– El destino lo quiere: la esclava debe esperar á su señor: pero que su señor no sepa la historia de su esclava; porque si la supiera moririas tú y moriria él.
Yshac no nos escucha, añadió Bekralbayda: está en aquel ajimez, y yo he podido contarte mi historia, he podido decirle te amo, soy tu esclava; tú eres la sed de mi corazon, el sol de mi vida; te veo, me escuchas y soy feliz.
Mientras Bekralbayda habia contado su sencilla historia al príncipe, la luna habia descendido y se habia ocultado al fin: la sombra habia cubierto árboles, fuentes y flores: despues que calló Bekralbayda, no se vió mas que la sombra de Yshac-el-Rumi en el ajimez en que lucia un resplandor opaco, ni se oyó mas que el murmullo de las fuentes y el aleteo de un buho que revolaba entre la enramada.
VI
EL REY NAZAR VISTO POR EL LADO HISTÓRICO
Mohammet-ebn-Abd-Allah-ebn-Juzef-ebn-Al-Hhamar-al Nazar11, el vencedor y el magnífico, sultan de Granada, era un poderoso rey, valiente y justiciero, que habia logrado reunir dentro de los muros de Granada, de la ciudad rival de Damasco, todos los restos dispersos del pueblo moro español, que las conquistas del santo rey Fernando III habian arrojado sucesivamente de Sevilla, de Córdoba, de Ubeda, de Baeza y de Jaen.
Granada, pues, habia reconcentrado en una reducida estension de terreno una poblacion inmensa: sus villas se habian ensanchado; la Vega, las vertientes de Sierra Nevada y las Alpujarras, se habian salpicado de aldeas, alquerías y castillos, y la misma Granada habia visto aparecer rápidamente sobre las laderas de sus montes, los barrios del Zenete y del Albaicin, fundados por los fugitivos de Baeza.
Granada en un dia de combate arrojaba por sus puertas ochenta mil ginetes, que juntos con los caballeros y gente ligera de la Vega y de las montañas componian un ejército de doscientos mil hombres fuertes y prácticos en la guerra contra el cristiano.
Fernando III, por la parte de Castilla y Andalucía, y don Jaime de Aragon por la de Valencia y Murcia, se vieron contenidos por aquella última barrera en que habian concentrado su pujanza los restos vencidos de los moros españoles.
Como cabeza de este reino de esta última esperanza de los moros en España, se veia al poderoso Ebn-Al-Hhamar-al-Nazar.
Digamos algo de este rey, el primero de la dinastía Nazerita, y fundador de la Alhambra.
Al-Hhamar era descendiente de la tribu de los beni-al-Ansari12, un pariente ó sobrino de un Ansari que acompañó á Mahoma en su fuga de Medina á la Meca, llamado Ebada, habia venido de la Arabia á establecerse en España en los tiempos de la conquista de los árabes sobre la Península. De este Ansari, pues, descendia Al-Hhamar.
Pero fuese por las vicisitudes de la fortuna ó por otra causa cualquiera, los padres de Al-Hhamar eran labradores de Arjona, entonces populosa y rica villa de la Andalucía oriental.
A pesar de la escasa fortuna de sus padres, Al-Hhamar fué educado ventajosamente.
Era de despierto ingenio, y le enviaron á la universidad de Córdoba.
Gallardo, galan, fuerte y valiente causaba ya en su mocedad temor á los alentados, y habiendo demostrado aficion al ejercicio de las armas; su padre le dió una bolsa, una lanza y un caballo, le predicó un sermon que duró una hora larga acerca de la generosidad, del valor y demás deberes de un caballero, y le envió á buscar fortuna por el mundo.
Fuése á Córdoba con algunas cartas de recomendacion que habia recogido de sus parientes de Arjona y hubo de resignarse, por el momento, no á entrar con un cargo en el ejército, sino á desempeñar algunos oficios administrativos. Al fin, aprovechando las disidencias y las guerras civiles en que habia caido el califato de Córdoba, bajo el gobierno de los emires sucesores de Juzef-Amir Al-Mumenin, sirviendo ya al uno ya al otro, pero atendiendo siempre á la justicia de la causa á cuya defensa se decidia; ganada una y otra victoria, adquirió muy pronto en el ejército el dictado de Al-Nazar13 que debia dar nombre á la dinastía fundada mas tarde por él.
Empezaba á menguar la sangrienta luna de los almoravides14; el califato de Córdoba se habia hundido; la guerra civil le despedazaba: los Almohades15 predicando su doctrina religiosa que los almoravides llamaban herética, habian irrumpido de Africa sobre España, y Lotawak-Aben-Hud, último de los emires almoravides, luchaba con todas sus fuerzas.
Al-Hhamar sirvió á Aben-Hud, pero muy pronto volvió las armas contra él: tomó á Jaen por asalto, se apoderó de Arjona, de Guadix, de Baeza, y se hizo proclamar en los pueblos sujetos á su señorío, sultan y altísimo emir de los fieles16.
Quedóse aislado Aben-Hud.
En aquellas circunstancias los reyes de Castilla y de Aragon, don Fernando el Santo y don Jaime el Conquistador, emprendieron á un tiempo su espedicion de conquista sobre los moros, el uno por la parte de Andalucía, el otro por la de Valencia.
Sorprendida Córdoba en una lluviosa noche de invierno, por Domingo Muñoz, alcaide de Andujar, vé ocupado su barrio de la Ajarquia17 sin poder echar de él á los audaces cristianos que se han fortalecido dentro de la ciudad. Avisan á Aben-Hud para que acuda con su ejército, pero ha acudido antes el rey de Castilla. La traicion de un prisionero castellano que Aben-Hud envia á reconocer al ejército enemigo, le hace creer que las fuerzas de este son infinitamente superiores á las suyas, y se retira dejando en libertad á Fernando de estrechar á Córdoba entregada á sí misma.
En su retirada encuentra Aben-Hud á un mensagero del emir de Valencia que le pide auxilio contra el rey de Aragon que le estrecha; se decide Aben-Hud á prestárselo, pero en el camino, una noche en el castillo de Almería, es ahogado por el walí Abderraman, que proclama á Al-Hhamar.
Huérfana Granada asimismo de emir por la muerte de Aben-Hud, proclama al afortunado caudillo, y encuéntrase por lo tanto Al-Hhamar, rey del estado mas considerable de la dominacion musulmana sobre España, despues del califato de Córdoba.
Esta ciudad, Valencia, Murcia y despues Sevilla, han caido en poder de los cristianos, lo que resta á los moros en España, es ya la única y esclusiva monarquia del rey Nazar.
Sin embargo, se vió obligado á aliarse con Fernando III, á ayudarle con un cuerpo de caballería á la conquista de Sevilla, á declararse su vasallo rindiéndole pleito homenage y á pagarle un tributo anual.
Esto no aconteció sino despues de haberse visto obligado Al-Hhamar á rechazar una entrada de los cristianos, y hacer despues levantar el estrecho sitio que puso sobre Granada el mismo Fernando III18.
Tal era la historia del rey Nazar. Valiente, sabio, religioso, defendió su reino, fundó en él escuelas y mezquitas, y se dedicó á la proteccion de las artes y de la industria.
Sin embargo, este gran rey moraba aun en la antigua casa del Gallo de viento; no tenia un alcázar digno de su grandeza y de su poder; Al-Hhamar-al-Nazar antes que en la suya propia, habia pensado en la felicidad de sus vasallos.
VII
EL REY NAZAR VISTO POR EL LADO DE ADENTRO
Habia nacido Al-Hhamar en Arjona, el miércoles 9 de la luna de Xaban19 del año 591 de la hegira20; contaba pues, cuarenta y cinco años en el momento en que le presentamos á nuestros lectores.
Era sin embargo, muy hermoso; sus cejas estaban negrísimas y pobladas y en su larga barba bermeja, semejante al oro, no asomaba una sola cana; sus megillas blancas y brotando el color de la salud, no tenian arrugas; sus ojos brillaban con la fuerza de la juventud y tenian el reflejo de la prudencia: la toca blanca que envolvia su cabeza, dejando ver las puntas de oro de su corona, y su largo caftan negro, daban una gran magestad