Riley se puso a pensar. Este realmente parecía ser un caso para la UAC. Debería referir a Alford directamente a Meredith.
Pero Riley miró hacia la oficina de Meredith y notó que no había regresado todavía. Tendría que hacérselo saber más tarde. Mientras tanto, tal vez podría ayudar un poco.
“¿Cuáles fueron las causas de las muertes?”, preguntó.
“Ambas fueron degolladas”.
Riley intentó no demostrar su sorpresa. Las estrangulaciones y los traumatismos contundentes eran mucho más frecuentes que los degollamientos.
Este parecía ser un asesino muy inusual. Aun así, era el tipo de psicópata que Riley conocía bien. Se especializaba en este tipo de casos. Era una lástima que no fuera capaz de utilizar sus habilidades en este caso particular. A raíz de su trauma reciente, no la asignarían a este caso.
“¿Han retirado el cadáver?”, preguntó Riley.
“Aún no”, dijo Alford. “Todavía está colgando allí”.
“Entonces no lo hagan. Déjenlo allí por ahora. Esperen hasta que lleguen nuestros agentes”.
Alford no se veía satisfecho.
“Agente Paige, eso será un verdadero desafío. Está justo al lado de las vías del tren y puede verse desde el río. Y el pueblo no necesita este tipo de publicidad. Me están presionando para que lo retire”.
“Déjenlo”, dijo Riley. “Sé que no es fácil, pero es importante. No pasará mucho más tiempo allí. Nuestros agentes llegarán esta tarde”.
Alford asintió.
“¿Tienes más fotos de la última víctima?”, preguntó Riley. “¿Unas de cerca?”.
“Sí, ya te las coloco”.
Riley se encontró mirando una serie de fotos detalladas del cadáver. La policía local había hecho un buen trabajo. Las fotos mostraban cómo las cadenas estaban firmemente y elaboradamente envueltas alrededor del cadáver.
Finalmente vio una foto de cerca del rostro de la víctima.
El corazón de Riley latió con fuerza. La víctima tenía los ojos saltones, y su boca estaba amordazada con una cadena. Pero eso no fue lo que sorprendió a Riley.
La mujer se parecía mucho a Marie. Era mayor y más gruesa, pero aun así, Marie se hubiese parecido mucho a ella si hubiera vivido una década más. Ver la imagen fue un golpe emocional para Riley. Era como si Marie la estuviera llamando, demandando que atrapara a este asesino.
Sabía que tenía que tomar este caso.
Capítulo 4
Peterson dejó su carro ir en punto muerto, no demasiado rápido, no demasiado lento, sintiéndose bien porque al fin tenía a la chica de nuevo en la mira. Finalmente la había encontrado. Allí estaba la hija de Riley, caminando sola hacia su escuela secundaria, con ninguna idea de que él la estaba acechando. Que estaba punto de quitarle la vida.
Mientras la observaba, ella se detuvo de repente y se volteó, como si sospechaba que alguien la estaba observando. Se quedó parada allí, como si estuviese indecisa. Otros estudiantes la pasaron y entraron en el edificio.
Siguió dejando el carro ir en un punto muerto, esperando para ver qué haría ahora.
No es que la chica le importara realmente. Su madre era el verdadero objetivo de su venganza. Su madre había frustrado sus planes gravemente y tenía que pagar por lo que había hecho. Ya lo había hecho de cierta forma, había llevado a Marie Sayles al suicidio. Pero ahora tenía que quitarle la chica que más le importaba.
Para su deleite, la chica se dio la vuelta y se alejó de la escuela. Al parecer había decidido no ir a clase hoy. Su corazón latía con fuerza—quería abalanzarse sobre ella. Pero no podía hacerlo, todavía no. Tenía que ser paciente. Otras personas todavía estaban a la vista.
Peterson condujo y le dio la vuelta a una calle, forzándose a ser paciente. Suprimió una sonrisa por la alegría que estaba por venir. Con lo que tenía en mente para su hija, Riley sufriría de maneras que no creía posible. Aunque seguía siendo desgarbada y torpe, la chica se parecía mucho su madre. Eso lo haría aún más satisfactorio.
Mientras daba la vuelta, vio que la niña caminaba rápidamente por la calle. Detuvo el carro al lado de la acera y la miró durante unos minutos, hasta que se dio cuenta de que ella estaba tomando un camino que conducía fuera de la ciudad. Si se iba a casa sola, entonces este podría ser el momento perfecto para llevársela.
Su corazón latiendo fuertemente, queriendo saborear la deliciosa anticipación, Peterson le dio la vuelta a otra calle.
Peterson sabía que las personas debían aprender a posponer ciertos placeres para esperar el momento adecuado. La gratificación retrasada hacía que todo fuera más placentero. Había aprendido eso de años de crueldad deliciosa y prolongada.
Hay tantas cosas que espero con ansias, pensó con satisfacción.
Cuando regresó y la vio de nuevo, Peterson se rio en voz alta. ¡Estaba haciendo autoestop! Dios estaba sonriéndole este día. Estaba claramente destinado a quitarle la vida.
Detuvo el carro a su lado y le dio su sonrisa más agradable.
“¿Te doy un aventón?”.
La chica le devolvió la sonrisa. “Gracias. Eso sería genial”.
“¿A dónde vas?”, preguntó.
“Vivo sólo un poco afuera de la ciudad”.
La chica le dijo la dirección.
Él dijo: “Voy justamente por esos lados. Móntate”.
La chica se sentó en el asiento delantero. Observó que la chica hasta tenía los ojos color avellana de su madre y se sintió aún más satisfecho.
Peterson presionó los botones para cerrar las puertas y ventanas. La chica ni siquiera se había dado cuenta por el retumbo del aire acondicionado.
*
April sintió una agradable ráfaga de adrenalina al colocarse el cinturón de seguridad. Nunca había hecho autoestop antes. A su madre le daría un ataque si se enterara.
Se lo merece, pensó April. Hacerla quedarse en casa de su padre la noche anterior había estado muy mal, y todo por culpa de su loca idea que Peterson había estado en su casa. No era cierto, y April lo sabía. Los dos agentes que la habían llevado a casa de su padre se lo habían dicho. Por lo que habían hablado, parecía que toda la Agencia pensaba que Mamá estaba un poco loca.
“¿Qué te trae a Fredericksburg?”, dijo el hombre.
April se volvió y lo miró. Era un hombre que parecía agradable, con una gran mandíbula con cabello greñudo y una barba de varios días. Estaba sonriendo.
“La escuela”, dijo April.
“¿Una clase de verano?”, preguntó el hombre.
“Sí”, dijo April. Ciertamente no iba a decirle que había decidido faltar a la clase. No es que parecía ser el tipo de persona que no lo entendería. Parecía ser genial. Tal vez le divirtiera ayudarla a desafiar la autoridad parental. Pensó que era mejor no arriesgarse.
La sonrisa del hombre se volvió un poco traviesa.
“¿Qué piensa tu madre del autoestop?”, le preguntó.
April