si me tiendo en el Abismo, estás presente.”39 ¿Qué significa esto? Dicho teológicamente: omnipresencia divina. Ahora no estoy haciendo otra cosa que recordarles brevemente verdades teológicas fundamentales.
¿Qué significa que Dios está en todas partes? Que está en el cielo, en la tierra, incluso en el infierno; en todas partes donde hay algo creado. ¿Y cómo está en todas partes? Per potentiam, per scientiam, per essentiam.40Verdades teológicas, filosóficas que hay que grabarse, y que allí donde yo esté educando, han de ser naturalmente objetos de estudio, de reflexión, de amor y de vida. Así pues no estancarse en cosas periféricas. La ineludible realidad de Dios… realidad ineludiblemente personal.
1.8 MODOS DE LA PRESENCIA DE DIOS
De: Vorträge 1963, 10, 123-125
Piensen en otros modos de presencia de Dios;41 en su presencia eucarística, sacramental. También cuando me siento o arrodillo ante el tabernáculo: Ahí está Cristo, el Dios humanado, real, de manera real; él está realmente ahí. Vale decir, no es una pálida idea. Colmémonos de esas realidades del Dios eterno e infinito que aparece en tal o cual forma. De ahí la importancia de que giremos con la mente, el corazón y la voluntad en torno del Dios vivo y personal visto de esa manera.
Pues bien, de lo que se trata especialmente ahora es de la presencia sobrenatural de Dios, del Dios Trino, en el alma del hombre en gracia.
De: Vorträge 1963, 2, 148-149
Si echamos una mirada retrospectiva y nos preguntamos cómo es la imagen de Dios que Schoenstatt cultivó desde el principio, hallarán algunas expresiones que se van reiterando en el transcurso de los años, en una u otra versión. Ya en época muy temprana, en los retiros espirituales y cursos, hablábamos del Dios de la vida, diciendo que el Dios de la vida era quien resplandecía fuertemente sobre Schoenstatt. No como si no hubiésemos sabido de otros aspectos de Dios - los enseñábamos con toda claridad -, pero una de las cosas más originales fue ese énfasis en el Dios de la vida. Podemos distinguir al Dios de nuestros altares - no lo hemos olvidado-, y al Dios de nuestro corazón - a quien tampoco hemos olvidado.
Si echan una mirada retrospectiva y reflexionan sobre las corrientes espirituales de la Familia, verán con qué amplitud hemos hablado de la filiación divina. Lo hicimos en una época en la que en la Iglesia, especialmente entre los teólogos, no se reflexionaba a fondo sobre el tema. Observen pues cómo nosotros lo enfocamos con detenimiento y qué conclusiones extrajimos de nuestra reflexión.42
Valdría la pena que alguien se ocupara académicamente del tema, que repasara los contenidos de los ejercicios espirituales y cursos. Por lo tanto esas modalidades de Dios, por decirlo así, jamás fueron descuidadas por nosotros, al contrario, las cultivamos con más intensidad que en ninguna otra parte. El Dios del corazón, el Dios de nuestros altares. Pero lo que se anticipó al tiempo, y continúa anticipándose hoy, es siempre la referencia al “Dios de la vida”; el Dios que gobierna la vida, dicho más exactamente, el Dios de la historia. Ahora bien, el concepto “Dios de la historia” restringe la idea de Dios.43
Naturalmente hemos presentado siempre también al Dios de la creación, pero a la vez le enseñamos al pueblo que Dios creó el mundo. Y para la sensibilidad del hombre - especialmente si echamos una mirada retrospectiva sobre los siglos y milenios pasados, por ejemplo, sobre lo que dijeran Aristóteles y Platón - si observamos la sensibilidad de la humanidad, se puede comprender por qué hombres inteligentes y religiosos se han extraviado tanto en lo que hace a la temática del Dios de la creación. En la creación existen leyes que se cumplen perpetuamente. El ser humano tiene necesidad de estabilidad. De ahí la fuerte aspiración de los hombres de milenios antes de Cristo, de integrarse al ritmo de la creación, al ritmo de la naturaleza: porque en ese ritmo hallaban un ciclo fijo, estable, tranquilizador, algo que se repetía continuamente.
En cambio, si pensamos en la historia, observamos que en ella hay un continuo fluir; pensar en la historia es pensar en un dinamismo incesante, casi inasible. Hoy la situación es de tal y cual manera, mañana lo es de otra. Lo mismo sucede cuando pensamos en la historia de nuestra propia vida o de nuestra familia natural. Un ir y venir de olas…
Así pues desde el principio nuestra fortaleza residió en una cierta originalidad: poner siempre en primer plano al Dios de la historia. De este modo se entiende porqué pusimos entonces tan fuertemente la Divina Providencia en el primer plano de nuestro pensamiento. Porque, ¿quién sostiene en sus manos el acontecer mundial, la historia universal, la historia de la Iglesia, la historia personal, la historia de la comunidad?
1.9 SER TOCADO POR DIOS. ENCUENTROS CON DIOS
De: Homilía del 21 de abril de 1963
En: Aus dem Glauben Leben, 7, 65.68
Que el día de hoy - segundo domingo de Pascua - sea un día de recuerdo de los encuentros con Dios. Los encuentros con Dios en mi vida, cómo y cuándo. ¿Qué he hecho con ellos? En segundo lugar, un día de renovación. ¿Qué queremos renovar? Renovar el encuentro con Dios. Pero esto supone naturalmente tomar conciencia sobre dónde, cómo y cuándo he sido tocado por Dios. Renovar y profundizar mis encuentros con Dios.
¿A qué Dios puedo encontrar? Al Dios de nuestros altares, al Dios de la vida y al Dios de nuestro corazón. Al Dios de nuestros altares. Lo sabemos y a la vez no lo sabemos, similarmente a como Tomás sabía y a la vez no sabía cabalmente que Cristo estaba frente a él: Aquí está el Dios vivo, en el sagrario, con cuerpo y alma, con su divinidad y humanidad, invitándonos: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28). Tengo oportunidad de encontrarme con Dios. ¿Por qué correr continuamente a golpear las puertas de los hombres olvidando al solitario ermitaño que mora en su pequeño sagrario? (…)
Encuentros con Dios, con el Dios de la vida. Hoy leímos en el evangelio cómo el Señor se aparece estando las puertas cerradas. No hay nada que impida a Dios tocarnos, encontrarnos. Dios de la vida. ¿A través de qué me habla? A través de los acontecimientos de mi vida. Renuevo esos encuentros y en el futuro, con una mirada de fe, volveré a percibir a Dios en mi vida, entre mi vida y todas las cosas terrenales.
Y por último: encontrar al Dios de nuestro corazón. Sabemos que todos nosotros, alcanzados por la gracia, podemos considerarnos como pequeños templos de la Trinidad, inhabitados por el Dios Trino, consagrados al Dios Trino.
1.10 EL DIOS DE LA SAGRADA ESCRITURA
De: Conferencias 1963, 4, 37-38
Examinemos la Sagrada Escritura, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. (…) el Dios de la Sagrada Escritura, la imagen de Dios que nos presenta la Sagrada Escritura (…) es el Dios que ha dado vida a toda la creación. Éstas son cosas que hallaremos una y otra vez en la Sagrada Escritura, casi en todas sus páginas. Pero lo más original me parece que es lo que nosotros hemos constituido en cimiento de nuestra vida y aspiraciones: el hecho de que ese Dios no duerme, sino que gobierna y guía. No se retiró a su aposento para descansar y dejar al mundo librado a sí mismo. No, ese Dios guía, guía el destino de la humanidad, guía el destino de cada persona. Eso es, en lo más profundo, el fundamento de nuestra fe en la Divina Providencia.
Por lo demás, ustedes advierten que dicha guía de Dios en la historia universal, en la historia de salvación, en la historia de la vida de cada persona es (...) el problema más difícil que la humanidad de hoy, también la cristiandad, tiene que elaborar y resolver íntimamente.
1.11 LA BUENA NUEVA PARA HOY
De: Brief an Turowski 1952/53, 216-218
La fe en la Divina Providencia interpreta todo acontecimiento del mundo y de la Iglesia, en la familia y el Estado, y en la vida personal, como un plan de sabiduría y omnipotencia de Dios trazado con cuidado y todo detalle. Pero hoy se dispensa poca atención a esa fe.
Con la desaparición del espíritu de fe aumenta en todas partes el peligro de caer en un fatalismo práctico, en el determinismo, el materialismo o el deísmo. El ojo resplandeciente que el mosaísmo descubre en Aquél que tiene en sus manos las riendas de la historia universal,