A lo largo del país, los ánimos estaban caldeados. El 16 de marzo de 1781, más de dos mil manifestantes se habían congregado en la plaza de mercado y se dirigían a la casa del alcalde para expresar su descontento. A las tensiones se sumaba la prohibición de sembrar tabaco como estrategia para promover la producción de los españoles. Esto afectaba los bolsillos de todas las clases sociales, pero golpeaba especialmente a las más pobres.
En medio del agite, Manuela, una vendedora de la plaza, se abrió paso entre la multitud para llegar a la puerta de la alcaldía, arrancó el edicto y lo rompió frente a la gente. Su acción encendió la chispa y desató una rebelión general. Miembros de distintas clases sociales e indígenas se incorporaron al movimiento y se gestaron todo tipo de alianzas. El levantamiento se propagó. El pueblo eligió a Juan Francisco de Berbeo como general de los insurrectos, se creó la Junta Revolucionaria del Común, de donde provino el nombre de comuneros, y emprendieron la marcha hacia Santafé.
El rastro de Manuela se perdió después de la revolución, sin embargo, es símbolo del nacionalismo prerrevolucionario y la primera heroína de la lucha emancipadora.
María Antonia Santos Plata
Pinchote, 1782–1819
Antonia fue una mujer revolucionaria.
PINCHOTE, 1782–1819
La insurrección de Los Comuneros esparció el descontento contra el gobierno colonial. Su familia era cercana a los movimientos que buscaban la emancipación del Nuevo Reino de Granada. Ella creció en ese ambiente rebelde. Fue criada con la educación típica de una mujer de la época: tareas del hogar, aritmética, escritura y lectura. Tras la muerte de su madre, asumió el rol de guía moral de su familia.
Para esa época, se implantó el Régimen del Terror español que buscaba el ajusticiamiento de las personas pertenecientes al movimiento independentista y, en respuesta, comenzaron a surgir las primeras guerrillas para luchar contra quienes defendían la monarquía. Antonia organizó la guerrilla de Coromoro, primera del Socorro, que se caracterizó por ser la mejor organizada y una de las que peleó con mayor valor. El centro de operaciones se ubicó en la hacienda El Hatillo, donde ella había crecido. Inicialmente, contó con 40 miembros, pero la cifra creció a medida que el terror de la Reconquista se fue difundiendo.
El 12 de julio de 1819, el capitán Pedro Agustín Vargas apresó a Antonia y a algunos familiares suyos. Durante su detención le ofrecieron piedad por su vida a cambio de información sobre la ubicación de las guerrillas. Antonia se negó. El 16 de julio dictaron su sentencia de muerte y el 28 fue llevada al cadalso en la plaza del Socorro. Ella subió con su postura digna. Ató las puntas de su vestido con un pañuelo para evitar que se levantara tras el disparo que finalizaría su vida. La tristeza por su temprana partida, a los 37 años, invadió el lugar y los habitantes juraron continuar la lucha antirrealista. La guerrilla de Coromoro combatió con todas sus fuerzas a las tropas que iban a auxiliar a Barreiro en Boyacá. Esta acción fue decisiva para la independencia nacional y Antonia pasó a la historia como una heroína.
Policarpa Salavarrieta Ríos
Santafé, 1795–1817
La Pola fue espía.
SANTAFÉ, 1795–1817
Nació en una familia de agricultores y comerciantes. Su padre participó en la Revolución de Los Comuneros y cuando los ánimos se calmaron regresó al Socorro, pero la persecución contra los rebeldes obligó a que se desplazara hacia Bogotá con su familia. En 1802, su padre, su madre y dos hermanos murieron en la oleada de contagios de viruela negra que se desató en la ciudad. A sus 9 años, La Pola tuvo que mudarse con su hermana mayor a Guaduas.
En su adolescencia se dedicó a la modistería y empezó a involucrarse en la lucha independentista. Así conoció a Alejo Sabaraín, su novio, quien se unió a la milicia tras el grito de independencia. Policarpa volvió a Bogotá y empezó a trabajar de niñera y modista. Por un breve periodo regresó a Guaduas, a ayudar a los republicanos a huir del Régimen del Terror hacia los Llanos. Pero Alejo cayó preso y el coronel José Ignacio Rodríguez le pidió a La Pola que se infiltrara como espía en Bogotá aprovechando su habilidad con la aguja. A su llegada se hospedó en casa de Andrea Ricaurte, lugar de encuentro de mujeres espías y militares.
Después de su liberación, Alejo se unió a los grupos de llaneros que planeaban la toma de Bogotá. Los españoles pagaron a quien diera información y orquestaron la detención de varios miembros de la red de espionaje. En principio, Policarpa no se escondió, pero cuando Alejo cayó preso de nuevo, decidió ocultarse. El coronel Iglesias logró rastrearla y el 10 de noviembre fue recluida en el Colegio Mayor del Rosario. “¡Pueblo indolente! ¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conocierais el precio de la libertad! Pero no es tarde. Ved que, mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. ¡No olvidéis este ejemplo!”, fueron sus palabras antes de ser fusilada el 14 de noviembre de 1817, a sus 22 años.
María Estefanía Parra Chinchilla
Paipa
María Estefanía fue exploradora.
PAIPA
Tenía aproximadamente 12 años cuando jugó un rol fundamental para el triunfo en las batallas del Pantano de Vargas y el Puente de Boyacá. Creció en un hogar humilde y los lugareños la reconocían porque siempre la veían emprender largas excursiones en la región para conocer los terrenos. Gracias a esto, María Estefanía guio al ejército libertador. Su misión consistía en identificar rutas de tránsito para que las tropas se abrieran un camino ágil y discreto, y daba información sobre los movimientos de los españoles.
El ejército realista buscaba llegar a Santafé y unir fuerzas con el virrey, así que decidieron viajar por el Puente de Boyacá para seguir el camino real. María Estefanía enrutó al ejército libertador entre Bonanza y Tunja para avanzar, acortar camino durante la noche e interceptar a José María Barreiro, coronel español. Así, los patriotas lograron llegar primero a Tunja y pudieron vigilar los movimientos de los realistas desde el Alto de San Lázaro.
A las 2:00 p. m., los patriotas llegaron a la Casa de Teja y sorprendieron a la vanguardia realista en su hora de almuerzo. El general Santander y sus hombres los forzaron a retroceder hasta el Puente de Boyacá. Mientras el resto de los españoles se aproximaba, el grupo del general Anzoátegui les cortó el camino. Bolívar se ubicó en una colina equidistante entre el puente y la casa. El bando de los realistas estaba rodeado y quedó incomunicado, separado por el río Teatinos y la vanguardia patriota. Se piensa que María Estefanía también dio la señal de alarma cuando parte de la fuerza española se desplegó al norte del puente. Corrió con los patriotas y les señaló un vado del río Teatinos para que Santander pudiera cruzar. Gracias a sus indicaciones la estrategia dictó el triunfo en el Puente de Boyacá. La niña que enseñaba caminos nos condujo a la libertad.
María Laura de Jesús Montoya Upegui
Jericó, 1874–1949
María Laura fue educadora, misionera y evangelizadora católica.
JERICÓ, 1874–1949
Tan pronto como nació su niña,