Riley volvió a tragar grueso. Tenía razón, por supuesto.
«Esto sí que es empatía», pensó.
Recordó la noche del asesinato, cuando estuvo afuera de la habitación de Rhea deseando poder entrar, sintiéndose como si descubriría algo importante si lo hiciera.
Pero había perdido esa oportunidad. Cuando Riley finalmente logró entrar, vio que la habitación estaba totalmente limpia, como si nada hubiera pasado allí.
Dijo lentamente: —Quiero entender el por qué. Quiero saber…
Su voz se quebró. ¿Se atrevía a decirle a Hayman, o a cualquier otra persona, la verdad?
¿Que quería entender la mente del hombre que había matado a su amiga?
¿Que quería empatizar con él?
Se sintió aliviada cuando Hayman asintió, pareciendo entender.
—Sé cómo te sientes. Yo solía sentirme igual. —Abrió un cajón de su escritorio, sacó un libro y se lo entregó—. Te prestaré este libro. Es un buen comienzo.
El libro se llamaba: Mentes oscuras: La personalidad asesina
A Riley le sorprendió ver que el mismísimo Dr. Dexter Zimmerman era el autor.
Hayman dijo: —El hombre es un genio. Ni te imaginas las cosas que revela en este libro. Tienes que leerlo. Podría cambiar tu vida. Desde luego cambió la mía.
Riley se sintió abrumada por el gesto de Hayman.
—Gracias —dijo dócilmente.
—De nada —dijo Hayman con una sonrisa.
Riley salió del aula y se echó a correr a la biblioteca, ansiosa por sentarse a leer el libro.
Sintió una punzada de temor a la vez.
—Podría cambiar tu vida —le había dicho Hayman.
¿Sería para bien o para mal?
CAPÍTULO SIETE
Riley se sentó en un escritorio en la biblioteca de la universidad. Colocó el libro sobre la mesa y se quedó mirando el título: Mentes oscuras: La personalidad asesina, por el Dr. Dexter Zimmerman.
No estaba segura del por qué, pero le alegró haber elegido empezar a leer el libro aquí en vez de en su dormitorio. Tal vez simplemente no quería ser interrumpida ni que nadie le preguntara qué estaba leyendo y por qué.
O tal vez era algo más.
Tocó la cubierta y sintió un cosquilleo extraño…
¿Miedo?
No, eso no era.
¿Por qué le asustaría un libro?
Sin embargo, se sentía ansiosa, como si estuviera a punto de hacer algo prohibido.
Ella abrió el libro y sus ojos se posaron en la primera frase:
Mucho antes de cometer un asesinato, el asesino tiene el potencial para cometer ese asesinato.
Mientras leía las explicaciones del autor para esta declaración, se sintió sumirse en un mundo oscuro y terrible… Un mundo desconocido, pero que se sentía misteriosamente destinada a explorar y tratar de entender.
Mientras pasaba las páginas, fue introducida a un monstruo asesino tras otro.
Conoció a Ted Kaczynski, conocido como el «Unabomber», quien utilizó explosivos para matar a tres personas y herir a otras veintitrés.
Y luego conoció a John Wayne Gacy, a quien le gustaba vestirse como payaso y entretener a niños en fiestas y eventos de caridad. Era querido y respetado en su comunidad. Agredió sexualmente y asesinó a treinta y tres niños y hombres jóvenes, muchos de cuyos cuerpos escondió en el sótano de su casa.
A Riley le fascinó Ted Bundy, quien finalmente confesó a treinta asesinatos, aunque quizá asesinó a muchas más personas. Guapo y carismático, se había acercado a sus víctimas femeninas en lugares públicos y ganado su confianza con facilidad. Se describía a sí mismo como «el hijo de puta más duro que jamás han conocido». Pero las mujeres que asesinó no se percataron de su crueldad hasta que fue demasiado tarde.
El libro estaba lleno de información sobre este tipo de asesinos. Bundy y Gacy habían sido notablemente inteligentes y Kaczynski había sido un niño prodigio. Tanto Bundy como Gacy habían sido criados por hombres violentos y crueles y habían sido víctimas de abuso sexual de jóvenes.
Pero Riley se preguntó qué es lo que los había convertido en asesinos. Un montón de personas que habían sido traumatizadas en sus infancias no asesinaban.
Ella escudriñó el texto del Dr. Zimmerman en busca de respuestas.
Según su evaluación, los delincuentes homicidas sabían distinguir el bien del mal y también eran conscientes de las posibles consecuencias de sus acciones. Pero eran los únicos capaces de echar todo eso a un lado para cometer sus crímenes.
Zimmerman también escribió lo que había dicho en clase: que los asesinos no eran capaces de empatía. Pero eran excelentes impostores que podían fingir empatía y otros sentimientos normales, haciéndolos difíciles de detectar y a menudo simpáticos y encantadores.
Sin embargo, a veces había señales de advertencia visibles. Por ejemplo, un psicópata suele amar el poder y el control. Espera ser capaz de alcanzar metas grandiosas y poco realistas sin mucho esfuerzo, como si el éxito es simplemente lo que se merece. Haría lo que fuera para alcanzar dichos objetivos. Nada estaba fuera de juego, incluyendo lo cruel y criminal. Suele culpar a otros por sus fracasos, y miente fácilmente y con frecuencia…
La mente de Riley estaba perpleja por la gran cantidad de información e ideas contenidas en el libro de Zimmerman.
Pero mientras leía, seguía pensando en la primera frase del libro...
Mucho antes de cometer un asesinato, el asesino tiene el potencial para cometer ese asesinato.
Aunque los asesinos eran diferentes en muchos aspectos, Zimmerman parecía estar diciendo que había un cierto tipo de persona que estaba destinada a matar.
Riley se preguntó por qué tales personas no eran descubiertas y detenidas antes de que pudieran empezar a asesinar.
Riley estaba ansiosa por seguir leyendo y averiguar si Zimmerman tenía alguna respuesta a esa pregunta. Pero miró su reloj y se dio cuenta de que había pasado mucho tiempo leyendo. Tenía que irse ahora o llegaría tarde a su siguiente clase.
Ella salió de la biblioteca y cruzó el campus, sosteniendo el libro del Dr. Zimmerman con fuerza mientras caminaba. A mitad de camino a su clase, no pudo resistirse a la atracción del libro, y ella lo abrió y ojeó partes del texto mientras caminaba.
Entonces oyó una voz masculina decir: —Oye, ¡cuidado!
Riley se detuvo en seco y levantó la mirada de su libro.
Ryan Paige estaba de pie en la acera justo en frente de ella, sonriéndole.
Parecía entretenerle lo distraída que estaba Riley.
Él dijo: —Guau, el libro que estás leyendo debe ser bien bueno. Estuviste a punto de chocarme. ¿Puedo echarle un vistazo?
Muy avergonzada ahora, Riley le entregó el libro.
—Estoy impresionado —dijo Ryan, hojeando unas páginas—. Dexter Zimmerman es un genio. No me especializaré en derecho penal, pero tomé unas clases con él como estudiante de pregrado. Realmente me impactó. He leído algunos de sus libros, pero no este. ¿Es tan bueno como supongo que es?
Riley se limitó a asentir.
La