Oyó a Colby decir: “Guau, ¡el lago está en llamas!”.
Janine se volvió para mirar a su novio. Su cara pecosa y pelo rojo brillaban en la luz del sol por la tarde. Acababa de darle otra fumada a la pipa de marihuana y estaba mirando el agua con asombro.
Janine se rio. “Solo estás drogado, hombre”, dijo. “En todos los sentidos”.
“Sí, y el lago está en llamas”, dijo Colby.
Janine se volvió y observó el lago Nimbo. Aunque aún no estaba tan droga, la vista era impresionante. El sol de la tarde encendió la pared del cañón, volviéndola un conglomerado de rojos y amarillos. El agua reflejaba los colores como si fuera un gran espejo.
Tomó la pipa de nuevo e inhaló profundamente, sintiendo la agradable quemadura en su garganta. Estaría bastante drogada en cualquier momento. Sería muy divertido.
Aún así, ¿qué era esa forma negra bajo el agua?
“Es solo un efecto de la luz”, pensó Janine.
Era mejor ignorarlo y no asustarse por eso. Todo lo demás era tan perfecto. Este era el lugar favorito de Colby y de ella. Era demasiado hermoso, estaba metido en una de las caletas del lago. Quedaba lejos de los campamentos, lejos de todo.
Colby y Janine generalmente venían todos los fines de semana, pero hoy simplemente habían faltado a clases. El tiempo de finales de verano era demasiado sabroso como para dejarlo pasar. Aquí había más fresco que en Phoenix. El carro viejo de Colby estaba estacionado justo al lado del camino de tierra detrás de ellos.
Por fin se empezó a sentir drogada mientras miraba el lago. El lago parecía ser casi demasiado hermoso como para mirarlo. Así que miró a Colby. Él le pareció demasiado hermoso también. Se aferró a él y comenzó a besarlo. Él le devolvió sus besos. Sabía demasiado bien. Todo de él se veía y se sentía fabuloso.
Ella terminó el beso y lo miró a los ojos y dijo: “Nimbo significa halo, ¿sabías eso?”.
“Guau”, dijo. “Guau”.
Pareciera como si eso fuera la cosa más asombrosa que jamás había escuchado en su vida. Se veía demasiado chistoso diciendo eso como si fuera algo religioso. Janine se comenzó a reír, y Colby se rio también. En unos segundos estaban en los brazos del otro de nuevo, toqueteándose.
Janine logró zafarse.
“¿Qué pasa?”, preguntó Colby.
“Nada”, respondió Janine.
Se quitó su blusa de cuello halter en un abrir y cerrar de ojos. Los ojos de Colby se abrieron.
“¿Qué estás haciendo?”, preguntó.
“¿Qué crees que estoy haciendo?”.
Ella comenzó a tirar de su camiseta, tratando de quitársela.
“Espera un minuto”, dijo Colby. “¿Aquí?”.
“¿Por qué no? Es mejor que el asiento trasero de tu carro. Nadie está viéndonos”.
“Pero tal vez un barco...”.
Janine se echó a reír. “¿Y qué? ¿A quién le importa si hay un barco?”.
Colby estaba cooperando ahora, ayudándola a quitarle su camiseta. Estaban torpes de la emoción, haciendo todo aún más excitante. Janine no podía imaginar por qué no habían hecho esto aquí antes. No es como si esta fuera la primera vez que habían fumado marihuana aquí.
Pero Janine no podía sacarse la forma negra del agua de su mente. Era algo, y seguiría inquietándola y arruinando todo si no se enteraba de lo que era.
Se puso de pie, respirando fuertemente.
“Vamos”, dijo. “Echémosle un vistazo a algo”.
“¿A qué?”, preguntó Colby.
“No sé. Vamos”.
Ella tomó la mano de Colby y dieron tumbos ladera abajo hacia la orilla. El mareo de Janine se estaba tornando amargo. Odiaba cuando pasaba eso. Entre más pronto descubriera que todo esto era inofensivo, más pronto podría volver a sentirse bien.
Aún así, estaba empezando a desear que la marihuana no la hubiese afectado tan rápidamente.
Entre más se acercaban, más podía ver el objeto. Era de plástico negro y podía ver algunas de las burbujas que creaba en el agua. Y había algo pequeño y blanco justo a su lado.
Janine pudo ver que se trataba de una gran bolsa de basura negra a lo que estaba a un metro del agua. Estaba abierta de un lado, de allí se asomaba la forma de una mano demasiado pálida.
“Un maniquí, tal vez”, pensó Janine.
Se inclinó hacia el agua para verla más de cerca. Las uñas estaban pintadas de un rojo brillante que contrarrestaba la palidez. Janine sintió una corriente eléctrica sacudir todo su cuerpo cuando por fin comprendió lo que estaba viendo.
La mano era real. Era la mano de una mujer. La bolsa contenía un cadáver.
Janine comenzó a gritar. Oyó a Colby gritar también.
Y sabía que no podrían dejar de gritar por un largo rato.
Capítulo Uno
Riley sabía que las diapositivas que estaba a punto de mostrarles a sus alumnos de la Academia de la FBI los conmocionaría. Algunos de ellos probablemente desviarían la mirada. Analizó los rostros jóvenes y ansiosos que la miraban desde sus pupitres.
“Vamos a ver cómo reaccionan”, pensó. “Esto podría ser importante para ellos”.
Riley sabía que los asesinatos en serie eran los menos comunes de toda la gama de delitos. Aún así, estos jóvenes tenían que aprender todo lo que había que aprender. Aspiraban ser agentes de campo del FBI y pronto descubrirían que la mayoría de los funcionarios locales no tenían experiencia en casos de asesinatos en serie. Y la agente especial Riley Paige era una experta en asesinatos en serie.
Hizo clic en el control remoto. Las primeras imágenes que aparecieron en la pantalla grande no eran nada violentas. Eran cinco carboncillos de mujeres jóvenes y mujeres de mediana edad. Todas las mujeres eran atractivas y sonreían. Se veía que el artista que los había dibujado era muy talentoso.
“Estos cinco dibujos fueron creados hace ocho años por un artista llamado Derrick Caldwell”, dijo Riley mientras pasaba las diapositivas. “Todos los veranos se ganaba un montón de dinero haciendo retratos de turistas en la pasarela Dunes Beach aquí en Virginia. Estas mujeres fueron unas de sus últimas clientas”.
Después del último de los cinco retratos, Riley hizo clic de nuevo. La siguiente fotografía era una imagen horrible de un congelador horizontal lleno de partes femeninas descuartizadas. Oyó sus estudiantes jadear.
“Esto es lo que les pasó a esas mujeres”, dijo Riley. “Mientras que Derrick las dibujaba, se convenció, en sus propias palabras, que 'eran demasiado hermosas como para vivir'. Así que las acechó una por una, las mató, las descuartizó y las guardó en su congelador”.
Riley hizo clic en nuevo, y las siguientes imágenes fueron aún más impactantes. Eran fotografías tomadas por el equipo del médico forense después de haber armado los cuerpos de nuevo.
“Caldwell revolvió tanto las partes de sus cuerpos que las mujeres fueron deshumanizadas más allá del reconocimiento”.
Riley se volteó para mirar a sus estudiantes. Un estudiante varón estaba corriendo hacia la salida, agarrándose el estómago. Otros parecían estar a punto de vomitar. Algunos estaban llorando. Solo algunos parecían no estar perturbados.
Paradójicamente, Riley se sentía bastante segura que los estudiantes