En las instituciones educativas normalmente la formación en la disciplina está liderada desde la coordinación de convivencia y debe estar encaminada a generar procesos de desarrollo moral, de socialización, de convivencia civilizada y de respeto y valoración de los deberes y derechos de todos los miembros de la comunidad educativa. Con el desarrollo de dichos procesos educativos se busca que los estudiantes se formen para ser personas capaces de tomar decisiones libres, responsables y autónomas, al igual que de integrarse y participar en las dinámicas propias de los grupos sociales y de la sociedad civil.
La formación en la disciplina en una institución educativa se puede hacer por medio de las direcciones de curso, las tomas de contacto, el circle time, los espacios de tiempo libre y todas aquellas actividades “no académicas” programadas para la formación ética de los estudiantes, la resolución pacífica de los conflictos, el manejo del control del ambiente para el aprendizaje en el aula de clase, el cumplimiento de las normas y la aplicación de las sanciones, la participación en el gobierno escolar y el cumplimento de los compromisos asumidos, entre otros aspectos.
Es importante afirmar que la disciplina es uno de los elementos centrales en los procesos que adelanta la educación formal, porque ella es una condición de posibilidad necesaria en los procesos académicos, formativos, convivenciales y recreativos que las instituciones educativas adelantan. Por esta razón es de suma importancia en la vida cotidiana de la institución y debe estar incluida en los procedimientos y normas que el Manual de Convivencia contiene.
Finalmente, también es importante precisar que como cualquier proceso complejo, la disciplina debe poder contar con la infraestructura necesaria que permita a la institución educativa un adecuado manejo de todo lo que ella implica. Entre los aspectos propios de la infraestructura se pueden destacar:
Los directores de curso, quienes son la primera instancia y se encargan de todos los aspectos propios del manejo de la disciplina en cada curso.
La coordinación de convivencia, que es la segunda instancia y se ocupa del manejo de los aspectos disciplinarios de los estudiantes en la institución educativa.
La rectoría, instancia directiva que orienta los procedimientos propios de la construcción de disciplina en la institución, así como los procedimientos sancionatorios en las situaciones de incumplimiento de las normas.
El Manual de Convivencia, que recoge tanto los aspectos necesarios para construir una adecuada convivencia, como de llevar a cabo los procesos disciplinarios de los estudiantes que incumplen dichas normas y cometen faltas graves o especialmente graves.
Los procedimientos y formas de proceder, tanto explícitas como tácitas, para la construcción de un ambiente donde la disciplina sea real y efectiva en la construcción de un ambiente de aprendizaje y formación.
Los procedimientos para la realización de los procesos disciplinarios en los casos de incumplimiento de las normas por parte de los estudiantes.
Estos son algunos de los elementos que hacen parte de la infraestructura con la cual una institución educativa debe contar para tener un manejo adecuado de la disciplina.
La disrupción en el ámbito escolar
Uno de los problemas que más afecta la convivencia en el ámbito escolar es justamente la presencia de comportamientos disruptivos por parte de los estudiantes, los cuales generan un clima poco adecuado para los procesos académicos que ordinariamente las instituciones educativas desarrollan. En este sentido, de manera general, se puede entender por disrupción todo tipo de acciones de “baja intensidad” que interrumpen el ritmo de las clases. Los protagonistas principales son estudiantes molestos, que con sus comportamientos impiden o dificultan la actividad docente.
Si bien la disrupción no es un problema grave de disciplina y de convivencia en la institución educativa, los profesores “gastan” mucho tiempo y energías buscando reducir este tipo de comportamientos. Entre las situaciones de disrupción que habitualmente se presentan en una institución educativa, y que más afectan la convivencia, se encuentran las siguientes:
— Tener comportamientos, que sin ser graves, generan detrimento de la calidad de los procesos educativos, tales como: llegar tarde, hablar a destiempo, levantarse continuamente del puesto, no contar con los materiales necesarios para el desarrollo de la actividad, no presentar las tareas o asignaciones, entre otros.
— Impedir la realización de las actividades ordinarias programadas mediante comportamientos como: preguntar reiteradamente a destiempo y sin atender a las respuestas que se dan; abrir debates sobre asuntos que no son relevantes o que únicamente intentan “quemar tiempo”; desviar el curso normal que debe seguir la actividad, clase o proceso, llevándolo hacia aspectos no pertinentes o no relevantes.
— Realizar pequeños actos de indisciplina como conversar en voz baja, distraer a los compañeros, realizar otra actividad diferente a la asignada, dormirse en la actividad, acciones que generan “ruido” o distraen a los estudiantes.
— Fastidiar y distraer a los compañeros con actos de molestia como “tirar papelitos” u otros objetos, esconder los materiales de trabajo de los demás, burlarse, poner sobrenombres, invadir el puesto en un sitio donde no hay sillas o espacios para todos, “colarse” en una fila, son situaciones que molestan o generan interrupción.
— Realizar actos y tener comportamientos que generan molestia a los adultos o a los profesores que están al mando de un grupo o de una actividad, tales como no participar activamente en los procesos y procedimientos que se están realizando, ejecutar otro tipo de actividades que si bien no son malas o dañinas en sí, no están directamente conectadas con lo que en ese momento se está haciendo, y en últimas, tener todo tipo de acciones y comportamientos que molestan o distraen a quien está al mando de la actividad.
— El saboteo de las clases o a los compañeros asociado a la burla o la ridiculización del otro.
Este tipo de comportamientos y acciones que habitualmente se dan en el contexto escolar son disruptivas por cuanto impiden el normal desarrollo de las actividades educativas, hacen gastar energía y tiempo, limitan e impiden el cumplimiento de las metas académicas y deterioran los procesos formativos.
La agresión en el ámbito escolar
Otra de las situaciones y comportamientos que deterioran la convivencia en el ámbito educativo es la agresión que se suele dar entre los diversos actores de la comunidad educativa, y puede ser entre pares, entre los estudiantes y los profesores o viceversa, entre los padres de familia y los profesores o viceversa, entre los directivos y los profesores, entre los directivos y los estudiantes.
Se puede entender por agresión un tipo de comportamiento que generalmente pretende hacer daño a través de una forma de proceder destructiva u hostil. Las formas más agudas de la agresión son el bullying o intimidación escolar y la violencia en general. La agresión atenta contra la sana convivencia en el ámbito educativo al adquirir formas y maneras de presentarse como las siguientes:
Los comportamientos agresivos generalmente son más dañinos que los disruptivos, puesto que no son acciones de “baja intensidad”, sino que pueden producir un nivel medio de daño, o incluso alto.
Los comportamientos agresivos más comunes son: comentarios que lesionan la imagen del otro; los chismes y rumores sobre una persona que lesionan su imagen ante los demás; los conflictos mal resueltos en los que se impone al otro una postura personal sin posibilidad de disenso; los golpes y las peleas que se dan entre los estudiantes como la única forma de resolver los conflictos o las diferencias, entre