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circular muy elevado y pisos brillantes de mármol. La habitación era circular, y estaba bordeada por columnas ornamentadas y estatuas elevadas montadas sobre pedestales.

      De pie a los lados de la habitación, había cientos de vampiros, de todas las posibles razas y credos. Kyle sabía que en su mayoría eran mercenarios, tan malvados como él. Todos observaban pacientemente mientras el Gran Consejo, en el lado opuesto de la habitación, se sentaba detrás de su banco y repartía su juicio. Sintió la tensión en la habitación.

      Kyle entró, prestando atención a todo. Ir al Consejo era lo correcto. Podría haberlos pasado por alto, podría cazar a Caitlin por su cuenta, pero el Consejo tendría servicios de inteligencia que podrían guiarlo con mayor rapidez. Más importante aún, necesitaba su aprobación oficial. Encontrar Caitlin no era tan sólo una cuestión personal, sino también  una cuestión de la mayor importancia para la raza de los vampiros. Si el Consejo lo apoyaba, y estaba seguro de que lo iban a hacer, no sólo tendría su venia pero también sus recursos. Podría matarla más rápido y regresar a su casa pronto, listo para terminar su guerra.

      Sin su aprobación, no sería más que otro pícaro vampiro mercenario. Eso no le causaba ningún problema pero no quería pasar el resto de su tiempo cuidándose las espaldas: si actuaba sin su aprobación, podrían enviar vampiros para matarlo. Sabía que podría hacerse cargo, pero no quería perder el tiempo y la energía de esa manera.

      Pero si ellos rechazaban su solicitud, estaba totalmente preparado para hacer lo que tenía que hacer para cazarla.

      En definitiva, era sólo una formalidad más en un número sin fin de formalidades de los vampiros. Esta etiqueta era el pegamento que los mantenía unidos -pero también le molestaba sobremanera.

      Cuando Kyle caminó al interior de la sala, observó al Consejo. Eran tal como los recordaba. Al otro lado de la cámara, los 12 jueces del Gran Consejo se sentaron sobre una tarima elevada. Vestían túnicas negras, duras, todos llevaban capuchas negras que cubrían sus rostros. No obstante, Kyle sabía cómo eran. Los había enfrentado muchas veces a lo largo de los siglos. Una vez, y sólo una vez, se habían quitado sus capuchas y había visto sus rostros grotescos y  envejecidos, rostros que habían recorrido el planeta durante millones de años. El solo recuerdo lo hizo estremecer. Eran horribles criaturas de la noche.

      Sin embargo, eran el Gran Consejo de su tiempo, y siempre habían vivido aquí, desde que habían construido el Panteón. Realmente era  una parte de ellos, este edificio y nadie de su especie, ni siquiera Kyle, se atrevían a cuestionar sus dictámenes. Sus poderes eran demasiado intensos, y los recursos a su alcance demasiado vastos. Tal vez, Kyle podría matar a uno o dos de ellos, pero los ejércitos que convocarían, desde todos los rincones del mundo, finalmente lo cazarían.

      Los cientos de vampiros en la habitación habían llegado a presenciar los juicios del Consejo, y esperaban el momento de su audiencia. Siempre se alineaban ordenadamente a los lados, prestando atención en un gran círculo, en la periferia, dejando el centro de la habitación totalmente abierta. Salvo por una sola persona. Siempre era la persona que tenía que estar frente a ellos en el juicio.

      En ese momento, se trataba de una pobre alma, de pie, que temblaba  de miedo frente a ellos y observaba sus capuchas inescrutables, a la espera de su juicio. Kyle ya había estado en ese lugar. No era algo  agradable. Si no les gustaba el asunto que llevabas ante ellos, posiblemente, te mataban en el acto, por puro capricho. Nunca ibas delante de ellos a la ligera -siempre se trataba de una cuestión de vida o muerte.

      "Espera aquí" Lore susurró a Kyle mientras se dirigía hacia el gentío. Kyle permaneció en la periferia, observando.

      Mientras Kyle observaba, un juez asintió muy ligeramente y dos soldados vampiros aparecieron de ambos lado. Cada uno agarró uno de los brazos de la persona frente al Consejo.

      "¡No! ¡No! "Gritó.

      Pero no le sirvió de nada. Lo llevaron a la rastra mientras gritaba y luchaba, a sabiendas de que lo conducían a la muerte, y que nada de lo que dijera o hiciera podría salvarlo. Debió pedirles algo que ellos no habían aprobado, Kyle se dio cuenta, mientras los gritos del vampiro resonaban por toda la cámara. Por último, se abrió una puerta, lo llevaron afuera, y la puerta se cerró detrás de él. La sala quedó nuevamente en silencio.

      Kyle pudo sentir la tensión en el aire mientras los demás vampiros se miraban entre sí, temiendo el momento de la audiencia.

      Kyle vio a Lore acercarse a un asistente, junto al Consejo, y le susurró  al oído. A su vez, el asistente se acercó a un juez, se arrodilló y le susurró al oído.

      El juez volvió la cabeza muy ligeramente, y el hombre señaló a Kyle. Incluso desde esa gran distancia, Kyle pudo sentir los ojos del juez escondidos en su capucha perforarlo. A su pesar, Kyle sintió un escalofrío. Finalmente, estaba ante la verdadera maldad.

      El encargado asintió, y esa fue la señal para Kyle.

      Kyle se abrió paso entre la multitud y caminó directamente al centro del  cuarto vacío. Estaba parado en el pequeño círculo en el centro de la habitación -el lugar. Sabía que si miraba hacia arriba, directamente encima de su cabeza estaba el agujero en el techo, el óculo, abierto al cielo. Durante el día, entraba un rayo de sol; ahora, al atardecer, la luz se filtraba y era muy débil. La habitación estaba iluminada principalmente por antorchas.

      Kyle se arrodilló e hizo una reverencia, esperando que se dirigieran a él tal como lo exigía la etiqueta vampiro apropiada.

      "Kyle de la Cofradía Marea Negra", un juez anunció lentamente. "Eres valiente para acercarte a nosotros sin previo aviso. Si tu solicitud no recibe nuestra aprobación, sabes que te arriesgas a la pena de muerte ".

      No era una pregunta; se trataba de un comunicado. Kyle conocía las consecuencias. Pero él no temía el resultado.

      "Lo sé, mi señor," dijo Kyle simplemente y esperó.

      Finalmente, después de un ligero murmullo, se escuchó otro pronunciamiento: "Entonces, habla. ¿Qué es lo que quieres de nosotros? "

      "He venido de otro tiempo. De doscientos años en el futuro."

      Un fuerte murmullo emergió en toda la habitación. Un asistente golpeó tres veces el suelo con su bastón y gritó: "¡Silencio!"

      Finalmente, el cuarto se calmó.

      Kyle continuó. "Yo no hago viajes en el tiempo a la ligera, ya que ninguno de nosotros lo hacemos. Había una urgencia. En el futuro, en época en que yo vivo, habrá una guerra, una gloriosa guerra de vampiros. Comenzará en Nueva York y se extenderá desde allí. Es el Apocalipsis de vampiros que hemos soñado. Nuestra especie saldrá  finalmente victoriosa. Vamos a acabar con toda la raza humana y la esclavizaremos. También vamos a acabar con las cofradías de vampiros benévolos, y a cualquiera que se interponga en nuestro camino.

      "Lo sé, porque yo soy el líder de esta guerra."

      En ese momento emergió otro rumor, seguido por el estruendo del bastón.

      "Pero mi guerra no ha sido completada", gritó Kyle por encima del estruendo. "Aun hay un problema, una persona que puede arruinar todo lo que hemos logrado, que puede arruinar ese futuro glorioso para nuestra raza. Ella viene de un linaje especial y ha regresado en el tiempo, probablemente para escaparse de mí. He vuelto para encontrarla y matarla de una vez por todas. Hasta que lo haga, el futuro seguirá siendo incierto para todos nosotros.

      "Hoy vengo ante ustedes para pedir permiso para matarla, aquí, en su ciudad y en su tiempo. También me gustaría su ayuda para encontrarla. "

      Kyle bajó su cabeza y esperó. Su corazón latía muy rápido mientras esperaba el veredicto. Por supuesto, necesitaban tener su mejor interés para ayudarlo, y no veía razón para que no fuera así. Pero, de nuevo, estas criaturas que habían vivido por millones de años, más viejas incluso que él, eran completamente impredecibles. Nunca sabía cuál era la agenda de los doce y sus resoluciones siempre parecían tan arbitrarias como el viento.

      Esperó en medio del espeso silencio.

      Finalmente, se aclararon la garganta.

      "Por