Una Vez Tomado . Блейк Пирс. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Блейк Пирс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Серия: Un Misterio de Riley Paige
Жанр произведения: Современные детективы
Год издания: 0
isbn: 9781632917522
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      Riley se volvió hacia su hija.

      “April, te quedarás en casa de tu padre esta noche”.

      Los ojos de April se abrieron.

      “No te dejaré aquí”, dijo April. “Y de seguro no quiero quedarme con Papá”.

      “Tienes que hacerlo”, dijo Riley. “Podrías no estar segura aquí”.

      “Pero Mamá—”.

      Riley la interrumpió. “April, todavía hay cosas que no te he dicho acerca de este hombre. Cosas terribles. Estarás a salvo con tu padre. Te buscaré mañana después de clases”.

      Lucy habló antes de que April pudiera protestar más.

      “Tu madre tiene razón, April. Créeme. De hecho, considéralo una orden de mi parte. Escogeré a unos agentes para que te lleven. Agente Paige, con tu permiso, llamaré a tu ex marido y le diré lo que está sucediendo”.

      La oferta de Lucy sorprendió a Riley y también la contentó. Resultaba casi extraño el hecho de que Lucy pareciera entender que le sería difícil hacer esa llamada. Ryan se tomaría esta noticia más seriamente de cualquier otro agente que no fuera Riley. Lucy también había tratado bien a April.

      No sólo se había percatado de la cerradura forzada, sino que también había demostrado empatía. La empatía era una excelente cualidad en un agente UAC, y dicha cualidad se desgastaba a menudo por el estrés del trabajo.

      Esta mujer es buena, pensó Riley.

      “Ven”, le dijo Lucy a April. “Vamos a llamar a tu papá”.

      April le tiró dagas a Riley con su mirada. Aun así, se levantó de la mesa y siguió a Lucy a la sala de estar, donde comenzaron a hacer la llamada.

      Riley y Bill se quedaron solos en la mesa de la cocina. A pesar de que parecía no haber más nada que hacer, a Riley le pareció adecuado el hecho de que Bill estuviera allí. Habían trabajado juntos durante años y siempre había considerado que eran un buen par, ambos tenían cuarenta años con unas cuantas canas en sus pelos oscuros. Ambos eran dedicados en sus trabajos y tenían problemas en sus matrimonios. Bill era sólido en estructura y temperamento.

      “Fue Peterson”, dijo Riley. “Estuvo aquí”.

      Bill no le respondió. No se veía convencido.

      “¿No me crees?”, dijo Riley. “Habían piedritas en mi cama. Debió haberlas colocado allí. No pudieron haber llegado allí de otra manera”.

      Bill negó con la cabeza.

      “Riley, estoy seguro de que realmente hubo un intruso”, dijo. “No te estabas imaginando esa parte. ¿Pero Peterson? Lo dudo mucho”.

      La ira de Riley iba en aumento.

      “Bill, escúchame. Oí golpeteos contra la puerta una de estas noches y encontré piedritas cuando revisé las afueras de la casa. Marie oyó a alguien tirar piedras a la ventana de su dormitorio. ¿Quién más podría ser?”.

      Bill suspiró y negó con la cabeza.

      “Riley, estás cansada”, dijo. “Y cuando uno está cansado y tiene una idea fija en su cabeza, le es fácil creer casi cualquier cosa. Le puede pasar a cualquiera”.

      Riley se esforzó para no derramar sus lágrimas. En sus mejores días, Bill habría confiado en sus instintos sin duda. Pero esos días se acabaron. Y ella sabía el porqué. Hace unas noches, lo había llamado borracha y había sugerido que actuaran por la atracción mutua que sentían y que iniciaran un romance. Había sido horrible y ella lo sabía. No había bebido nada desde entonces. Aun así, las cosas no habían estado bien entre ella y Bill después de eso.

      “Sé de qué se trata esto, Bill”, dijo. “Es por esa estúpida llamada. Ya no confías en mí”.

      Ahora la voz de Bill se llenó de ira.

      “Coño, Riley, sólo estoy tratando de ser realista”.

      Riley estaba furiosa. “Sólo vete, Bill”.

      “Pero Riley—”.

      “O me crees o no me crees. Decídete de una buena vez. Pero en este momento quiero que te vayas”.

      Resignado, Bill se levantó de la mesa y se fue.

      Por la puerta de la cocina Riley vio que casi todo el mundo se había ido de su casa, incluyendo a April. Lucy entró de nuevo a la cocina.

      “El Agente Huang dejará a un par de agentes aquí”, dijo. “Vigilarán la casa desde una patrulla por el resto de la noche. No estoy segura de que sea buena idea que estés sola adentro de la casa. Sería un placer quedarme”.

      Riley lo pensó por un momento. Lo que quería, lo que necesitaba ahora mismo, era que alguien creyera que Peterson no estaba muerto. Dudaba que sería capaz ni de convencer a Lucy de eso. Todo parecía inútil.

      “Estaré bien, Lucy”, dijo Riley.

      Lucy asintió y salió de la cocina. Riley escuchó el sonido de los últimos agentes yéndose de su casa y cerrando la puerta. Riley se levantó y revisó la puerta principal y la trasera para asegurarse de que estaban cerradas con llave. Colocó dos sillas contra la puerta trasera. Harían bastante ruido si alguien forzaba la cerradura de nuevo.

      Luego entró a la sala de estar para echar un vistazo. La casa parecía extrañamente iluminada, ya que todas las luces estaban encendidas.

      Debería apagar algunas de las luces, pensó.

      Pero al acercarse al interruptor de luz de la sala de estar, sus dedos se congelaron. No podía hacerlo. Estaba paralizada de terror.

      Sabía que Peterson volvería por ella.

      Capítulo 3

      Riley vaciló por un momento cuando entró al edificio de la UAC, preguntándose si realmente estaba preparada para encontrarse con todos. No había dormido en toda la noche y estaba extremadamente cansada. La sensación de terror que no la había dejado dormir la noche anterior había agotado toda su adrenalina. Ahora se sentía vacía.

      Riley respiró profundamente.

      Lo único que puedo hacer es afrontarlo.

      Juntó su coraje y entró en el laberinto de agentes, especialistas y personal de apoyo del FBI. Mientras caminó por la zona abierta, caras conocidas levantaron la mirada de sus computadoras. La mayoría sonrieron al verla y algunos levantaron su pulgar, dándole ánimo. Riley empezó a sentirse contenta por haber decidido venir a trabajar. Necesitaba algo que le levantara el ánimo.

      “Excelente trabajo con el Asesino de las Muñecas”, dijo un agente joven.

      Le tomó a Riley un par de segundos comprender lo que quería decir. Entonces entró en cuenta que el “Asesino de las Muñecas” debía ser el nuevo apodo para Dirk Monroe, el psicópata que acababa de derrotar. El nombre tenía sentido.

      Riley también notó que algunas personas la miraban cautelosamente. Sin duda habían oído sobre el incidente en su casa de la noche anterior, cuando todo un equipo había corrido a ayudarla luego de su llamada frenética. Probablemente se preguntarán si estoy fuera de mis cabales, pensó. Lo que sabía era que absolutamente nadie en la Agencia creía que Peterson todavía estaba vivo.

      Riley se detuvo en el escritorio de Sam Flores, un técnico de laboratorio con anteojos de montura negra, que estaba trabajando en su computadora.

      “¿Qué noticias tienes para mí, Sam?”, dijo Riley.

      Sam levantó la mirada de la pantalla.

      “Me estás hablando de tu entrada forzada, ¿cierto? Estoy ojeando algunos informes preliminares. Me temo que no habrá mucho. Los chicos de laboratorio no encontraron nada en las piedritas, ni ADN