3. Aprende a escuchar
Dicen que un escritor necesita más soledad que vida social. ¿De verdad lo crees así? Yo no estoy totalmente de acuerdo.
Es cierto que los escritores necesitamos nuestros momentos de aislamiento para pensar, inspirarnos y poder escribir con conciencia. Sin embargo, no puedo negar que también ha habido muchos momentos en los que se me han acercado personas para contarme anécdotas o historias que más tarde se han convertido en escenas de mis libros.
Así que mi consejo es que estés atento a todo cuanto acontece a tu alrededor. Aprende a escuchar porque nunca sabes quién se puede acercar o qué te puede contar. Quizá esa persona, sin saberlo (y sin pretenderlo siquiera), te dé algún entramado nuevo o claves para definir algún personaje de tu historia.
4. Rodéate de belleza
La escritura es un arte y es innegable que a los creativos nos encanta la belleza. Rodearnos de ella nos aporta calma y sosiego. Puedes buscarla en la naturaleza, en paisajes, montañas y playas, pero también puedes encontrarla en muchos otros lugares probablemente más cercanos.
Yo, como te he contado antes, la encuentro en cafeterías con una decoración especial o en bibliotecas que tienen una arquitectura increíble y que ensalzan la belleza de esos objetos mágicos que son los libros.
Ahí es donde yo me siento en armonía para crear y escribir. ¿Y tú?
5. Inspírate
La mayoría de autores coinciden en que viajar, asomarse a otras culturas y conocer gente es uno de los mejores modos de inspirarse para crear nuevas historias.
Si no te puedes permitir viajes lejanos, lo puedes hacer en tu propia comunidad. Seguro que en tu comarca hay rincones sorprendentes y variopintos que todavía no conoces. Visitarlos te dará nuevas ideas para localizar tus historias, crear personajes auténticos y genuinos e insertar nuevos elementos para que tus libros crezcan en calidad.
Para que puedas poner en práctica todos estos consejos, te propongo un juego.
Coge tu libreta y tu bolígrafo, y súbete a un medio de transporte público (metro, tren, autobús) sin pensar en el destino. O, si lo prefieres, siéntate en un parque en el que haya afluencia de personas:
Fíjate en los pasajeros que suben y bajan, en los transeúntes que van y vienen, y empieza a describirlos. Deja volar tu imaginación y piensa qué historia hay detrás de cada uno de ellos: por qué han cogido ese tren, cuál es su vida, hacia dónde se dirigen, qué llevan en su mochila o en el bolso…
Invéntatelo. Como si estuvieras trabajando en uno de los personajes de tu libro. Imagina sus diálogos cuando veas a alguien conversar. ¿Están discutiendo? ¿Se acaban de conocer? ¿Tienen una cita? ¿O hablan de la situación por la que atraviesa un conocido? Lo que se te ocurra. Todo es válido. Pero invéntatelo y, sobre todo, escríbelo.
Te aseguro que ejercicios tan simples como este te ayudarán a desarrollar personajes en mayor profundidad, a crear diálogos, a describir objetos y lugares, y potenciarán sobremanera tu creatividad y tu capacidad de observación. Y, por supuesto, te harán crecer como escritor.
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