«¿Y quién ha perdido el sistema de control remoto?»
«Eso fue culpa tuya. El método de enganche era defectuoso.»
«Vale, vale. Lo que ha sucedido, ha sucedido. Intentemos llegar hasta el fondo del asunto. Aunque yo sea un incorregible optimista, por el momento no consigo encontrar una solución brillante.»
«Serán las ondas gamma» replicó Azakis pagando al compañero con la misma moneda. «Asumiendo que esas cuatro neuronas que merodean por tu cerebro vacÃo todavÃa sean capaces de emitirlas.»
«Después de esta pésima broma puedo finalmente anunciar que el viejo Zak está de nuevo entre nosotros. Bienvenido.»
«Entonces, ¿te ves capaz de llevar esta nave espacial al lugar de la explosión sin hacerla estrellar sobre cualquier accidente del terreno lunar?»
«Por supuesto, jefe. A tus órdenes» exclamó Petri imitando los modales militares que habÃa vitso usar a menudo a sus amigos terrestres. «Destino la luna» añadió alegremente, después de haber preparado los motores y configurado la ruta hacia el satélite.
Se necesitaron sólo un par de minutos para alcanzar el lugar donde la Theos se habÃa desintegrado. La nave espacial comenzó a sobrevolar lentamente la zona de la cara oculta de la luna que habÃa sufrido el impacto de la explosión. El terreno, normalmente muy accidentado y lleno de cráteres provocados por los antiguos impactos de centenares de meteoros que, durante millones de años, lo habÃan literalmente acribillado, ahora se mostraba, en una superficie de casi seiscientos kilómetros cuadrados, increÃblemente liso y pulido. La onda de energÃa generada por la deflagración habÃa hecho desaparecer todo. Rocas, cráteres y depresiones ya no existÃan. Era como si una gigantesca apisonadora hubiese pasado sobre la zona dejando detrás de sà una interminable llanura de suave arena gris.
«IncreÃble» exclamó Petri. «Parece que volamos sobre el inmenso desierto del Sihar en Nibiru.»
«La hemos hecho buena» dijo Azakis desconsolado.
«¡Que va! ¿No ves lo hermoso que es ahora el panorama? Antes la superficie tenÃa más arrugas que nuestro Anciano Supremo, ahora, en cambio está lisa como la piel de un niño.»
«No me parece que haya quedado mucho de nuestra querida astronave.»
«Estoy haciendo un anáilis en profundidad del área pero el trozo más grande que he detectado tendrá, más o menos, un centÃmetro cuadrado.»
«No hay más que decir. El sistema de autodestrucción ha funcionado estupendamente.»
«Eh, Zak» exclamó Petri de repente. «Según tú, ¿qué es aquello?» e indicó un punto oscuro sobre la pantalla principal.
«Ni idea... no se ve bien. ¿Qué dicen los sensores?»
«No están detectando nada. Según ellos allà no hay nada más que arena pero a mà me parece ver algo más.»
«Es imposible que los sensores no detecten nada. Prueba a hacer un test de calibración.»
«Dáme un segundo.» Petri trasteó con una serie de comandos holográficos y a continuación sentenció «Los parámetros están dentro de lo normal. Parece que todo funciona correctamente.»
«Extraño... Intentemos acercarnos un poco.»
La nave espacial número seis se movió lentamente en dirección a aquel extraños objeto que parecÃa aflorar de la capa de polvo y arena gris.
«Máxima ampliación» ordenó Azakis. «¿Pero qué es?»
«Por lo poco que se consigue ver, parece una sección de una estructura artificial» intentó adivinar Petri.
«¿Artificial? No creo que ninguno de nosotros haya instalado nada sobre la luna.»
«Quizás hayan sido los terrestres. Creo haber leÃdo en algún sitio que han hecho unas cuantas expediciones sobre este satélite.»
«Lo más extraño es que los sensores no están revelando nada de aquello que, sin embargo, están viendo nuestros ojos.»
«No sé qué decirte. Quizás la explosión los ha dañado.»
«Pero si acabo de hacer una prueba y todo estaba en orden» rebatió Azakis perplejo.
«Entonces, esa cosa que estamos viendo debió de ser hecha con un material desconocido para nosotros y que nuestros sensores no son capaces de analizar.»
«¿Quieres decir que los terrestres han conseguido inventar un compuesto que ni siquiera nosotros conocemos, lo han traÃdo hasta aquà arriba y han construido una base o algo parecido?»
«Y, para colmo, ahora la hemos destruÃda» comentó Petri desconsolado.
«Nuestros amigos no dejan jamás de sorprendernos, ¿eh?»
«Cierto... Bueno, nos hemos dado un paseÃto. Yo dirÃa que, por el momento, lo dejásemos correr. Tenemos cosas más importantes que hacer ahora. ¿Qué dices, jefe?»
«Digo que tienes toda la razón. Dado que de la Theos no ha quedado nada que podamos reutilizar pienso que podrÃamos irnos de aquÃ.»
«¿En ruta hacia la tierra?»
«Volvamos al campamento de Elisa e intentemos utilizar su H^COM para contactar con Nibiru.»
«¿Y nuestros compañeros de viaje? No podemos dejarlos de ninguna manera aquà arriba» dijo Petri.
«Debemos organizar una base de apoyo en la tierra. Podremos instalar una especie de campamento cerca del de nuestros amigos.»
«Me parece una genial idea. ¿Advierto al resto de la tripulación?»
«SÃ. Dales las coordenadas del campamento de la excavación y pÃdeles que organicen la preparación de una estructura de emergencia. Nosotros descenderemos primero y nos ocuparemos de contactar con los Ancianos.»
«Vamos» exclamó Petri alegremente. «Y pensar que hasta hace poco me preocupaba qué podrÃa hacer para superar el aburramiento del viaje de regreso.»
En el mismo momento, a una distancia de, aproximadamente, 500 U.A.2 de nuestro sol, un extraño objeto de forma oval apareció prácticamente de la nada, precedido de un rayo azulado que rasgó el negro absoluto del espacio. Se movió en lÃnea recta durante casi cien mil kilómetros a una velocidad increÃble antes de desaparecer de nuevo, engullido por una especie de enorme vórtice plateado con reflejos dorados. Toda la acción duró sólo unos pocos segundos tras lo cual, como si nada hubiese sucedido, aquel lugar tan remoto y desolado del espacio profundo entró de nuevo en la quietud total en la cual habÃa estado inmerso hasta ese momento.
Tell-elMukayyar â Contacto con Nibiru
«SÃ, coronel» dijo, en un tono muy claro, una voz al otro lado de la lÃnea. «Nos han informado desde distintos puntos de observación de la tierra de un resplandor inusual emitido probablemente desde la luna.»
«Pero la luna no emite "resplandores"» replicó Jack contrariado.
«Con respecto a esto, tiene razón, señor. Puedo decirle que nuestros cientÃficos están