La separación de todas las almas de todos los habitantes fue completada en unos pocos años pero, debido a la escasez de materiales adecuados para la fabricación de nuevos cuerpos cibernéticos, el traslado se estaba llevando con mucha lentitud. Se decidió, entonces, proceder a la conservación de las "esencias" en envoltorios ovoides especiales destinados a este fin, de manera que se preservasen de la destrucción hasta que su nuevo exoesqueleto no fuese fabricado.
Los primeros nuevos seres creados, ahora ya practicamente inmortales, comenzaron una nueva epopeya de exploraciones del cosmos a la búsqueda, esta vez, de planetas que pudiesen proporcionarles las necesarias materias primas para la finalización del proyecto. De estos fueron identificados diez, incluso a distancia de años luz de su planeta natal, en los que fueron construidos auténticos laboratorios donde los recursos de los planetas podÃan ser extraÃdos y utilizados in situ para la realización de los nuevos cuerpos. Fudamentalmente era la presencia de helio-3 el que, mediante un complejo sistema de fusión nuclear, garantizarÃa a la estructura de cada uno de los kerianos una fuente prácticamente inagotable de energÃa. Para alcanzar aquellos planetas tan lejanos se crearon auténticos portales interestelares, a través de los cuales los contenedores con las almas de los habitantes y los aparatos necesarios eran transferidos a los laboratorios de ensamblaje. La realización de cada uno de los cuerpos, la instalación de cada una de las almas y su completa activación requerÃa cada vez un procedimiento muy largo pero, para ellos, ahora ya el tiempo no era un problema.
«Hemos recibido un extraño mensaje de la instalación λ anunció el keriano encargado de las transmisiones.
«¿Cuál es el mensaje?» replicó su superior, que respondÃa al nombre de Supervisor RTY y cuya conformación fÃsica recordaba mucho a una especie de araña de patas larguÃsimas y cuerpo macizo.
«Se ha interrumpido de manera extraña antes de completarse. Esto es todo lo que nos ha llegado» y transmitió en subluz4 el fragmento de la comunicación.
Laboratorio atacado. Enviamos de vuelta...
«¿Qué cosa envian? ¿Atacado por quién?»
«No hay nada más. Desde ese momento las comunicaciones con Πse han interrumpido.»
«Intentemos reestablecerlas los más pronto posible y entender qué ha sucedido» ordenó RTY. «Hay más de diez millones de almas en ese laboratorio a la espera de ser trasladadas.»
«Lo sé muy bien» dijo el encargado de las transmisiones. «Pero, por el momento, lo único que recibo es la señal del contenedor (|) que está recorriendo el túnel de intercomunicación.»
«Quizás sea eso lo que nos están enviando de vuelta.»
«Pronto lo descubriremos. Estará aquà dentro de trescientos veinte cens.»
Tell-el-Mukayyar â La energÃa de las pirámides
«Aquà están, están bajando» dijo Petri indicando las tres naves espaciales que estaban rápidamente acercándose al campo de excavación.
«Disposición estándar» ordenó Azakis, en su comunicador portátil, a los pilotos de las naves.
Los dos alienÃgenas, junto con Jack y Elisa, quedaron en silencio mientras observaban las naves espaciales que completaban las rápidas y precisas maniobras de aterrizaje.
«Deberemos activar un campo de fuerza en cúpula para recrear una atmósfera más adecuada a nuestro sistema respiratorio» sugirió Petri.
«Estoy de acuerdo» replicó Azakis. «Ya estoy aburrido de ponerme estos malditos artilugios» e indicó los dos tubos del respirador que tenÃa enfilados en las narices.
«Hay demasiado oxÃgeno aquà para nosotros. Quizás habrÃa sido mejor organizar nuestra base de emergencia en alta montaña.»
«No, hombre. Por lo menos por el momento. El campo de fuerza será más que suficiente a la espera de organizarnos un poco mejor.»
«Vale, tú eres el jefe» dijo Petri, dando énfasis a la frase con una especie de saludo militar que habÃa visto hacer a los soldades terrrestres.
«Nave espacial número dos. Activar la cúpula de contención» dijo de nuevo Azakis en su intercomunicador.
Partiendo desde lo más alto de la nave espacial central, traicionado sólo por una ligera vibración del aire, una especie de velo casi invisible se extendió rápidamente en un radio de, aproximadamente, cien metros, formando una capa con forma de semi esfera que, desde el ápice de la pirámide virtual de la nave espacial número dos, se extendÃa uniformemente hasta hundirse en el terreno arenoso del desierto.
«Realmente un buen trabajo» exclamó Petri satisfecho.
«¿Por qué se han colocado de esa manera?» preguntó Elisa con curiosidad.
«¿De qué manera?» respondió Azakis. «¿Qué quieres decir?»
«Las naves espaciales. Las pirámides que han formado están casi en lÃnea recta y dispuestas con una de las caras hacia el sur. Las dos de los extremos están aparentemente alineadas mientras que las centrales parecen que están, levemente, fuera de los ejes.»
«Tienes unas excelentes dotes de observación» comentó Azakis,
«El caso es que me recuerdan mucho a otra cosa.»
«¿Qué cosa exactamente?» preguntó entonces el coronel que se sintió interesado de repente en la discusión.
«¿Has estado alguna vez en Egipto?»
«Hace mucho tiempo.»
«¿Y has visto la llanura de Giza?»
«Por supuesto que sû respondió Jack. A continuación, dándose una manotada sobre la frente, exclamó «Pues claro. Están puestas igual que las tres pirámides más grandes.»
«Keops, Kefren y Micerino» precisó la doctora.
«No tengo ni idea de lo que estáis hablando» dijo Azakis perplejo.
«Espera» dijo entonces Elisa. «Te lo enseño» y se dirigió con paso veloz hacia la tienda laboratorio. Salió de ella después de poco menos de un minuto llevando en la mano un grueso libro realmente antiguo. Mientras se acercaba a los otros tres, iba pasando rápidamente las páginas. «Aquà está. Mira» y se lo mostró al alienÃgena.
«Interesante... ¿Qué son?»
«Déjame ver» dijo Petri sacando el libro de las manos del compañero. «Ah, sÃ. He visto este tipo de construcciones. Son parecidas a aquella de allû e indicó el zigurat detrás del campamento. «Pero deben haber sido construidas por otro pueblo y en distintos periodos de tiempo.»
«¡Muy bien, Petri! Tienes razón. Nuestros estudiosos, desde el dÃa de su descubrimiento, se han estrujado el cerebro para comprender el motivo por el cual habÃan sido construidas