– Un hombre como él es “triunfo” en mano, declaró el Caballero.
– Y ahora, añadió el Doctor, opino que Jim debe venir con nosotros á bordo, ¿no le parece á Vd.?
– Estoy de acuerdo, replicó el Sr. Trelawney. Toma tu sombrero, Hawkins, y vamos á ver ese famoso buque.
CAPÍTULO IX
PÓLVORA Y ARMAS
LA ESPAÑOLA estaba á una distancia considerable y nosotros hicimos nuestro camino entre las elaboradas y elegantes proas de unos buques y las popas de otros, cuyo cordaje y vergas, unas veces se liaban y yacían bajo nuestros pies, otras se balanceaban galanamente sobre nuestras cabezas. Por último llegamos á nuestro barco en el cual nos recibió, en cuanto saltamos á bordo, el piloto, Sr. Arrow, un viejo marino de faz morena con arracadas en sus orejas y que, por desdicha, tenía los ojos torcidos. El Caballero y él parecían congeniar bastante y llevarse en muy buenos términos, pero no tardé en observar que no acontecía lo mismo tratándose de las relaciones del mismo Sr. de Trelawney con el Capitán de La Española.
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