P. Ricardo E. Facci
Amar, proteger y defender la vida
HOGARES NUEVOS EDICIONES
Distribuye
©Asociación Hogares Nuevos
Zona Urbana S6106XAE - Aarón Castellanos (Santa Fe) - Argentina
e-mail: [email protected]
Facci, Ricardo Enrique
Amar, proteger y defender la vida / Ricardo Enrique Facci. - 1a ed. - Aarón Castellanos Hogares Nuevos Ediciones, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-8438-12-2
1. Derecho a la Vida. 2. Relaciones Familiares. 3. Vida Cristiana. I. Título.
CDD 248.845
©Asociación Hogares Nuevos
Zona Urbana S6106XAE - Aarón Castellanos (Santa Fe) - Argentina
Con las debidas licencias.
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Versión E-PUB Octubre 2021
Industria Argentina
PRESENTACIÓN
Toda vida humana es don de Dios, un verdadero regalo que nos fue entregado en custodia. Se debe cuidar la propia vida, y comprometerse en el cuidado de las demás vidas humanas. Todas valen mucho.
La vida comienza en el mismo momento de la concepción, cuando papá y mamá en un gran gesto de amor y entrega se abrieron a ella para que cada uno de nosotros existiera. Allí estuvo presente el Espíritu de Dios. Fuimos creados para la eternidad. Somos Espíritu encarnado, imagen de Dios.
La Vida es Sagrada en todos sus momentos, y las familias cristianas deben protegerla desde la unión íntima del Sacramento del matrimonio, acompañando a los hijos y a cada niño que se encuentra en situación de abandono, físico o espiritual, a cada joven en riesgo, para que viva en plenitud sus virtudes, a cada adulto y muy especialmente a cada enfermo, discapacitado, anciano, que necesite de los cuidados paliativos, centrados en el amor evangélico.
Hogares Nuevos es un Movimiento de Familia que Ama, Protege y Defiende la Vida y como tal, ante los ataques de las leyes anti-vida, proponemos, para el bien de la humanidad, de la sociedad y para la prosperidad de los países, renovar profundamente nuestras familias desde la luz de la fe y del amor conyugal generoso. Permanecer orantes, firmes y palpitantes. Unidos, comprometidos, y buscando en la Sagrada Familia de Nazaret la imagen a imitar.
Se ha instalado en la sociedad la cultura de la muerte. Es interesante analizar el hecho de que para influir en la gente y así acepte la anticoncepción y el aborto, se argumenta desde datos estadísticos erróneos e imprecisos. ¿Tendenciosos? En el caso del aborto se muestra al niño inocente e indefenso en el vientre de la madre casi como un agresor o como el culpable de todo, por eso se lo debe condenar a muerte.
Al aborto lo presentan como la solución para las mujeres pobres, cuando sabemos muy bien que la mayoría ocurre en la clase media y alta, cuanto mayor son los ingresos de la población, más aumentan la demanda de los abortos. Las mujeres pobres recuerdan que es en el mundo de los más pobres donde se recibe la vida en verdaderos pesebres marcados por la pobreza, reviviendo el de aquel de la primera navidad, pero muy ricos de amor hacia el niño que nace.
Los cristianos anunciamos la verdad del valor intangible de la vida humana desde la concepción en el seno materno hasta su muerte natural. Desde el momento de la concepción el bebé vive en el seno de la madre como ser diferente de ella, que depende totalmente de su mamá, para luego convivir con su familia. Las ideologías, insertadas en minorías, levantan banderas antivida confundiendo a la sociedad, a las mismas familias, sobre todo a los jóvenes.
Como Iglesia defendamos la vida, debemos ser la voz de los que no tienen voz.
Cada niño responde a un proyecto de Dios.
El Papa San Juan Pablo II nos decía: “La vida, especialmente la humana, pertenece sólo a Dios, por eso, quien atenta contra la vida del hombre, de alguna manera atenta contra Dios mismo” (Evangelium Vitae, 9). El hombre no debe creerse dueño de la vida y de la muerte. ¡La vida es un don! ¡Se la debe cuidar! ¡Dios demandará si no se la cuida!
El Papa Benedito XVI iluminaba sobre este tema: “El culto agradable a Dios, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre el hombre y la mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar leyes inspiradas en los valores fundamentales de la naturaleza humana” (Sacramentum Caritatis, 83).
Muchos gritan “déjennos vivir”. Hoy queremos ser su voz.
CAPÍTULO I
EL DON Y EL VALOR DE LA VIDA
EL DON Y EL VALOR DE LA VIDA
“¡Bendito es el fruto de tu vientre!” (Lc 1,42)
El hombre desde que pisó este mundo buscó respuestas sobre el valor de su vida, intentando descubrir su más profundo sentido a la luz del pasado, ¿de dónde viene?, y de su futuro, ¿hacía dónde va?
La revelación divina fue respondiendo a estos interrogantes, hasta que llegó el momento en que a través de la encarnación del Hijo se manifiesta la verdad sobre el hombre. La vida humana creada y redimida por Dios contiene en sí misma un valor inconmensurable por el hecho de que surge del mismo amor de Dios, que quiso darle participación al hombre de la propia vida divina. Esto hace que podamos hablar de lo sagrado de la vida humana, desde el inicio hasta el último instante.
Para subrayar el valor de la vida, es muy importante relacionarla con la vida familiar. Es en ella donde llega la vida, y desde donde se despide hacia la eternidad. Todo lo que está en medio, se desarrolla en la misma vida familiar, primero como hijo, luego como esposo, padre, abuelo. Para que la vida brille en todo su esplendor es imprescindible cuidar y proteger la familia, para que pueda cumplir con su misión específica, como generadora y promotora de la vida.
Dios se vale de los esposos para formar una nueva vida, permitiéndoles el espacio concreto para que se auto experimenten como co-creadores, así colaboran con el amor fecundo de Dios.
El ámbito familiar genera diferentes relaciones: conyugal, paternal y maternal, filial, fraternal y, también, con la familia más amplia. Esta vivencia crea el ambiente necesario para que la persona se integre en la familia humana, condición en la realización de su vida.
La vida humana fue creada a “imagen y semejanza de Dios” (Gén 1,26-27). En la vida de cada mujer y de cada varón, Dios ha encendido una chispa divina, que sólo Él puede hacerlo, por esto, nadie es dueño de la propia vida ni de la de los otros. Él único que puede extinguir esa chispa es el mismo Dios.
Por amor Dios creó la vida. Por eso, es necesario que surja de una relación de amor en el casto nido matrimonial. La vida nace en el seno del amor.
Lamentablemente, una concepción materialista de la vida, hace