Con una renovada decisión levantó la vista y se encontró con que Ray la miraba atentamente.
—¿Por cuánto tiempo has estado observándome? —preguntó.
—Por un par de minutos, al menos. No quería interrumpir. Te veías como si estuvieras haciendo una seria reflexión. ¿Has tenido alguna revelación?
—En realidad, no —admitió ella—. Ambos sabemos quién está detrás de esto, pero no creo que eso nos ayude mucho. Necesito comenzar descansada y espero seguir nuevas pistas.
—Querrás decir ‘seguiremos’, ¿correcto? —dijo Ray.
—¿No tienes que ir a trabajar hoy? Has estado ausente mientras cuidabas de mí.
—Tienes que estar bromeando, Campanita —dijo con una sonrisa, en alusión a la enorme disparidad en tamaño—. ¿Piensas que simplemente voy a ir a la oficina con todo lo que está pasando? Usaré todos los días de vacaciones, las bajas por enfermedad y los permisos personales que tenga si llegara a ser necesario.
Keri sintió con deleite que todo su pecho se calentaba pero intentó ocultarlo.
—Aprecio eso, Godzilla —dijo— Pero conmigo todavía suspendida debido a una investigación de Asuntos Internos, podríamos necesitar sacar provecho de esos recursos policiales a los que tú tienes acceso.
Keri estaba técnicamente suspendida mientras Asuntos Internos investigaba las circunstancias que rodeaban la muerte de Brian "El Coleccionista” Wickwire. Su supervisor, el Teniente Cole Hillman, había indicado que muy probablemente concluiría muy pronto a su favor. Pero hasta entonces, Keri no tenía placa, ni arma oficial, ni autoridad formal, ni acceso a los recursos policiales.
—¿Hay algo en particular que hayas pensado debería buscar? —preguntó Ray.
—De hecho, sí. Susan mencionó que una de las chicas que fueron Premio de Sangre era una antigua estrella infantil que se hizo adicta y terminó en las calles. Si ella fue violada y asesinada de manera especial con un corte en el cuello, debe haber un registro de ello, ¿correcto? No recuerdo que haya salido en las noticias pero puede que lo me lo haya perdido. Si puedes rastrearlo, quizás el trabajo criminalístico incluyó ADN del semen del hombre que la asaltó.
—Es posible que nadie ni siquiera haya pensado en verificar el ADN —añadió Ray—. Si encontraron a esta chica muerta, puede que no hayan sentido la necesidad de hacer nada más. Si podemos averiguar quién era ella, quizás podríamos solicitar de urgencia pruebas adicionales, y así identificar con quién estaba ella.
—Exactamente —convino Keri—. Solo recuerda ser discreto. Involucra el menor número posible de gente. No sabemos cuántos oídos tiene nuestro amigo el abogado en el edificio.
—Comprendido. Entonces, ¿qué planeas hacer mientras reviso registros antiguos de adolescentes asesinadas?
—Voy a entrevistar a una posible testigo.
—¿Quién? —preguntó Ray.
—La prostituta amiga de Susan, Lupita—la que le dijo lo que escuchó de esos sujetos que hablaban de la Vista. Quizás ella recuerde algo más con un poco de ayuda.
—Okey, Keri, pero recuerda tomártelo con calma. Esa área de Venice es difícil y tú no estás del todo fuerte. Además, al menos por ahora, ni siquiera eres policía.
—Gracias por la preocupación, Ray. Pero creo que a estas alturas ya lo sabes. Tomármelo con calma no es mi estilo.
CAPÍTULO TRES
Cuando Keri paró delante de la dirección de Venice que Susan le había texteado, se obligó a olvidar el persistente dolor en su pecho y su rodilla. Estaba entrando a un territorio potencialmente peligroso. Y ya que no estaba oficialmente en el trabajo ahora mismo, tenía que estar mucho más alerta. Nadie aquí le daría el beneficio de la duda.
Era solo media mañana cuando cruzó la Avenida Pacific en este sórdido rincón de Venice, con la sola compañía de surfistas tatuados —indiferentes al frío y dirigiéndose al océano, que estaba apenas a una cuadra de distancia—, e indigentes acurrucados en los portales de negocios que todavía no habían abierto.
Llegó al venido a menos complejo de apartamentos, traspasó la puerta del frente, y subió por las escaleras los tres pisos hasta la habitación donde Lupita supuestamente la estaba esperando. Los negocios no comenzaban hasta después del almuerzo, así que este era un buen momento para pasar.
Keri llegó hasta la puerta y estaba a punto de tocar cuando escuchó un ruido en el interior. Probó y encontró la puerta sin la llave echada, así que la abrió con sigilo, y se asomó .
En la cama de una habitación sin adornos estaba una chica de cabello castaño que lucía como de quince. Encima de ella estaba un hombre en la treintena, magro y desnudo. Las mantas cubrían los detalles, pero la penetración era agresiva. Cada pocos segundos abofeteaba a la chica.
Keri refrenó las ganas de avanzar y arrancar al sujeto de donde estaba. Incluso sin placa, ese era su impulso natural. Pero no tenía idea de si este era un cliente y la actividad que estaba teniendo lugar era el procedimiento normal.
La triste experiencia le había enseñado que a veces venir al rescate era contraproducente a la larga. Si este era un cliente y Keri interrumpía, el sujeto podría molestarse e ir a quejarse con el proxeneta de Lupita, que a su vez la tomaría con ella. A menos que una chica estuviera dispuesta a dejar esa vida para siempre, como lo había hecho Susan Granger, intervenir, aunque era apegarse a la ley, a la larga podía empeorar las cosas para ella.
Keri, ya dentro de la habitación, avanzó un poco más y miró a Lupita a los ojos. La chica de aspecto delicado con oscuros cabellos ensortijados le dirigió una mirada familiar, una mezcla de súplica, temor, y cautela. Keri supo de inmediato lo que significaba. Necesitaba ayuda pero no demasiada.
Claramente este era un cliente, uno nuevo quizás, uno inesperado y de último minuto, porque se encontraba allí cuando Lupita había acordado reunirse con Keri. Pero se le había ordenado darle servicio de todas formas. Era probable que lo de las bofetadas fuese algo inesperado. Pero ella no estaba en posición de hacer alguna objeción si el proxeneta había concedido permiso.
Keri sabía cómo manejarlo. Avanzó con rapidez y sigilo, sacando una porra de goma del bolsillo interior de su chaqueta. Los ojos de Lupita se agrandaron y Keri pudo asegurar que el cliente se había dado cuenta. Ya comenzaba a girar su cabeza para mirar hacia atrás cuando la porra hizo contacto con su cráneo. Cayó hacia adelante, desplomándose sobre la chica, inconsciente.
Keri se llevó un dedo a los labios, indicando a Lupita que permaneciera callada. Dio un rodeo hasta colocarse a un costado de la cama para asegurarse de que el cliente había perdido por completo el conocimiento. Así era.
—¿Lupita? —preguntó.
La chica asintió.
—Soy la Detective Locke —dijo, obviando decir por ahora, que técnicamente no era una detective—. No te preocupes. Si somos rápidas, esto no tiene que representar un problema. Cuando tu proxeneta pregunte, esto es lo que sucedió: un tipo bajito con capucha entró, noqueó a tu cliente, y robó su billetera. Tú nunca viste su cara. Él te amenazó con matarte si hacías ruido. Cuando yo deje esta habitación, cuentas hasta veinte, y entonces comienzas a gritar pidiendo ayuda. No hay forma de que te culpen. ¿Entendido?
Lupita asintió de nuevo.
—Okey —dijo Keri mientras rebuscaba en los jeans del hombre y sacaba su billetera—. No creo que esté inconsciente por más de uno o dos minutos así que vayamos