Él mismo se ofreció a diseñarlo con esas características en 1899; sin embargo, este nunca se construyó.38
Para 1910 se concibe el Parque de la Independencia, en el marco de las celebraciones del primer centenario de la independencia de Colombia, para lo cual se planearon varias festividades en el país, principalmente la Exposición Industrial y Agrícola en donde se deberían representar los principales productos del campo, manufacturas, maquinaria, etc.39
Acerca de los edificios del Parque de la Independencia, en primer lugar fue construida la vivienda del guardabosques, un quiosco de estilo japonés y luego se procedió a la erección de varios pabellones: el de las Máquinas; el Central o de la Industria, con un gran arco sobre su entrada principal, torreones de carácter árabe con remate de cúpula de cebolla y en todo su perímetro arcadas muy transparentes; el de Bellas Artes, de estilo clásico y con decoraciones que recordaban motivos del Art Nouveau; el Egipcio, para exhibiciones de labores femeninas; el de Música; el de la Luz; y otros más como La Bavaria; La Germania; el del Café Especial; y uno para el restaurante.40 Los discursos pronunciados en la inauguración de la exposición dan fe del optimismo y la esperanza respecto al progreso de la Nación, como también de los valores invocados por la generación centenarista: la raza, la paz, el progreso, la nación, la imagen europea y su civilización.41
A continuación se sembraron varios árboles conmemorativos: cedros, robles, palmas y eucaliptos, que lo convirtieron en un verdadero parque con su mobiliario, diseño y vegetación, tal como se describe en un artículo de una revista de la época:
El Bosque de la Independencia con sus frescos jardines, con ese grupo de esbeltas edificaciones erigidas para albergar las obras más notables que nuestra industria y nuestro arte producen, […] constituye la nota de última novedad que inicia una época de mayor auge para el embellecimiento urbano […] y de más amplio estímulo para la labor progresista del país en general.42
Según Paredes, en Bogotá los parques se reconocían como un antídoto para los problemas higiénicos de la ciudad; se empezó a ver que el contacto del ser humano con la naturaleza, y la práctica de deportes y la educación física al aire libre, ejercían una influencia positiva. De esta forma, pasa a un último plano la función representativa de los parques para dar lugar a una función más social.43
El presidente Enrique Olaya Herrera, en 1930, le solicita a la Sociedad de Mejoras y Ornato de la ciudad de Bogotá “La creación de un parque público de extensión suficiente para que allí gocen de aire y distracción los obreros y niños pobres que hoy no tienen distracción en los días festivos, que contenga un hipódromo y un estadio para los juegos deportivos del público”.44
El Parque Nacional es la principal intervención urbana del Ministerio de Obras Públicas para la ciudad en esta época.45
Importancia de las imágenes en la configuración del parque público
Es importante resaltar el interés por entender el parque público, no solo como proyecto urbano-paisajístico, sino también como dispositivo de una nueva sociabilidad y educación estética, lo cual ha de marcar el derrotero en este texto, de acuerdo con los planteamientos de Gorelik.
Para ello se hará una indagación histórica de las discusiones y los proyectos que idearon los parques, a través de sus representaciones y de los restos que de ellos nos han quedado, un ángulo descuidado en la historiografía local, así como de las formas, los objetos y los procesos materiales de la ciudad.46
También es necesario un mayor rigor en nuestro medio sobre los estudios de historia urbana, es decir, investigar la cultura y las formas que esta produce. Pocos de estos toman a Medellín como un objeto que concatene lo social y lo físico como un propósito, interés principal de la historia urbana, la cual busca conocer cómo se plasman los hechos sociales en el espacio, sobre todo en los construidos.47
Por lo anterior, el registro común será la historia cultural, pues todas las cuestiones toman forma en la cultura; de ahí que una cita literaria pueda arrojar luz sobre los debates urbanísticos y un plan urbano sobre los debates de la vanguardia literaria.48
El enfoque de este trabajo será entonces de tipo “culturalista”, es decir, con una concepción de paisaje centrada en su carácter de representación y que como tal es construida social e históricamente, proceso en el que además de otras representaciones culturales, las imágenes –devenidas algunas en representativas– desempeñan un papel fundamental. Según Chartier, la “[...] historia cultural ha significado la emergencia de una nueva idea de textualidad, definida ahora como un sistema construido según categorías, esquemas de percepción y de apreciación, reglas de funcionamiento que nos llevan a las condiciones mismas de producción”. La atención ha dejado de centrarse en los textos en sí mismos para desplazarse hacia las formas en que estos se producen, materializan, circulan y son leídos e interpretados. En otras palabras, el interés se ha centrado en el “Análisis de las prácticas que, diversamente, se apoderan de los bienes simbólicos, produciendo usos y significaciones diferenciadas”.49
En el mismo sentido, Huizinga afirma:
El principal objetivo del historiador cultural consiste en retratar patrones de cultura, es decir, describir los pensamientos y los sentimientos característicos de una época y sus expresiones o encarnaciones en obras literarias y artísticas. El historiador, sugería, y descubre estos patrones culturales estudiando “temas”, “símbolos”, “sentimientos” y “formas”.50
Por lo tanto, serán analizadas de forma simultánea las representaciones y las transformaciones del parque público en Medellín para encontrar respuestas de cómo fue erigido este espacio y se examinarán diferentes puntos de vista, espectadores y relatos que han hecho parte de la construcción del paisaje, teniendo en cuenta las afirmaciones de Silvestri y Aliata: “Para que exista un paisaje no basta que exista ‘naturaleza’; es necesario un punto de vista y un espectador; es necesario, también, un relato que dé sentido a lo que se mira y experimenta”.51 Para esto es necesario que “[el] paisaje se inscriba en una redefinición de cultura como sistema de significaciones, es decir, como un sistema donde los significados de las prácticas culturales son susceptibles de ser reclamadas, modificadas, en fin apropiadas muy diversamente por los actores sociales”.52 En este mismo sentido, Fernando Williams plantea que “el paisaje, entendido ahora como un conjunto de valores ligados a la percepción del territorio, como formas de ver y como proyección de ciertas concepciones del mundo, se vincula necesariamente con una cultura concebida como campo de negociación y conflicto”.53 Finalmente, Maderuelo confirma las ideas anteriores y asegura que el paisaje no es un objeto físico sino una construcción mental, algo que se elabora a partir de lo que se ve al contemplar un territorio, un “país”, por tanto es una interpretación sobre una realidad determinada por la morfología de sus elementos físicos, pero en la que intervienen factores estéticos que la unen a categorías como la belleza, lo sublime y lo pintoresco; y emocionales, que tienen que ver con los estados de ánimo de quienes la contemplan.54
Con base en el análisis de la configuración del parque público urbano en Colombia y en el mundo desde la perspectiva política y estética, se puede hacer este mismo estudio en Medellín, preguntando cómo opera el parque público en el imaginario colectivo y en las prácticas urbanas de sus habitantes. Con este fin, el siguiente capítulo elabora una reseña histórica para indagar