Tras unos cuantos segundos, entraron Hernández y Trembley. Ellos parecían menos impresionados.
“Tome asiento, señor Missinger”, dijo Hernández, en un tono que hizo que la instrucción sonara hasta cálida. “Ya sabemos que ha pedido que venga su abogado, y está bien. Por lo que tengo entendido, ya está de camino. Entretanto, queríamos informarle sobre dónde estamos con nuestra investigación. Deje que empiece ofreciéndole mi pésame por su pérdida”.
“Gracias”, dijo Missinger con una voz ligeramente cascada que Jessie no supo decidir si era permanente o el resultado de los sustos de la noche.
“Todavía no sabemos si se cometió algún delito”, continuó Hernández, sentándose delante de él. “Pero creo tener entendido que le dijo a uno de nuestros agentes que Victoria era extremadamente experta a la hora de regular su enfermedad y que no puede recordar ningún incidente de este tipo en el pasado”.
“Yo…”, comenzó Missinger.
“No tiene por qué responder, señor Missinger”, le interrumpió Hernández. “No quiero que me acusen de violar sus derechos Miranda, que entiendo le han sido leídos, ¿correcto?”.
“Sí”.
“Por supuesto, todo eso es lo habitual. Y aunque lo cierto es que no le consideramos un sospechoso, está en todo su derecho de solicitar un abogado. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, estamos tratando de movernos lo más rápido posible para llegar al fondo de este asunto. Es algo urgente, así que cuantos más detalles podamos confirmar, como el que ha contado sobre la experiencia de Victoria con la automedicación, menos posibilidades tenemos de seguir pistas vacías. ¿Tiene sentido eso?”.
Missinger asintió. Trembley se quedó de pie en silencio a un lado, como si no estuviera seguro de si debía intervenir o cuándo hacerlo.
“Entonces”, continuó Hernández, “también sencillamente como confirmación, dijo que su asistenta, Marisol, está de vacaciones esta semana en Palm Springs. Le dio su número de celular a un agente y creo que estamos intentando ponernos en contacto con ella. A propósito, sin responder formalmente, si le parece que estoy diciendo algo inexacto, quizá podía hacérmelo saber. No hay necesidad de responder a ninguna pregunta, por supuesto. Solo póngame en la dirección correcta si me desvío del camino. ¿Le parece justo?”.
“Sí”, acordó Missinger.
“Estupendo. Estamos haciendo progresos. Sabemos que intentó contactar con Victoria varias veces en el transcurso de la tarde y que ella no le respondió. Por lo que tengo entendido fue ayer a última hora de la tarde, cuando vino a casa para recogerla para una cena que habían reservado y encontró allí su coche pero no a ella, cuando se preocupó lo suficiente como para llamar a la policía. Si me estoy equivocando con algo de esto, simplemente toque la mesa con su dedo o algo así para hacérmelo saber”.
Hernández continuó repasando el resto de los hechos, pero Jessie solo estaba escuchando a medias. Había percibido algo durante el último intercambio y se preguntaba si lo que había visto era real o imaginario. Justo en el momento que Hernández había dicho “en el transcurso de la tarde,” Michael Missinger había temblado ligeramente, casi como un reflejo. No cuando Hernández había dicho “intentó contactar con ella”. Ni cuando dijo “ella no le contestó”. Solamente al oír las palabras “en el transcurso de la tarde”.
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