Sin embargo coincidirán conmigo en lo siguiente: Cuando nos comparamos, por ejemplo, con san Pablo, que sentía continuamente que sobre él reposaba la mirada bondadosa de Dios, que Dios estaba unido a él y trataba con él cara a cara y de corazón a corazón, entonces día a día nos sentimos cada vez más pequeños y desvalidos como si aún no hubiésemos aprendido el abecedario de la relación hijo-padre. Porque, seamos sinceros, ¿quién de nosotros puede decir con san Pablo: “Hermanos, hasta hoy yo he obrado con rectitud de conciencia delante de Dios.”? (Hch ٢٣,١)“Este es para nosotros un motivo de orgullo: el testimonio que nos da nuestra conciencia de que siempre, y particularmente en relación con ustedes, nos hemos comportado con la santidad y la sinceridad que proceden de Dios, movidos, no por una sabiduría puramente humana, sino por la gracia de Dios.” (2 Co 1, 12).
Vemos pues que san Pablo vivió lo que enseñaba cuando recomendaba: “Sean ciudadanos del cielo, vale decir, estar junto a Dios, con él y en él, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre que está tan interesado en nosotros que no sólo tienes posados sus ojos continuamente sobre nosotros sino que examina también nuestro corazón y riñones” (cf. Flp 3, 20; Sal 26, 2). ¡Tan íntimamente unido está Dios a nosotros! Y él exige que también nosotros giremos perpetuamente en torno de él (…).
Raras veces ocurre que personas que son transparentes de Dios reflejen con claridad - más allá de defectos humanos - la maestría divina en cuanto a unir providentia generalis y providentia specialis y así, ateniéndose a la ley de la transferencia de afectos, encaucen limpiamente hacia Dios Padre el afecto que reciben. Con esta observación estamos tocando nuevamente el tema de qué importante es para la renovación del mundo que haya padres auténticos.
Dicho en otros términos: La fe en la providentia divina specialis no se enciende, o no se enciende suficientemente, queda como una pálida idea de barniz religioso;50 si la persona se siente y sabe utilizada por Dios - ciertamente por una benevolencia general - para determinados fines del gobierno del mundo, o peor aún si se siente manipulada por Dios. En uno u otro caso no se sabe ni se siente plenamente aceptada, atendida, cuidada personal e individualmente. De ahí que la persona, en cuanto persona, no se experimente anclada con suficiente profundidad en Dios, ni valorada ni protegida por él, sino despersonalizada, manipulada, masificada, aun cuando se trate de alcanzar metas divinas. Eso redunda en que la fe en la Divina Providencia no se convierta en una gran potencia en la vida de las personas y de pueblos enteros, y que entonces el hombre, al enfrentar catástrofes extraordinarias, caiga en la confusión y se entregue a corrientes y movimientos ateos.
1.16 EL INTERÉS PERSONAL DE DIOS POR CADA SER HUMANO
De: Brief an Turowski 1952/53, 128-129
Quien ha creado nuestra naturaleza conoce mejor que nosotros sus necesidades. Su sabiduría y amor conocen los medios y vías para satisfacerlas. Y su omnipotencia realiza lo que sabiduría y amor hayan previsto. Más allá de que Dios mira con amplitud infinita, vale decir, contempla todo el vasto escenario del acontecer mundial; más allá de la plenitud de sus infinitas perfecciones; más allá de la incorruptibilidad e inexorabilidad de su verdad y justicia y de la pureza de su santidad; más allá de su abrazo amoroso a todo lo que él ha creado… Dios tiene un cariño hondo y cálido por cada ser humano y se interesa personalmente hasta por las mínimas cosas que lo conciernan. Para convencernos de ello hizo que su Hijo unigénito asumiese la naturaleza humana con todas sus nobles inclinaciones y pasiones humanas. Et Verbum caro factum est et habitavit in nobis: el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Ese misterioso interés personalísimo de Dios por cada ser humano - que nos resulta tan difícil imaginar debido a la condición divina de ser espiritual e inmutable - ha encontrado en la persona y figura de Jesús un reflejo perceptible por nuestros sentidos, una encarnación… El Unigénito, representa el rostro del Padre eterno vuelto hacia nosotros, nos revela de modo sensible y tangible, de modo auténticamente humano, cómo podemos representarnos de manera humana el interés espiritual de Dios Padre por cada persona. Newman51 afirma con acierto:
“Realmente es admirable y digna de adoración la condescendencia con la que Dios socorre nuestra debilidad. La atiende y ayuda precisamente de la manera como obró la redención de las almas. Para que comprendamos que a pesar de sus misteriosas e infinitas perfecciones, , presta atención especial y tiene un cariño especial por cada ser humano, asumió los pensamientos y sentimientos de nuestra propia naturaleza, que, como todos sabemos, es capaz de tal cariño personal. Haciéndose hombre cortó de raíz, de una vez y para siempre, las dificultades y problemas de nuestro entendimiento en esa área, como si quisiese dar razón a nuestras objeciones y refutarlas poniéndose él mismo en nuestro propio punto de vista.”
El interés personal de Dios por nosotros presenta sobre todo dos cualidades: Es infinitamente tierno, e infinitamente atento. Esto quiere decir que, en su Hijo, el Padre nos ha regalado, por decirlo así, un espejo en el que se refleja y hace comprensible su amor paternal infinitamente tierno y atento, más allá de que nosotros no podamos entender cómo tal hondo cariño de Dios hacia cada ser humano pueda compatibilizarse con las otras cualidades divinas. Pero si recordamos lo que escuchamos más arriba sobre Pascal y santo Tomás sobre la tensión y la armonía y en relación con las virtudes complementarias de la verdadera santidad en los reflejos humanos de la santidad divina, y si aceptamos luego que en Dios hay que suponer medidas infinitas en todos los aspectos, entonces la razón que piensa en abstracto estará en camino de ver que las contradicciones aparentemente irreconciliables se funden en una unidad.
Quien quiera convencerse del amor personal de Dios no ha de contentarse con tales reflexiones filosóficas abstractas, ni con las enseñanzas de la Sagrada Escritura sobre la providentia divina specialis, ni tampoco con la meditación cuidadosa y continua sobre las misericordias personales de Dios en nuestra propia vida y en la historia de la Familia - forma de meditación habitual entre nosotros; sino seguir adelante y aprender a entender, gustar y responder a la cálida afectividad de Jesús en cuanto expresión humana y tangible del amor paternal de Dios. Es como si en este sentido el Señor nos dijese: “El que me ve, ve al Padre” (cf. Jn 12, 45). “Nadie va al Padre sino por el Hijo” (Jn 14, 6). Nadie comprende el amor individual del Padre, amor que se interesa personalmente por cada ser humano, si no lo ve reflejado en la figura del Unigénito.
1.17 TERNURA Y ATENCIÓN DE DIOS
De: Brief an Turowski 1952/53, 130-131.133
Para al menos presentar algunos ejemplos de cuán tiernamente humana es la sensibilidad del Señor y cuán atento es Él en su trato con los hombres, observemos su relación con sus amigos… Naturalmente haremos sólo algunos enfoques que quieren despertar nuestra iniciativa, nuestro espíritu de descubridores y conquistadores, encauzándolos hacia este fértil campo, para fomento de una fuerte corriente del Padre o de la Divina Providencia. El Salvador, Señor del cielo y de la tierra, el que sostiene firmemente en sus manos el cetro del gobierno universal, es igualmente capaz de sentimientos de amistad. Esta cualidad suya hoy nos conmueve y resulta extraordinariamente cercana, y por momentos, sorprendente. En este sentido la Sagrada Escritura nos presenta escenas pintadas con preciosos detalles que nos permiten meditar sobre algunos rasgos particulares.
Así pues la Sagrada Escritura nos habla de las lágrimas que el Señor derrama de manera auténticamente humana sobre Jerusalén; del modo como trata a Pedro antes y después de la traición; de cómo se conducía con Juan; o bien de cómo trató con Tomás cuando éste dudó. La Sagrada Escritura nos permite además apreciar, con total transparencia, cómo fue su relación con las mujeres piadosas. Particular encanto reviste su relación con Lázaro y sus hermanas.52 Detengámonos un poco aquí, porque así también lo hace la Sagrada Escritura. Escena de cautivante belleza es la del llanto de Jesús junto a la tumba de Lázaro (Jn 11). “Jesús preguntó: ‘¿Dónde lo pusieron?’ Le respondieron: ‘Ven, Señor, y lo verás’. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: ‘¡Cómo lo amaba!’”
Para el pensamiento limitado del ser humano, estos hechos están lleno de enigmas de difícil resolución. Lo admitimos de buena gana. Enigmas que se