April soltó un chillido.
—¿Acerté? —preguntó.
Riley señaló el blanco y dijo: —Bueno, le diste al blanco. Nada mal para ser tu primer intento. ¿Cómo se sintió?
April soltó una risita nerviosa y dijo: —Un poco sorprendente. Esperaba más...
—¿Retroceso?
—Sí. Y no fue tan fuerte como esperaba.
Riley asintió y dijo: —Esa es una de las ventajas de una calibre 22. No te estremecerás ni desarrollarás malos hábitos. Mientras que avanzas a armas más poderosas, podrás lidiar con su poder. Adelante, vacía el cartucho.
Mientras April disparó lentamente las nueve rondas restantes, Riley notó un cambio en su rostro. Era una expresión feroz y determinada que Riley se dio cuenta había visto en April en algún momento antes. Riley trató de recordar...
Luego el recuerdo le llegó de golpe.
Riley había perseguido el monstruo llamado Peterson hasta la orilla del río. Tenía a April cautiva, atada de manos y pies y con una pistola en la cabeza. Cuando el arma de Peterson falló, Riley se lanzó sobre él y lo apuñaló, y lucharon en el río hasta que él empujó su cabeza bajo el agua y estuvo a punto de ahogarla.
Su rostro salió a la superficie por un momento, y vio algo que nunca olvidaría...
Sus muñecas y pies todavía atados, April estaba parada sosteniendo la escopeta que Peterson había soltado.
April golpeó a Peterson en la cabeza con ella...
La lucha terminó unos momentos después, cuando Riley le partió la cara con una roca.
Pero nunca se había perdonado a sí misma por haber permitido que April corriera peligro.
Y ahora aquí estaba April, disparando al blanco con la misma expresión feroz en su rostro.
«Se parece tanto a mí», pensó Riley.
Y si April ponía su corazón y su alma en esto, Riley estaba segura de que ella se convertiría en tremenda agente del FBI, quizá hasta mejor que ella.
Pero ¿eso era bueno o malo?
Riley no sabía si sentirse culpable u orgullosa.
Sin embargo, durante la sesión de entrenamiento de media hora, April disparó al blanco cada vez con más confianza y precisión. Para cuando salieron de la tienda de armas y condujeron a casa, Riley definitivamente se estaba sintiendo orgullosa.
April estaba eufórica y habladora, haciendo todo tipo de preguntas sobre el entrenamiento. Riley dio las mejores respuestas que pudo, tratando de no mostrar su ambivalencia sobre el futuro que April parecía querer tanto.
Cuando se acercaron a casa, April dijo: —Mira quién está aquí.
Se le cayó el alma a los pies cuando vio el BMW costoso que estaba estacionado frente a la casa. Sabía que le pertenecía a la última persona en el mundo que quería ver en este momento.
CAPÍTULO TRES
A lo que Riley estacionó su propio vehículo modesto detrás del BMW, se dio cuenta de que las cosas se pondrían bastante desagradables en su casa. Cuando apagó el motor, April tomó el estuche con la pistola y comenzó a bajarse del auto.
—Es mejor que dejes eso aquí por ahora —dijo Riley.
Ciertamente no quería explicarle el arma al visitante no deseado.
—Supongo que tienes razón —contestó April, empujando el estuche debajo del asiento delantero.
—Y que no se te olvide… no le digas nada a Jilly sobre esto —dijo Riley.
—No lo haré —dijo April—. Pero probablemente ya descubrió que me compraste algo, y comenzará a hacer preguntas. Eh, bueno, el domingo le darás su propio regalo y se olvidará de esto.
«¿Su propio regalo?», se preguntó Riley.
Entonces recordó que el domingo era el cumpleaños de Jilly.
Riley se sintió alarmada.
Casi había olvidado que Gabriela había planeado una fiesta familiar para el domingo por la noche.
Y todavía no le había comprado un regalo a Jilly.
«¡Que no se te olvide!», se dijo a sí misma.
Riley y April cerraron el auto con llave y caminaron a casa. Efectivamente, el propietario del auto de lujo, el ex esposo de Riley, estaba sentado allí en la sala de estar.
Jilly estaba sentada en una silla frente a él, su expresión fría mostrando que su visita no le alegraba ni un poquito.
—Ryan, ¿qué haces aquí? —preguntó Riley.
Ryan se volvió hacia ella con esa sonrisa encantadora que muchas veces había debilitado su determinación de sacarlo de su vida por completo.
«Maldición, sigue siendo guapo», pensó.
Ella sabía que se esforzaba mucho para verse así y que pasaba muchas horas en el gimnasio.
Ryan dijo: —Oye, ¿esa es manera de saludar a tu familia? Todavía soy familia, ¿o no?
Nadie habló por un momento.
La tensión era palpable y la expresión que Ryan ahora tenía en el rostro era una de desilusión.
Riley se preguntó qué clase de saludo había esperado recibir.
Llevaba tres meses sin venir a verlas. Antes de eso, habían intentado reconciliarse. Había pasado un par de meses aproximadamente viviendo aquí, pero nunca se había mudado por completo. Él no había vendido la casa cómoda que una vez había compartido con Riley y April, antes de la separación y el divorcio.
Tenerlo cerca había alegrado a las niñas, hasta que él perdió el interés y se volvió a alejar.
Eso había destrozado a las chicas.
Y ahora estaba aquí de nuevo, de la nada y sin previo aviso.
El silencio continuó. Luego Jilly se cruzó de brazos y frunció el ceño. Volviéndose a Riley y April, preguntó: —¿Dónde estaban ustedes?
Riley tragó grueso.
Odiaba mentirle a Jilly, pero este sin duda sería un mal momento para mencionar el arma de April.
Afortunadamente, April dijo: —Fuimos a hacer un mandado.
Ryan miró a April y le dijo: —Hola, cariño. ¿No me merezco un abrazo?
April no hizo contacto visual con él, sino que se quedó parada allí arrastrando los pies. Finalmente dijo: —Hola, papá.
Viéndose como si estuviera a punto de echarse a llorar, April se dio la vuelta y corrió por las escaleras hasta su cuarto.
Ryan quedó boquiabierto.
—¿Qué fue eso? —dijo.
Riley se sentó sola en el sofá, tratando de decidir la mejor forma de manejar la situación.
Ella volvió a preguntar: —¿Qué haces aquí, Ryan?
Ryan se encogió de hombros y dijo: —Jilly y yo estamos hablando de sus tareas escolares. Bueno, estoy tratando hacerla hablar de eso. ¿Sus notas han estado bajando? ¿Eso es lo que no quiere decirme?
—Tengo buenas notas —dijo Jilly.
—Entonces cuéntame todo sobre la escuela