Asalto A Los Dioses. Stephen Goldin. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Stephen Goldin
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Серия:
Жанр произведения: Героическая фантастика
Год издания: 0
isbn: 9788873041542
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carruaje que los nativos les dieron. El daryek que lo tiraba era una bestia de aspecto viejo y enfermizo, probablemente la única a la que los habitantes de la localidad pudieron comprar. El animal, quien no estaba contento con la idea de estar obligado a trabajar de noche, mostró su resentimiento tirando lentamente a un paso apenas más rápido que el que los humanos podían llevar a pie. El carruaje retumbaba y se sacudía a través de las irregularidades del camino en una forma que parecía haber sido planificada para producir los peores moretones en los traseros de los pasajeros. Aún así, Dev recordaba lo desagradable que fue su camino hacia el pueblo por este mismo camino y decidió que prefería estas humillaciones—a duras penas.

      Ambas personas permanecieron en silencio durante la mitad del camino, contemplando todo lo que habían visto. Finalmente, Dunnis exhaló un largo suspiro. “Eso fue terrorífico,” dijo. Toda señal de ebriedad había desaparecido de su voz; la muerte de Zhurat lo puso en sobriedad rápidamente.

      Dev sonrió levemente. “No puedo discutir contra eso.”

      “¿Qué supone usted que sucedió allí, de todos modos?”

      “Los dioses hirieron a Zhurat por su blasfemia y un ángel descendió y nos dijo que no pecáramos más.”

      Dunnis la miró con extrañeza. “¿De verdad cree en toda esa palabrería?”

      “Es así como me pareció que era. Estoy abierta a mejores explicaciones, si las tiene.”

      “Pensé que ustedes los eoanos no creían en nada además de ustedes mismos.”

      “¿Está intentando decirme en qué creo?” Dev fue muy cuidadosa al decir eso. Sería demasiado fácil interpretar su observación como un sarcasmo. En su lugar, se aseguró de doblar las puntas de su lengua en una mueca severa pero cálida, de manera que el ingeniero pudiese ver que no había ninguna hostil defensa tras su observación.

      El gran pelirrojo se rindió. “Francamente, capitana, no sé qué pensar. Seguramente usted estuvo haciendo reverencias y diciendo amenes por todo el lugar frente a ese… ese....”

      “‘Ángel’ creo que sería un buen término. Y yo no hice ni una sola reverencia—aunque si todos los demás a mi alrededor lo hubiesen estado haciendo, yo lo hubiese hecho. La cortesía y las buenas maneras siempre te harán ganar puntos, siempre y cuando sean aplicadas correctamente.”

      “Pero se entregó tan fácilmente a esa cosa, prácticamente chupándole el culo para pedir perdón—”

      “Mis padres no me criaron para ser un pararrayos,” dijo Dev con simpleza.

      “Si, pero… bueno, si son dioses, ¿por qué sólo están aquí en este atrasado planeta? ¿Por qué no están en el espacio o en otros mundos?”

      “Yo no puedo responder eso. Simplemente no tengo suficiente información. Ciertamente no parece que estuvieran en el espacio, y sé que no están en Eos. Si así fuese, toda la población habría sido incinerada hace mucho tiempo. Pero se me ha dicho que los dioses trabajan de maneras misteriosas. Este es un universo enorme y variado; todo es posible.”

      “Pero—”

      “Escuche, hace mucho tiempo, una vez un poeta llamado Alexander Pope escribió, ‘Una verdad está clara: cualquiera que sea, es correcta.’ Eso, finalmente, es lo que yo creo. Lo que sea cierto para el resto del universo no tiene importancia aquí; lo que sea cierto en Dascham es que hay dioses que tienen magníficos poderes. Mientras estoy aquí, intento tomar en cuenta ese hecho antes de hacer o decir cualquier cosa. Le aconsejo que haga lo mismo—los dioses saben todo lo que se hace y pueden escuchar todo lo que se dice en este mundo.”

      “Pero estamos hablando galingua ahora; seguramente ellos no entienden ese idioma.”

      “No los subestime. Ya he perdido a uno de mis tripulantes, no puedo permitirme perder otro.” Y con eso terminó de hablar. Dunnis, comprendiendo que ella no tenía intenciones de hablar más, se sentó taciturno a su lado e intentó acompañarle a través de la lluvia y la oscuridad mientras su daryek caminaba lenta y pesadamente.

       ***

      Fue cuestión de suerte el hecho que Dev había encendido algunas luces externas al dejar la nave, de lo contrario, podrían haber ido más allá de su destino, más allá de los bosques, en la penumbra. La Foxfire era pequeña para ser una nave de carga—siendo una bala de apenas treinta metros de altura y doce de diámetro en su base—aunque aquí en Dascham se veía gigantesca. Aunque es grande en comparación con las construcciones a pequeña escala de este mundo, podría ser completamente engullida por la total oscuridad de la noche daschamesa.

      Dev ató al cansado daryek a una aleta estabilizadora de la nave, para eliminar la posibilidad de que la patética criatura intentase escapar durante el resto de la noche. Luego, tomando el empapado uniforme espacial que era todo lo que quedaba de Zhurat, siguió a Dunnis subiendo la escalera y entró en la compuerta de aire. Una vez adentro, continuó subiendo todo el camino hacia la nariz de la nave, moviéndose silenciosamente para que el ingeniero la siga. Pasaron el área de alojamiento y en su lugar, fueron a la sala de control, donde Dev caminó decididamente hacia la consola del capitán y activó un par de interruptores. Suspiró levemente y cerró sus ojos. “Creo que estaremos bien ahora.”

      Dunnis la había observado con creciente curiosidad. Por sus acciones, ella había encendido las pantallas deflectoras alrededor de la nave. “¿Le preocupaba que los meteoritos pudieran golpearnos aquí?” preguntó.

      “No, sino que el campo de las pantallas debe ser suficiente para atajar cualquier transmisión de baja intensidad proveniente desde el exterior de la nave. Ahora podremos hablar libremente.”

      “¿Sobre qué?”

      “Sobre los dioses. No se equivocó al pensar que yo no creía en ningún ser sobrenatural. Pero lo más importante es que alguien—o algún grupo de alguienes—ha armado un teatro aquí, y son bastante poderosos.”

      “Pero ¿qué relación tiene con las pantallas...?”

      “Comencemos por el principio,” dijo Dev. “Asuma que esos dioses son mortales como nosotros y que son tecnológicamente más avanzados que los demás nativos. Para una raza tan primitiva como la daschamesa, las maravillas de la ciencia serían vistas como magia, y pudieran ser vendidas por cualquiera que desee esforzarse para hacerlas. Por ejemplo, los dioses dicen ser capaces de escuchar todo lo que sucede en todo el mundo. Usted es un ingeniero, ¿cómo manejaría eso?”

      “Micrófonos y transmisores,” dijo lentamente el hombre grande. “Existen dispositivos en forma de insecto, tan pequeños que los nativos nunca se darían cuenta de su función.”

      “Exacto.”

      “Pero hacer eso a lo largo y ancho del planeta—”

      “Olvide eso por ahora. Asuma que hay una cuenta ilimitada para los gastos y hable de posibilidades tecnológicas.”

      Dunnis hizo una mueca. “Sí, es posible—pero coordinar todas las conversaciones espontáneas debe ser muy difícil.”

      “Sabemos que pueden escuchar lo que se dice porque obviamente escucharon a Zhurat,” continuó Dev, ignorando el comentario de Dunnis. “Por lo tanto debemos asumir la posibilidad de que nuestras conversaciones estén siendo monitoreadas. ¿Por qué cree que yo era tan cuidadosa con lo que decía de regreso aquí? Aún no nos encontrábamos fuera de peligro y usted aún quería continuar metiéndonos en él. Hasta que podamos hablar con seguridad, no quería decir cualquier cosa que me haga candidata para su práctica de puntería etérea.”

      Dunnis miró al panel de control, donde la luz azul de las pantallas deflectoras brillaba frescamente. “¿Y cree usted que tienen algunos de sus bichos aquí? ¿Cómo?”

      “No puedo ser certera, pero hemos llevado una gran cantidad de carga la semana pasada. Algunos de los diablillos pudieron haberse colado por allí y haberse esparcido por la nave, por