La siguiente decisión concierne al lugar donde llevarlo a cabo. De inmediato piensa en la Garrotxa. Allí dispondrá de la ayuda de su amigo Josep Torrell, que trabaja en la comarca, y la elección será del agrado de Carme. Ella no atraviesa ninguna crisis existencial y no entiende por qué tiene que abandonar su trabajo en la escuela Bellaire; pero es de Castellfollit de la Roca, un pueblo de la Garrotxa. “¿Quieres que nuestros hijos crezcan aquí, en Barcelona, entre bosques de papelina?”, la espeta Cristóbal como argumento, y con éste y otros termina por convencerla y la familia se traslada.
Por último, visita al doctor Torrell y le describe la idea de crear un proyecto que no dependa del ámbito institucional, al tiempo que dé trabajo a personas con graves trastornos mentales de la Garrotxa, comarca que es competencia del doctor Torrell. Tiene claro que sólo se pueden crear puestos de trabajo reales en una empresa real, rehuyendo el “como si...” de la laborterapia. La experiencia de los psiquiátricos de Zaragoza, Martorell y Salt, si bien rica y estimulante, ha resultado frustrante; pero la práctica que ha adquirido en los talleres ocupacionales para discapacitados psíquicos en el ámbito de la Coordinadora le lleva a creer en la posibilidad de crear una empresa de verdad donde trabajen personas con problemas mentales. Aspira a ofrecer un puesto de trabajo real a personas discapacitadas o con problemas mentales, a que las personas de estos colectivos realicen una labor de calidad por la que perciban un sueldo y sean conscientes y responsables de la calidad de los productos que elaboren. Está convencido de que, si consigue este objetivo, podrá contribuir a dar sentido a la vida de estas personas.
En 1982 los índices de paro en España llegan al 18%, los más altos de todo el OCDE. En el sector de población de personas con discapacidades psíquicas o problemas mentales, los índices son más altos si cabe. Se acaba de aprobar la LISMI (Ley de Integración Social de Minusválidos), y entre los empresarios aún no existe la conciencia necesaria para contratar a personas con discapacitades. Para los empresarios, la calle está llena de “buenos” trabajadores en paro. Además, está la idea de que el discapacitado psíquico o la persona con trastornos mentales están muy limitados en lo que a producción se refiere. Cristóbal la matiza: “Sí, puede ser cierto, pero estas personas tienen el mismo derecho al trabajo que las otras. Además, como para todo el mundo, el trabajo puede convertirse también para ellos en una parte importante de sus vidas. Y a pesar de sus carencias pueden ser productivos”.
Para el enfermo mental, el hecho de ser excluido por el entorno laboral implica una situación de marginación social que suele potenciar desequilibrios de la personalidad. Todo ser humano emplea en su desarrollo íntegro dos canales de relación: el del entorno inmediato, la familia, donde se desarrollan las estructuras psicoafectivas, y el que establece con el resto de la comunidad, donde se formarán las capacidades psicosociales. Del desarrollo y el equilibrio que el individuo alcance en la interrelación de estos dos canales dependerá su grado de equilibrio personal y de integración en la sociedad.
Así era el taller del Carme (Olot) en el año 1982.
Resulta evidente que el trabajo es fundamental en el proceso de rehabilitación de las personas con problemas mentales y para la integración social de aquéllas que sufren discapacidades psíquicas. Por eso Cristóbal decide crear una estructura productiva que dote a estas personas de puestos de trabajo donde se puedan realizar y dejen de sentirse rechazadas por los demás.
Cristóbal no sabe aún qué va a producir la empresa, pero sí que la empresa tiene que ser productiva y competitiva. Sabe también que puede contar con Josep Torrell, quien le avalará ante políticos y empresas de la Garrotxa. El doctor siente que ha de respaldar este proyecto. Lo juzga de sumo interés, pero sabe que el país no atraviesa el mejor momento para colaborar en proyectos como éste.
La inflación en España en 1982 es galopante. Cuando en octubre se forma el primer gobierno socialista de Felipe González, los responsables de economía y finanzas encuentran unas tasas de inflación de 13,8%. El primer crédito que solicita La Fageda, por un valor de medio millón de pesetas, lleva aparejados unos intereses del 16%. En algunos momentos de estos primeros meses, incluso el propio Cristóbal se cuestiona si merece la pena continuar. A las dificultades económicas del país se suma el hecho de que hay escasa experiencia en este tipo de centros y que faltan ayudas. Pero la decisión está tomada.
En la lista de pacientes del equipo dirigido por el doctor Torrell hay catorce personas que pueden convertirse en los primeros trabajadores de La Fageda. La decisión de la cooperativa de mezclar personas con discapacidades y enfermos mentales graves no es habitual en España. En la Fageda no se experimenta, sólo se hace de la necesidad virtud; si la comarca no tiene bastantes habitantes para crear dos centros diferenciados, los profesionales atenderán a ambos grupos de personas en el mismo espacio. Además, Cristóbal tiene experiencia laboral con ambos colectivos: en los psiquiátricos ha trabajado en la atención a personas con enfermedades mentales o con discapacidad psíquica, y en el taller ocupacional de Santa Coloma, con discapacitados psíquicos. Por eso, además de las consultas pertinentes al doctor Torrell, Colón comparte desde el principio con la Coordinadora de Tallers todo el proyecto. A falta de otros, ésta es el modelo de referencia. Es la primera que ha planteado el trabajo como opción para los discapacitados psíquicos desde una perspectiva seria.
El alcalde de Olot les cede unos bajos, el comedor de una antigua escuela en el Convento del Carme. Los familiares de algunos de los catorce trabajadores ayudan a pintar el local y la directora de una escuela les cede muebles viejos. Disponen sólo de unos servicios para todos, y el comedor se ha de convertir en algunos momentos del día en vestuario de mujeres... Así empieza La Fageda, de la mano del doctor Torrell y su equipo de salud mental.
Al nacer, la Cooperativa La Fageda prevé acoger a cuarenta o cincuenta personas y cree que puede dedicarse inicialmente a trabajos manuales del ramo textil y de la imaginería religiosa, aprovechando que son dos de las grandes actividades económicas de la comarca. En esos momentos, en Catalunya hay unos sesenta talleres ocupacionales del estilo del que funcionará en la Garrotxa, la mayoría de los cuales en el área metropolitana de Barcelona. Los impulsores de La Fageda son muy conscientes de las dificultades que experimentan todos ellos.
Moldes y contramoldes
El verdadero sueño, la más honda aspiración de Cristóbal Colón, es acabar creando un taller de carpintería con estas personas. Un taller como el que ha abandonado en La Floresta, pero en grande. Se siente artesano y sabe que el trabajo de la madera puede ser una buena terapia para las personas con problemas mentales. Pero es un hombre práctico y ve que el taller de carpintería no es la opción más adecuada para poner en marcha el proyecto, teniendo en cuenta los precarios recursos económicos y de personal de la cooperativa. No están en posición de elegir. Dependen de lo que les ofrezca el tejido empresarial de la Garrotxa. Así que ambos amigos, Josep Torrell y Cristóbal Colón, se deciden a iniciar una ronda de visitas a empresarios de la comarca para explicarles el proyecto y pedirles trabajo. Llaman a muchas puertas. Por fin, dos empresas del ramo de la imaginería religiosa, de gran tradición en la comarca, y una del sector de la confección aceptan el reto y comienzan a trabajar con la Cooperativa La Fageda, que se ha registrado legalmente como tal en enero de 1983.
La imaginería parece