió. De hecho, la única cosa que salió.
—Tendría que haber imaginado que Luna estaría metida —dijo su madre con un suspiro—. Me encanta esa chica, pero la pierde que tiene demasiada imaginación.
—Por favor, mamá —dijo Kevin—. Esto es real.
Su madre estiró los brazos para ponerle las manos sobre los hombros. ¿Cuándo había empezado a tener que estirar los brazos para hacerlo?
—No lo es, Kevin. La Dra. Yalestrom dijo que tenías problemas para aceptar todo esto. Tienes que entender lo que está pasando y yo tengo que ayudarte a aceptarlo.
—Sé que me estoy muriendo, mamá –dijo Kevin. No debería haberlo dicho así, pues ya veía que a su madre le salían las lágrimas de los ojos.
—¿Ah, sí? Porque esto…
—Encontraré la manera de llegar hasta allí —prometió Kevin—. Cogeré un autobús si hace falta. Cogeré un tren hasta la ciudad y andaré. Por lo menos, tengo que hablar con ellos.
—¿Y que se rían de ti? —Su madre se apartó, sin mirarlo—. ¿Sabes que esto es lo que pasará, verdad, Kevin? Estoy intentando protegerte.
—Ya lo sé —dijo Kevin—. Y sé que seguramente se reirán de mí, pero por lo menos tengo que intentarlo, mamá. Tengo la sensación de que es realmente importante.
Quería decir más, pero no estaba seguro de que eso ayudara ahora mismo. Su madre estaba callada del modo que daba a entender que estaba pensando y, ahora mismo, eso era lo mejor que Kevin podía esperar. Continuó pensando, dando toquecitos con la mano sobre la encimera de la cocina, marcando el tiempo mientras se decidía.
Kevin oyó suspirar a su madre.
—Está bien —dijo—. Lo haré. Te llevaré, pero solo porque sospecho que, si no lo hago, recibiré una llamada de la policía para decirme que mi hijo se ha desmayado en un autobús en algún sitio.
—Gracias, mamá —dijo Kevin, adelantándose para abrazarla.
Sabía que ella realmente no le creía, pero de algún modo, eso hacía que la muestra de amor fuera aún más impresionante.
CAPÍTULO CINCO
Tardaron alrededor de una hora para ir en coche desde Walnut Creek hasta el Instituto SETI en Mountain View, pero a Kevin le pareció toda una vida. No solo porque el tráfico hasta la ciudad iba a paso de tortuga por el cierre de carreteras; cada momento era algo perdido cuando él podía estar allí, podía estar descubriendo lo que le pasaba. Ellos lo sabrían, de eso estaba seguro.
—Intenta no hacerte demasiadas ilusiones —le advirtió su madre, por lo que parecía ser la vigésima vez.
Kevin sabía que solo intentaba protegerle, pero aun así, él no quería que su emoción disminuyera. Estaba seguro de que este sería el lugar en el que descubriría lo que estaba pasando. Ellos eran científicos que estudiaban a los extraterrestres. ¿No lo sabrían todo con toda certeza?
Sin embargo, cuando llegaron allí, el instituto no era lo que esperaba. El 189 de Bernardo Avenue parecía más una galería de arte o parte de una universidad que el tipo de edificios de ultra alta tecnología que la imaginación de Kevin había fabulado. Esperaba unos edificios que pareciera que podrían ser del espacio exterior pero, en cambio, parecían un poco las versiones caras del tipo de edificios que tenía su escuela.
Llegaron hasta allí y aparcaron delante de los edificios. Kevin respiró profundamente. Ya estaba. Entraron a un vestíbulo, donde una mujer los miró sonriente, consiguiendo convertir eso en una pregunta incluso antes de hablar.
—Hola, ¿estás seguro de que estás en el lugar correcto?
—Necesito hablar con alguien sobre señales alienígenas —dijo Kevin, antes de que su madre pudiera intentar explicarse.
—Lo siento —dijo la mujer—. En realidad no hacemos visitas públicas.
Kevin negó con la cabeza. Sabía que tenía que hacérselo entender.
—No estoy aquí por una visita —dijo—. Creo… creo que estoy recibiendo algún tipo de señal alienígena.
La mujer no lo miró con esa especie de sorpresa e incredulidad que la mayoría de las otras personas podrían tener, o incluso con la sorpresa que tuvo su madre cuando él saltó con eso. Esta era más una mirada de resignación, como si tuviera que aguantar este tipo de cosas más a menudo de lo que le gustaría.
—Entiendo —dijo—. Por desgracia, a nosotros no nos corresponde hablar con la gente que viene de la calle. Si quieres enviarnos un mensaje a través de nuestra dirección de correo electrónico de contacto, estaremos encantados de tenerlo en cuenta, pero de momento…
—Vamos, Kevin —dijo su madre—. Lo intentamos.
Para su propia sorpresa, igual que para la de las demás, Kevin negó con la cabeza—. No, no me voy a ir.
—Kevin, tienes que hacerlo —dijo su madre.
Kevin se sentó, justo en medio del vestíbulo. La moqueta no era muy cómoda, pero no le importaba.
—No voy a ir a ningún sitio hasta que hable de esto con alguien.
—Espera, no puedes hacer eso —dijo la recepcionista.
—No voy a ir a ningún sitio —dijo Kevin.
—Kevin… —empezó su madre.
Kevin negó con la cabeza. Sabía que era infantil pero, tal y como lo veía él, tenía trece años y se lo podía permitir. Además, esto era importante. Si salía y se iba ahora, se había terminado. No podía permitir que terminara.
—Levántate, o tendré que llamar a seguridad —dijo la recepcionista. Se dirigió hacia él y cogió a Kevin fuerte por el brazo.
Al instante, la madre de Kevin cambió su atención de él a la recepcionista, estrechando los ojos.
—Quítele las manos de encima a mi hijo, ahora mismo.
—Entonces haga que su hijo se levante y se marche antes de que tenga que hacer intervenir a la policía.
La recepcionista lo soltó de todas formas, aunque eso podría haber tenido algo que ver con la mirada que le lanzó su madre. Kevin tuvo la sensación de que, ahora que sí que había una manera en que pudiera proteger a su hijo, su madre lo haría, costara lo que costara.
—No nos amenace con la policía. Kevin no está haciendo ningún daño a nadie.
—¿Piensa que no tenemos chiflados aquí con frecuencia?
—¡Pero Kevin no está chiflado! —gritó su madre, a un volumen que normalmente reservaba para cuando Kevin había hecho algo realmente malo.
Los siguientes dos minutos incluyeron más discusiones de las que Kevin quería. Su madre le gritaba que se levantara. La recepcionista gritaba que llamaría a seguridad. Se gritaban la una a la otra, pues la madre de Kevin decidió que no quería que nadie amenazara a su hijo con seguridad, y la mujer parecía dar por sentado que su madre podría mover a Kevin. Kevin estaba sentado en medio de todo aquello con una serenidad sorprendente.
Esto lo hizo dormirse y, en esas profundidades, vio algo…
La fría oscuridad del espacio lo rodeaba, las estrellas parpadeaban, la Tierra se veía tan diferente desde arriba que casi dejó a Kevin sin respiración. Había un objeto plateado flotando allí en el espacio, solo uno de los muchos objetos