El Padre Pío
Laureano Benítez
José Antionio Benítez
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ISBN: 9788428563758
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A Manoli, que me descubrió al Padre Pío,
a todos los devotos del bienaventurado Padre Pío,
y a los cristianos perseguidos por sus ideas.
«Pero, ¿tiene todavía valor y sentido un Salvador para el hombre del tercer milenio? ¿Es aún necesario un Salvador para el hombre que ha alcanzado la Luna y Marte? A pesar de tantas formas de progreso, el ser humano es el mismo de siempre: una libertad tensa entre bien y mal, entre vida y muerte. Es precisamente en su intimidad, en lo que la Biblia llama el “corazón”, donde siempre necesita ser salvado. ¿Quién puede defenderlo sino Aquél que lo ama hasta sacrificar en la Cruz a su Hijo unigénito como Salvador del mundo?
No temáis: abridle el corazón, acogedlo, para que su Reino de amor y de paz se convierta en herencia común de todos» (Benedicto XVI, Mensaje de Navidad, 2006).
Introducción El misterio del Padre Pío
«¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en torno a sí! ¿Por qué? ¿Quizá porque era filósofo o sabio o tenía medios a disposición?... No, sino porque decía Misa humildemente, confesaba desde la mañana hasta la noche y era –es difícil decirlo– el representante de nuestro Señor, marcado por las llagas de nuestra redención. Un hombre de oración y sufrimiento» (Pablo VI).
El Santo del pueblo
El Padre Pío de Pietrelcina (1887-1968), fraile capuchino durante 61 años, y sacerdote durante 58, es mundialmente conocido porque llevó los estigmas de Cristo durante cincuenta años exactos, siendo el único sacerdote estigmatizado de la historia de la Iglesia, y el que más tiempo llevó los estigmas. Además, fue portador de otros muchos dones místicos: éxtasis, visiones, clarividencia, bilocaciones, olor de santidad, sanaciones milagrosas...
Aunque las gracias sobrenaturales son comunes a muchos santos, en el Padre Pío llama la atención el hecho de que las tuviera todas, en una concentración de carismas única en la historia de la Iglesia. Sin embargo, el verdadero carisma de santidad del Padre Pío no radica en la espectacularidad de los hechos paranormales que protagonizó en su vida, sino en la perfección admirable y heroica con la que vivió en su existencia las virtudes cristianas: humildad, paciencia, prudencia, resignación, abandono, confianza, obediencia, caridad, perdón, etc. «No son esos dones del Espíritu Santo los que hacen su grandeza pues, como todas las gracias, son dones gratuitos que el Señor distribuye como le place, por el bien de la Iglesia. Su más auténtico timbre de gloria fue su participación en la Cruz... Sufría con Cristo, poniendo con su sufrimiento lo que faltaba a su Pasión» (Cardenal Lercaro).
Hace años –en 2004– tuvimos la ocasión de publicar una obra sobre la figura del capuchino estigmatizado, titulada Orar con el Padre Pío, centrada especialmente en su espiritualidad. En ese momento casi no había obras publicadas en castellano sobre él. Posteriormente, a medida que su fama se extendía entre los países de habla hispana, han ido apareciendo más títulos en el mercado, de carácter biográfico casi siempre.
Por ello, una vez que damos por conocidas las circunstancias más relevantes de su vida a todos aquellos interesados en conocer su figura, hemos creído conveniente escribir una obra en la que se reflexione sobre los mensajes que un santo de tan extraordinarias dimensiones ofrece al mundo de hoy, sobre los contenidos fundamentales de su carisma de santidad, sobre la misión importantísima para la historia de la Iglesia que desempeñó un alma de tan colosal espiritualidad, y sobre los motivos por los que se encarnó en nuestros tiempos el que es, sin duda, el mayor santo que ha dado la Iglesia en sus 20 siglos de existencia.
El mayor... y el más popular, porque el Padre Pío es hoy día el santo más multitudinario de la cristiandad, el que suscita más devoción entre los creyentes, el más aclamado, el santo a quien más gracias se le piden, hasta el punto de que un conocido escritor asevera que «si hubiera un óscar a la simpatía para los santos, hoy lo ganaría sin duda el Padre Pío. Raras veces se ha visto un religioso tan amado y celebrado. Es muy popular y querido, no sólo entre los creyentes».
«Fue y es el santo del pueblo, el santo de todos, hasta el punto de que todos y cada uno podéis decir: “El Padre Pío es mío”. El santo de los religiosos, el santo de los sacerdotes, el santo de los enfermos, el santo de los niños, el santo de las mujeres piadosas, el santo de los matrimonios, el santo de agentes de pastoral de la salud, el santo del pueblo, el santo de todos».[1]
Una fabulosa marea de gracia y misericordia fluye sobre el mundo a través de los estigmas del Padre Pío, como lo demuestran unas estadísticas realmente impactantes:
Según algunos cálculos, aproximadamente veinte millones de personas han visto al Padre Pío celebrando Misa. En 1967, el año anterior a su muerte, se calcula que confesó a unas 15.000 mujeres y 10.000 hombres. En sus 50 años como sacerdote, se estima que más de 2 millones de personas tuvieron contacto personal con él.
Entre los años 1968 –el año de su muerte– y 1993, la tumba del Padre Pío fue visitada por cerca de 50 millones de peregrinos, a pesar de que todavía no había sido beatificado. Esta cifra se multiplicó después de su beatificación y canonización, hasta el punto de que al santuario del Padre Pío acuden cada año unos 8 millones de peregrinos, lo cual le convierte en el más visitado de la cristiandad, después del de la Virgen de Guadalupe –que recibió en 2007 10 millones de peregrinos–, y por delante de Lourdes y la mismísima basílica del Vaticano. Juan Pablo II lo visitó en 1987, y Benedicto XVI en 2009.
Entre los años 1954 y 1959 recibió más de 1 millón de cartas. El número total de las que recibió durante toda su vida sacerdotal es realmente incalculable. A San Giovanni Rotondo llegaba todo el sufrimiento del mundo.
Sólo en Italia hay 2.714 grupos oficiales de oración del Padre Pío, y en el resto del mundo se cuentan otros 793.
En 2001 había cerca de 3.000 páginas web sobre el Padre Pío.
210 monumentos se han levantado en todo mundo en honor a su figura, no sólo en Italia, sino también en otros países como Estados Unidos, Alemania, Costa Rica, Venezuela, Bélgica, Ucrania...
Las obras del Padre Pío siguen adelante por medio de sus hijos espirituales. Cerca de treinta obras asistenciales y de caridad lleva a cabo en la actualidad la Fundación «San Padre Pío», obras que atienden a niños enfermos, a discapacitados, a ancianos, a sacerdotes mayores y a tantas y tantas personas necesitadas. Otras obras promovidas por él fueron el santuario de santa María de las Gracias, inaugurado en 1959, y una nueva iglesia para 10.000 personas. Durante su visita en 1987 el Papa Juan Pablo II inauguró varias obras.
Pero más importante que todas estas estadísticas son los innumerables testimonios de personas que afirman haber recibido