29. Hacia un nuevo modelo económico de desarrollo
Para Victoria, con amor
y para Aurora, con esperanza
Agradecimientos
Las ideas que se desarrollan en este libro son de muchas personas. Son de todos y todas quienes se han preocupado por la protección ambiental y desde sus distintas labores y espacios han ido aportando al desarrollo del movimiento ambiental.
Son, además, fruto de varias reflexiones colectivas en las que he podido participar desde al menos el año 2004, pero con mucha mayor intensidad desde la revuelta de octubre de 2019. Ahí comenzamos (las organizaciones, defensores y defensoras ambientales) a conversar sobre el tema en cabildos, asambleas, charlas, talleres, etc.
En el año 2020, los esfuerzos se formalizaron y tuve la fortuna de participar en encuentros regionales referidos a la Constitución Ecológica con cientos de personas en todas las regiones de Chile. Mientras tanto, la Sociedad Civil por la Acción Climática (SCAC), que es una red compuesta por más de 130 organizaciones sociales, ambientales, políticas, académicas y sindicales, hacía lo propio mediante conversaciones internas sobre los puntos que deberían estar en una Constitución Ecológica, lo que quedó plasmado en un documento con los resultados de esas conversaciones.1
Con la ONG FIMA2 organizamos encuentros con académicas/os y activistas en los que profundizamos sobre los puntos que nos parecían más importantes. Tuvimos el orgullo de contar con grandes pensadores/as a nivel mundial, como la abogada ecuatoriana Natalia Greene, el académico español José Esteve Pardo, el líder político ecuatoriano Yaku Pérez, el relator de la ONU para el medio ambiente David Boyd, la economista española Carlota Pérez, el intelectual italiano Ugo Mattei, entre otros. Todas sus intervenciones son posibles de ver en video.3 En paralelo, producimos un podcast en el que tratamos los temas de Constitución Ecológica con diversas personalidades nacionales, incluidos líderes ambientalistas como Dominique Espiñeira, Gonzalo Soto y Lorena Donaire, así como los y las poetas Mauricio Redolés, Daniela Catrileo y Rosabetty Muñoz, entre otros.4
Por último, y aunque mi participación en esto fue mucho menor, también se formó una “Red por el Constitucionalismo Ecológico”, en la que académicos y académicas de diversas disciplinas y ciencias vertieron sus ideas y conceptos para lograr una Constitución Ecológica.
Pero le debo especiales agradecimientos a Sofía Rivera, quien colaboró directamente conmigo en todo el trabajo de este libro; a Aurora Coddou, quien contribuyó en la narración de algunas de las historias que se contienen en esta obra, y a Javier Simonetti y Gabriela Burdiles, quienes obraron como revisores, haciendo un trabajo lleno de cariño y profesionalismo.
Todos los errores que contenga esta obra son de mi responsabilidad. Todos los aportes son gracias al esfuerzo colectivo.
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1 La propuesta de SCAC es posible de leer en: https://www.porlaaccionclimatica.cl/wp-content/uploads/2021/02/PROPUESTAS-DE-LA-SOCIEDAD-CIVIL-POR-LA-ACCION-CLIMATICA-PARA-UNA-CONSTITUCION-ECOLOGICA.pdf.
2 La propuesta de ONG FIMA es posible de leer en https://www.fima.cl/wordpress/ wp-content/uploads/2020/11/BASES-PARA-UNA-CONSTITUCIO%CC%81N- ECOLO%CC%81GICA-v.-25.11.20-1.pdf.
3 Disponible en: https://www.youtube.com/playlist?list=PLR9Zz6s4WhfHSRxJL5y6_ObQC4qIq2Hme.
4 Disponible en: https://open.spotify.com/show/3dls2oo9q9j5cYoptp7T4D?si=j1maN24QSieo5uHoi3TsAA&dl_branch=1.
I. Introducción
Mientras escribo estas páginas, nos encontramos en un proceso constituyente que es esencial para los pueblos de Chile, y que puede también ser un hito significativo a nivel global. Es uno de los primeros procesos constituyentes en medio del reconocimiento abierto de la crisis climática y ecológica, la que no solo nos amenaza hacia el futuro, sino que ya nos está dañando en la actualidad.
La reciente pandemia del Covid-19 no hace otra cosa que confirmar lo anterior. El auge de este nuevo virus está asociado a la zoonosis; vale decir, la transmisión de animales a personas. Ese contagio se hace más común en la medida en que se van destruyendo los hábitats en que animales y otras formas de vida se desarrollan.
Mientras tanto, la sequía que se prolonga hace 10 años en la zona central de Chile es, probablemente, la nueva realidad para este sector del país, siendo incluso esperable que empeore si la temperatura promedio a nivel global sigue subiendo por el cambio climático y los glaciares aceleran su derretimiento. Entre los factores de vulnerabilidad de Chile frente a la crisis climática, precisamente, está la manera en que nos proveemos de agua, que junto a otros 6 factores similares nos hacen tener 7 de las 9 condiciones de vulnerabilidad reconocidas internacionalmente.1
Para empeorar la situación, tenemos una economía basada en la extracción de materias primas y con ello contribuimos más a la destrucción de los ecosistemas que necesitamos para soportar el cambio climático y para adaptarnos. Siguiendo este camino, no solo nos haremos más pobres, sino que además los medios que tenemos para enfrentarlo se harán más escasos. Necesitamos cambios radicales en nuestra relación con la naturaleza y en las estructuras que la gobiernan.
Esos cambios están, además, vinculados de manera profunda con los cambios sociales que el país ha demandado. La desigualdad social, en clave ambiental, nos muestra imágenes impresentables, como las verdes laderas de cerros coronando a valles completamente secos y llenos de animales muertos, o los colegios que suspenden sus clases para que los niños no se contaminen al asistir mientras las chimeneas de las industrias circundantes siguen emitiendo los gases que los enferman.
Algo similar sucede en relación con la desigual distribución del riesgo, pues mientras una mayoría de personas en situaciones económicas vulnerables se ven también expuestas a mayores riesgos socioeconómicos y ambientales que son producto de la crisis climática, unos pocos privilegiados tienen las herramientas para sortear ese riesgo sin daños. Quienes tienen esos privilegios, además, han sido en general quienes más han contribuido a crear la crisis.
Pensemos en una persona que trabaja para la agricultura en la región de Valparaíso y que, ganando un poco más del mínimo, mantiene a su familia. Es posible que esa persona habite en una construcción más o menos ligera, en zonas de riesgo como son cerca de la costa o de quebradas que están en riesgo de aludes o de incendios forestales, como sucede anualmente con algunos cerros de Valparaíso. Viviendo allí su vida está en riesgo. Aunque no viva ahí, de todas maneras su trabajo está