Riley dijo: —Jenn, ¿recuerdas lo que te dije la primera vez que me hablaste de esto?
Jenn no dijo nada, así que Riley continuó: —Te dije que lidiaríamos con esto. Tú y yo, juntas. ¡No puedes renunciar! Tienes mucho talento. ¿Me entiendes?
Jenn siguió sin decir nada.
En su lugar, Riley oyó el pitido de su servicio de llamada en espera, indicándole que tenía otra llamada.
«Ignórala», se dijo a sí misma.
Pero volvió a oír el pitido. Los instintos de Riley le dijeron que la otra llamada era importante. Ella suspiró y le dijo a Jenn:
—Mira, tengo que atender otra llamada. No cuelgues, ¿vale? Trataré de hablar rápido.
—Está bien —dijo Jenn.
Riley atendió la llamada entrante y oyó la voz ronca de su jefe de equipo en la UAC, Brent Meredith.
—Agente Paige, tenemos un caso. Un asesino en serie en el Medio Oeste. Necesito verte en mi oficina.
—¿Cuándo? —preguntó Riley.
—Ya mismo —dijo Meredith—. Lo más pronto posible.
Riley supo por su tono que este era un asunto urgente.
—Ya voy para allá —dijo Riley—. ¿Quién más asignarás al equipo?
—Esa es tu decisión —dijo Meredith—. Trabajaste bien con el agente Jeffreys y la agente Roston en el caso del Hombre de Arena. Trabaja con ellos si quieres. Los quiero a todos en mi oficina ahora mismo.
Sin decir nada más, Meredith finalizó la llamada.
Riley volvió a la línea de Jenn. Ella dijo: —Jenn, entregar tu placa no es una opción. No en este momento. Te necesito en un caso. Nos vemos en la oficina de Brent Meredith. Y apúrate.
Sin esperar una respuesta, Riley finalizó la llamada. Mientras marcaba el número de su compañero Bill Jeffreys, pensó: «Tal vez otro caso es justo lo que necesita Jenn en este momento.»
Riley esperaba que fuera así.
Mientras tanto, sintió una intensificación familiar de su propia alerta mientras se apresuraba para averiguar de qué podría tratar este nuevo caso.
CAPÍTULO CUATRO
Media hora más tarde, Riley se detuvo en el estacionamiento de Quantico. Cuando le había preguntado a Meredith qué tan rápido la quería allí, había detectado verdadera urgencia en su voz:
—Ya mismo. Lo más pronto posible.
Bueno, cuando Meredith llamaba a su casa, eso significaba que se estaba acabando el tiempo, a veces literalmente, como en su último caso. El llamado Hombre de Arena había utilizado relojes de arena para marcar las horas que transcurrían antes de su siguiente asesinato despiadado.
Pero hoy, algo en el tono de voz de Meredith le dijo que esta situación era apremiante de una forma única.
Mientras se estacionaba, vio que Bill y Jenn también acababan de llegar en sus propios vehículos. Se bajó de su auto y se quedó parada allí, esperándolos.
Sin intercambiar muchas palabras, los tres caminaron hacia el edificio. Riley vio que, como ella, Bill y Jenn habían traído sus bolsos de viaje. No habían necesitado que se les dijera que probablemente estarían volando de Quantico dentro de poco.
Entraron al edificio y se dirigieron hacia la oficina del jefe Meredith. Tan pronto como llegaron a su puerta, el hombre afroamericano imponente y corpulento salió al pasillo. Obviamente había sido notificado de su llegada.
—No hay tiempo para una conferencia —les gruñó a los tres agentes—. Caminaremos y hablaremos al mismo tiempo.
Mientras corrían junto con Meredith, Riley se dio cuenta de que se dirigían directamente a la pista de aterrizaje de Quantico.
«Realmente tenemos mucha prisa», pensó Riley. Era inusual no tener al menos una breve reunión para informarles sobre el nuevo caso.
Caminando al lado de Meredith, Bill preguntó: —¿De qué trata todo esto, jefe?
Meredith dijo: —En este momento hay un cadáver decapitado en una vía férrea cerca de Barnwell, Illinois. Es una línea de tren que sale de Chicago. Una mujer estaba atada a las vías y fue atropellada por un tren de carga, hace tan solo unas horas. Es el segundo asesinato en cuatro días y hay muchas similitudes sorprendentes. Parece que se trata de un asesino en serie.
Meredith comenzó a caminar un poco más rápido, y los tres agentes aceleraron el paso para no quedarse atrás.
Riley preguntó: —¿Quién llamó al FBI?
Meredith dijo: —Yo recibí la llamada de Jude Cullen, el subjefe de la Policía Ferroviaria de Chicago. Dice que quiere perfiladores criminales allí enseguida. Le dije que dejara el cuerpo donde estaba hasta que mis agentes lo vieran. Eso es mucho pedir. Otros tres trenes de carga están programados a pasar por esas vías hoy, así como también un tren de pasajeros. Ahora todos están en espera y se está armando tremendo lío Necesitan ir para allá ahora mismo y echarle un vistazo a la escena del crimen para que el cuerpo pueda ser levantado y los trenes puedan empezar a andar. Y luego… Bueno, tienen un asesino que atrapar. Y estoy bastante seguro de que todos coincidimos en algo: volverá a matar. Aparte de eso, ahora saben lo mismo que yo del caso. Cullen tendrá que ponerlos al día respecto a otros detalles.
El grupo salió a la pista de aterrizaje, donde el pequeño avión a reacción estaba esperando, sus motores ya retumbando.
Sobre el sonido, Meredith dijo: —Ustedes serán recibidos en O'Hare por unos policías ferroviarios quienes los llevarán directamente a la escena del crimen.
Meredith se dio la vuelta y se dirigió de nuevo al edificio, y Riley y sus colegas subieron los escalones hasta el avión. La premura de su partida tenía a Riley mareada. Meredith nunca los había hecho salir tan rápido.
Pero esto no era sorprendente, teniendo en cuenta que el tráfico ferroviario estaba paralizado. Riley no podía ni imaginarse las enormes dificultades que eso podría estar causando en este momento.
Una vez que el avión estaba en el aire, los tres agentes abrieron sus portátiles y entraron en Internet para buscar la poca información que podrían encontrar a estas alturas.
Riley vio que se estaba difundiendo la noticia del asesinato más reciente, aunque el nombre de la víctima actual aún no estaba disponible. Pero vio que el nombre de la víctima anterior era Fern Bruder, una mujer de veinticinco años de edad cuyo cuerpo decapitado había sido encontrado en una vía férrea cerca de Allardt, Indiana.
Riley no pudo encontrar mucho más sobre los asesinatos. Si la policía ferroviaria tenía algún sospechoso o sabía de cualquier móvil, esa información no se había filtrado al público aún. Y, para Riley, eso era bastante bueno.
Aun así, era frustrante no tener más información.
Con tan poco para pensar en relación con el caso, Riley se encontró dándole vueltas a lo que había sucedido hasta ahora. Todavía se sentía mal por haber perdido a Liam, aunque también se dio cuenta que «perder» no era exactamente la palabra correcta.
No, ella y su familia habían hecho lo mejor para el chico. Y ahora todo había resultado para mejor, y Liam estaba bajo el cuidado de personas que lo amarían y cuidarían bien de él.
Aun así, Riley se preguntaba por qué se sentía como una pérdida.
Riley también tenía sentimientos encontrados acerca de haberle comprado un arma a April y haberla llevado al campo de tiro. La madurez de April había enorgullecido a Riley, así como