Jurar y juzgar. Andrés Botero. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Andrés Botero
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения:
Год издания: 0
isbn: 9789588956589
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excepcionales, para no violentar sus derechos, algunos funcionarios judiciales colombianos subsanan el deber de jurar con una declaración bajo apremio de decir la verdad, y luego de dar información de las consecuencias jurídicas de faltar a ella, máxime porque la ley procesal (artículo 221-8 de la Ley 1564 de 2012, por medio de la cual se expide el Código General del Proceso y se dictan otras disposiciones) indica que el deber del testigo es declarar (sin aludir a que es bajo juramento)26. Esto no deja de ser un punto problemático, dado que el delito de «falso testimonio» (artículo 172 del Código Penal) requiere que la declaración haya sido bajo juramento27: ¿acaso puede interpretarse funcionalmente esa exigencia de juramento en el Código Penal, de manera tal que cobije a quien falte a la verdad en un apremio hecho por autoridad competente? No podremos seguir con nuestras indagaciones al respecto, pues se escapan de nuestro interés. Sin embargo, esto da alguna noticia del estado actual de cosas en Colombia.

      Historiografía contemporánea sobre el juramento

      El juramento ha sido una institución de tal importancia que ha recibido bastantes estudios contemporáneos en muchísimas direcciones. Hacer un recuento de los trabajos historiográficos al respecto resulta un tanto difícil. Sin embargo, es posible tener alguna idea de estos trabajos a partir de las notas de pie de página del presente libro.

      Ahora bien, con tono ilustrativo, dividiremos este acápite en torno a trabajos sobre el juramento político, de un lado, y el juramento procesal, del otro.

      Expliquemos a Prodi un poco mejor. Este autor italiano opina que el juramento pudo contener y encauzar las fuerzas del animal político que es el hombre en sociedad, por medio del manejo ritual y por la administración del mito que en él se comportan. De esta manera, en el acto público de ‘jura’ se sacraliza ‘cierto’ poder y ‘cierta’ verdad con las que se construyó la cultura occidental. Es decir, que el juramento se ha comportado, más en el pasado y ya casi poco en el presente, como un sacramento del poder y de la verdad.

      Pero ¿qué entendemos por sacramento? Nada más y nada menos que un símbolo visible de una gracia divina. En otras palabras, el sacramento permite a la comunidad cristiana identificar algo de la res sacra, y, por tanto, tiene la capacidad de contener y conferir la ‘gracia’ de Dios. En este sentido, el juramento, tanto el político como el procesal, si bien no ha sido parte de los sacramentos básicos del católico, sí se comportó como un símbolo visible de la ‘gracia’ divina, con capacidad para santificar el poder y la verdad. Gracias a él, se concentraron la política y el proceso judicial con sus cargas morales-religiosas en torno a unas estructuras bien diferentes de las que se gestaron en otras culturas. Es decir que con el juramento ‘una dominación’ y ‘una afirmación’ se volvieron ‘el poder’ y ‘la verdad’ sagrados, respectivamente, dado que han sido para el creyente fruto de la ‘gracia’ que libera al hombre (Juan, 8:32), y que fueron requeridos por ‘una cultura’ determinada que inició su camino, guste o no, bajo el calor de ‘cierta’ religión.

      Ahora bien, para cumplir los fines previstos, el sacramento del juramento exige la mediación de un rito, que si se hace bien, recoge una historia mítica que da sentido de vida tanto a la comunidad como al individuo, por cuanto los conecta con la ‘gracia divina’ protectora y, por medio de ella, a las instituciones políticas y jurídicas que los rodean. El rito, como ya se dijo, se construye sobre un mito fundador, que en nuestro caso se basa en la instauración expresa por parte de la divinidad del juramento –segundo mandamiento– y en la presencia de un castigo ejemplar y sobrenatural al perjuro. En consecuencia, podemos decir que el juramento, como sacramento, es un rito sagrado instaurado en un mito en acción, con el que se cristalizó la política y el derecho, y dentro de él, el proceso judicial.