EL PREMIO NOBEL
O
Todo un personaje
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Mois Benarroch
Published by Mois Benarroch
© 2015, Mois Benarroch
Cubierta: Alan Green
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"Narrar, decía mi padre, es como jugar al póker, todo el secreto consiste en parecer mentiroso cuando se está diciendo la verdad. "
Ricardo Piglia
1.
Yo en esa época no sé si todavía era escritor o si era algo que no se podía definir. Por un lado ya no podía dejar de ser escritor después de haber publicado veinte libros controversiales. Creo que la gente se acordaba más bien de lo que les había molestado que de lo que había escrito. Era más controversial que leído. Nunca esperé que ese sería mi destino literario y pasado los cincuenta ya no podía o no sabía o no conseguía hacer otra cosa. Ganaba muy poco dinero y escribía por pura inercia, un libro detrás de otro, como una máquina. Libros que no se publicaban, o que, peor, se publicaban en editoriales pequeñas con tiradas mínimas y no se vendían. Era como una máquina de escribir, una maquina que no era consciente de lo que hacía. No sabía adónde iba ni que me llevaba a ese sitio, a esa meta. Como toda mi vida, seguía esperando algo. Algo que no llegó hasta hoy.
Veía muy poca gente, tenía poco que hablar con el mundo, sólo me quedaba la página con quien conversar. Años antes había sido muy social, pero en esos días de invierno ya no me apetecía hablar con nadie.
Apenas si daba una paseo diario a la oficina de correos para ver si llegaba un contrato de edición o un libro de algún amigo cuando me encontré con uno de esos escritores que uno conoce a los veinte años en algún grupillo y después ya nadie oye hablar de ellos. Nos saludamos, me dijo que seguía mis publicaciones y que leyó dos libros míos que no le gustaron tanto, que seguro que estaba forrado de pasta con todo lo que publicaba y todos mis libros que se traducían.
- Sí, eso quisiera yo. No gano ni para el pan. Hasta me cuesta dinero, me invitan a tal capital para presentar el libro y al final sale que me he gastado un fortuna y que los derechos de autor de las ventas apenas cubren.
Se río a carcajadas como si fuese una broma del mejor comediante de Nueva York, y yo no entendí por qué. Eso me pasaba más y más a menudo y de noche eso me hacía llorar.
De pronto me soltó una pregunta inesperada y me preguntó si me acordaba de Jorge, el escritor ese que era mayor que nosotros y que estaba en el grupo. Al principio no caía. ¿Jorge?
- El que ya era calvo, bueno ahora ya lo somos todos, pero el primero que se quedó calvo, y nos reíamos de su calvicie. Y él nos decía, sólo es cuestión de tiempo.
- No caigo.
- Justo eso, el que se cayó de un balcón en una de esas fiestas en la calle Pinto.
Entonces caí.
- Sí claro, ¿Cómo no? ¿Pero estás seguro que se llamaba Jorge? No era Pablo. O Raúl.
- Fue el primero de nosotros en publicar una novela.
- Sí ese.
- Y era medico o algo así.
- Puede ser, creo que curandero, de medicinas naturales. Pues, mira, resulta que el tío está en un psiquiátrico, loco de remate, pero de lo más loco, aunque dicen que interesante, que cada día es una persona diferente. Nadie sabe lo que tiene.
- Se llama Demencia.
- Sí, bueno. Pero el otro día me dijo un crítico literario que lo sigue