Sea lo que fuere lo que el hombre estaba tratando de hacer con ella, no podía luchar.
Sintió al hombre levantándola y tirándola en la parte trasera de su ranchera, en medio de la maraña de alambre de púas. El hombre no le quitó el trapo de la cara, y ella no pudo evitar respirar los gases.
Hope Nelson apenas sentía los dolores punzantes por todo su cuerpo mientras perdió el conocimiento.
CAPÍTULO UNO
Mientras preparaba dos bisteques, Riley Sweeney volvió a pensar: «Quiero que esta noche sea especial.»
Ella y su prometido, Ryan Paige, habían estado demasiado ocupados últimamente. El programa agotador de prácticas del FBI de Riley y el nuevo trabajo de Ryan como abogado de nivel inicial en un bufete de abogados tomaba todo su tiempo y energía. Ryan hasta había tenido que trabajar hoy sábado.
Aunque Riley había cumplido 22 años hace casi dos semanas, simplemente no había habido tiempo para celebrar. Ryan le había comprado un collar bonito, pero Riley no disfrutó ni de un pastel ni de una cena especial. Esperaba que la cena especial de esta noche compensara por ello.
Además, esta probablemente era la última oportunidad que tendrían de pasar tiempo juntos. Riley había completado sus prácticas ayer, y mañana tenía que partir a la Academia del FBI en Quantico, Virginia. Ryan se quedaría aquí en Washington, D.C. Aunque solo estarían a una hora de distancia, los dos estarían trabajando muy duro. No sabía cuándo volverían a tener tiempo para compartir.
Siguiendo una receta detallada, Riley terminó de marinar los bisteques con sal, pimienta, cebolla en polvo, mostaza molida, orégano y tomillo. Luego se quedó mirando su obra. Había preparado una ensalada y cortado champiñones en rodajas para asarlos con los bisteques y ya había metido dos papas al horno. En el refrigerador, había una tarta de queso que había comprado para el postre.
Había arreglado la pequeña mesa de cocina, hasta llenando un jarrón con flores que había comprado junto con el resto de los comestibles. Una botella de vino tinto barato pero muy rico estaba esperando por ellos.
Riley miró su reloj. Ryan ya debía haber llegado, y ella esperaba que no tardara mucho tiempo más. Quería terminar de asar los bisteques mientras hablaban para que no se enfriaran.
Entretanto, no se le ocurría nada más por hacer. Había pasado toda el día lavando ropa, limpiando su pequeño apartamento, haciendo compras y preparando comida, tareas domésticas que rara vez había tenido tiempo para hacer desde que ella y Ryan se mudaron juntos a principios de verano. Le agradaba la cotidianidad de dichas tareas.
Aun así, no pudo evitar preguntarse: «¿Así será la vida matrimonial?»
Si lograba su objetivo de convertirse en agente del FBI, ¿podría tomarse el tiempo para asegurarse de que Ryan encontrara todo lindo y ordenado cada vez que llegara del trabajo? No parecía probable.
A Riley le resultaba difícil visualizar ese futuro, o cualquier futuro en específico.
Se dejó caer en el sofá. A lo que cerró los ojos, se dio cuenta de que estaba muy cansada.
«Lo que ambos necesitamos son unas vacaciones», pensó.
Pero sabía que no podrían irse de vacaciones en mucho tiempo.
Sintiéndose un poco somnolienta, recordó algo justo cuando estaba a punto de quedarse dormida…
Estaba atada de pies y manos por un loco que llevaba un disfraz y maquillaje de payaso.
El hombre sostuvo un espejo en su rostro y dijo: —Estás lista. ¡Mírate!
Vio que la había maquillado para parecer un payaso.
Se horrorizó al ver que estaba sosteniendo una jeringa frente a ella. Sabía que si le inyectaba su contenido mortal, moriría de terror…
Los ojos de Riley se abrieron de golpe y ella comenzó a estremecerse.
Hace dos meses, había estado a punto de morir a manos del famoso «Asesino de Payasos». Aún revivía su terrible experiencia a veces.
Mientras trataba de olvidar, oyó que alguien se acercaba por las escaleras del edificio de apartamentos al pasillo del sótano.
«¡Ryan llegó a casa!», pensó.
Se levantó del sofá y verificó el horno para asegurarse de que estaba a temperatura máxima. Luego apagó las luces del apartamento y encendió las velas que había puesto sobre la mesa. Finalmente, se acercó a la puerta y encontró a Ryan abriéndola.
Riley le echó los brazos al cuello y le dio un beso. Pero él no le regresó el beso, y ella sintió su cuerpo hundiéndose de agotamiento.
Miró el apartamento iluminado con velas y espetó: —Riley, ¿qué demonios es esto?
Riley se sintió terrible.
Ella dijo: —Preparé la cena.
Ryan entró, bajó su maletín y se dejó caer sobre el sofá.
—No debiste haberte molestado —dijo—. Hoy fue un día de mierda. Y no tengo mucha hambre.
Riley se sentó a su lado, le frotó los hombros y le dijo: —Pero todo está prácticamente listo. ¿Ni siquiera te provoca un bistec?
—¿Bistec? —preguntó Ryan sorprendido—. ¿Nos lo podemos permitir?
Riley ahogó una oleada de irritación y no respondió. Ella manejaba las finanzas del hogar, así que sabía muy bien lo que podían y no podían permitirse.
Aparentemente percibiendo el desánimo de Riley, Ryan dijo: —Sí, me provoca un bistec. Dame unos minutos para lavarme las manos.
Ryan se levantó y se dirigió al baño. Riley volvió rápidamente a la cocina, sacó las papas del horno y terminó de asar los bisteques.
Ryan estaba sentado en la mesa para cuando Riley volvió con ambos platos. Vio que había servido vino para ambos.
—Gracias, todo esto es muy agradable. —Mientras cortaba su bistec, añadió—: Me temo que traje un poco de trabajo a casa. Tendré que terminarlo a lo que terminemos de comer.
Riley contuvo un suspiro de desilusión. Esperaba que su cena terminara de forma más romántica.
Ella y Ryan comieron en silencio durante unos momentos. Luego Ryan comenzó a quejarse de su día: —Los abogados de nivel inicial somos esclavos. Tenemos que hacer todo el trabajo pesado para los socios: investigar, preparar alegatos, asegurarnos de que todo esté listo para los tribunales. Y trabajamos mucho más que los socios. Todo el trabajo parece novatadas de fraternidad, excepto que nunca se detiene.
—Todo mejorará —dijo Riley, antes de forzar una risa y añadir—: Algún día tú serás socio. Y tendrás a muchos abogados de nivel inicial que solo se quejarán de ti.
Aunque Ryan no se rio, Riley no podía culparlo. Ahora que lo pensaba, parecía un chiste patético.
Ryan siguió quejándose durante toda la cena, y Riley no sabía si se sentía más herida o enojada. ¿No apreciaba lo mucho que se había esforzado para que esta noche fuera perfecta?
¿Y no entendía lo mucho que sus vidas estaban a punto de cambiar?
Cuando Ryan se quedó callado durante unos momentos, Riley dijo: —Mira, mañana habrá una reunión en el edificio del FBI para celebrar el fin de las prácticas. ¿Podrás venir?
—Me temo que no, Riley. También tengo que trabajar mañana.
Riley se quedó sin aliento y dijo: —Pero mañana es domingo.
Ryan se encogió de hombros y dijo: —Sí, bueno,