El interlocutor seguí sin moverse. Posiblemente haya pensado que Dev estaba fingiendo, o probablemente tenía mucho miedo. Tuvo que disipar cualquier temor que pudiera tener.
“Quiero decir que no tiene malas intenciones,” prosiguió. “Sólo quiero saber por qué decidió ocultarse a bordo de mi nave. Sé exactamente dónde se encuentra, pero le prometo que no me acercaré hasta que hablemos. Si no me perjudica ni a mi equipo, ni a mi nave, le garantizo que no lo lastimaré.”
La alfombra de pelaje que originalmente había visto, se perdió de su vista mientras el nativo se agachó aún más debajo tras las cajas.
“Por favor, no intente esconderse; eso no le hará ningún bien. Esta es una nave pequeña, y hay pocos lugares adonde pueda usted ir antes de que lo encontremos. Imagino que este es un lugar extraño y atemorizante para ti, y soy una criatura desconocida y repulsiva, proveniente de las estrellas. A pesar de ello, he negociado justamente con su gente durante los dos días que he estado aquí en su pueblo. Todo lo que le pido es saber por qué has venido.”
Su voz hizo un eco a través de la bodega grande, pero el silencio regresó mientras las últimas partes de sus palabras se desvanecían. Miró la cámara buscando un punto táctico, preguntándose exactamente qué hacer en caso de hacerse necesaria la acción. La bodega no estaba aclimatada; las frías paredes de metal al parecer multiplicaban el clima frío y húmedo del exterior y producían un escalofrío que la hizo temblar aún a pesar de que el material de su uniforme espacial mantenía su cuerpo a una temperatura adecuada.
Cajas y cajones de diferentes tamaños estaban apiladas muy cerca entre sí, por la necesidad de acomodar un gran número en un pequeño volumen; los pasillos entre las pilas de contenedores necesariamente eran estrechas y no eran apropiadas para realizar frenéticas cacerías. Ella esperaba que eso no fuera necesario.
El nativo continuaba sin hacer ningún movimiento para mostrarse. Piensa, se dijo a sí misma. Intenta razonar con la psicología de estas personas. Sabes lo suficiente sobre ellos para hacer una suposición educada. “Mi paciencia es genial, más no es ilimitada,” dijo finalmente. “Estoy comenzando a sentirme un poco cansada del monólogo. Si no me respondes pronto, me veré obligada a tomar acciones más drásticas.”
Entonces, la inspiración le golpeó. “Y después de atraparte, te lanzaremos de la nave a la misericordia de los dioses.”
Esa última amenaza dio en el clavo. Escuchó un sonido que su computadora no logró traducir; parecía más bien un suspiro involuntario que su habla. Pero al menos fue una reacción. Se encontraba en el laso correcto.
“No quiero hacer eso,” continuó. “No me fuerces a hacerlo. Háblame. Ahora.”
Una voz baja y dubitativa emitió un gruñido desde atrás de las cajas. “¿Me… me promete que no me sacará de aquí?” tradujeron los audífonos.
“No puedo prometer nada, no hasta que yo sepa por qué estás aquí y cuáles son tus intenciones. Cuéntame tu historia y permíteme decidir por mí misma.”
“No la puedo contar. Los dioses me matarían.”
Un fugitivo. En lugar de ser un espía para los dioses, este nativo estaba huyendo de ellos. O parecía agresivo ni hostil, a pesar de ello; Dev supo que este delito era más de naturaleza herética.
“Estás seguro aquí. Los dioses no pueden escucharte mientras estés adentro de la nave.” Se arriesgó lo suficiente como para dar un paso hacia el nativo y no se alejó. “Dime por qué estás aquí y veré qué puedo hacer para ayudarte.”
El nativo se enderezó lentamente y la miró. La expresión de su úrsido rostro era imposible de leer, pero Dev se permitió imaginarse que se veía triste y suplicante.
Justamente una voz salió desde la escotilla sobre ella. “No te preocupes, Dev, vamos en camino. Lo atraparemos.” Hubo un ligero traqueteo y un resonante ruido sordo al tiempo que la alta figura de Roscil Larramac bajó al piso al lado de ella. “¿Dónde está?” preguntó. Sus palabras viajaron en voz alta a través de la bodega.
El nativo, quien apenas comenzaba a creer en la tranquilidad y los tonos razonables de Dev, entró en pánico. Amoldándose como mejor podía entre el estrecho pasadizo entre ambas filas de cajas, el polizón corrió en dirección opuesta, hacia la pared más retirada de la bodega. Dev supo que el polizón se sintió engañado.
Dev se dio la vuelta hacia su jefe, sin ni siquiera preocuparse por mantener su temperamento bajo control. “Maldición, ¿por qué tenía que hacer eso? Tenía todo listo para lograr que se rindiera. Sudé sangre intentando razonar con él, y apenas estaba comenzando a creerme cuando usted se lanzó desde el techo como toda una manada de cuadrodontes en celo. Ahora está completamente asustado de nuevo, doblemente asustado, y todos tendríamos que sacarlo de aquí. ¿Exactamente en qué lugar del espacio cree que estamos?”
Larramac se mantuvo en su lugar. Dado que es un hombre de negocios, tenía años de experiencia en discusiones de negocios. Su técnica para lidiar con confrontaciones consistía en dar una respuesta. “Pensé que la estaba rescatando. Creí que usted estaba en problemas. Debí saber que una eoana sería muy orgullosa para admitir que necesita ayuda.”
Esa ráfaga de rabia sacó las frustraciones de Dev. Se sintió culpable por lo que había demostrado, pero sólo un poco. Incluso los eoanos reconocían el efecto catártico de los estallidos emocionales. “Las emociones violentas pueden limpiar el alma,” había dicho Anthropos. “Como las drogas, deben usarse de manera terapéutica—más debe evitarse la adicción.”
Al estar más calmada, miró a su empleador con una mirada que indicaba calma. “Podríamos seguir culpándonos uno a otro durante toda la noche, pero nuestra preocupación principal por ahora es atrapar al polizón. Al parecer, es un fugitivo; sospecho que hizo algo que ofendió a los dioses locales y quiere ocultarse aquí. Probablemente tenga tanto miedo a nosotros como a los dioses. No creo que pueda estar armado con algo más terrible que un cuchillo, pero una persona que se ve amenazada siempre es peligrosa.”
Por la expresión sorprendida en el rostro de Larramac, Dev decidió que se encontraba listo para una batalla de gritos. “¿Qué sugiere que hagamos?”
“Estamos tan atados de manos como él; no quiero poner en riesgo a ninguno de nosotros para capturar a nuestro visitante. Además, probablemente cuatro personas no sean suficientes para hacer el trabajo—y no tan asustados como la criatura en este momento. Creo que mejor dejamos que los robots lo busquen.”
“¿Cuatro personas?” Larramac parpadeó y miró a su alrededor. “¿Dónde está Zhurat?”
“Es una espeluznante y larga historia de terror.” Dev caminó hacia la escalera y subió hacia la sala de almacenamiento de robots. Después de abrir la puerta comenzó a reactivar los robots e indicarles qué hacer. “El nativo deben ser capturado vivo y sin armas,” insistió. “Sean gentiles pero firmes. Está atemorizado, pero su cuchillo no debe ser una gran amenaza para ustedes.”
La compañía del Foxfire contenía veinte robots de tipo pesado. Eran cilindros altos y esbeltos, pesando algo más de unos cien kilos cada uno y con formas físicas vagamente humanoides, pero con mayor fuerza y resistencia. Los robots tenían inteligencia limitada, por lo que requerían de un supervisor; pero las órdenes de Dev—capturar al intruso alienígena—habían sido dadas de la manera más sencilla posible.
Dev desplegó sus tropas mecanizadas enviando grupos de cuatro por cada pasillo hacia el lado más retirado de la bodega. Los robots se movían lentamente y con mucha precaución; el hecho de verlos traía a la mente de Dev monjes medievales caminando al ritmo de cantos gregorianos. Sintió una punzada de lástima por el pobre nativo atemorizado, quien vería acercarse a él a estas amenazantes criaturas, pero no había otra forma. El intruso debía ser capturado tan pronto como fuese posible de una manera segura.
Mientras los robots se acercaban sin tregua hacia