Envejecimiento, curso de vida y trayectoria de vida
La teoría del curso de vida (life course theory) fue propuesta por Elder (1988), con el objetivo de superar concepciones del desarrollo basadas solamente en el crecimiento y en el estudio de la infancia por modelos que pudieran aplicarse durante todo el curso de la vida, pensar cómo las vidas humanas están organizadas y evolucionan en el tiempo, y relacionar las vidas con una sociedad siempre cambiante, enfatizando los efectos evolutivos de esas circunstancias cambiantes. En otras palabras, se refiere al estudio de los nexos que existen entre las vidas individuales y el cambio social. El enfoque del curso de vida examina precisamente transiciones (individuales y familiares) y no etapas fijas, como otros marcos conceptuales.
Desde 1985, Elder estableció los lineamientos centrales del enfoque teórico-metodológico del curso de vida; lo contempla como una intersección particular de influencias temporales, temporalizadas y cambiantes. Esta temporalidad inherente al curso de la vida tendría al menos tres sentidos diferentes:
Existe un tiempo de vida, que se refiere a la etapa o posición de la persona dentro del proceso de desarrollo y envejecimiento. La edad cronológica es el índice que marca cuál es esta posición, y esta edad indica al investigador algunos tipos de cambios que tienen más probabilidad de ocurrir en cierto momento.
Una segunda dimensión de la temporalidad del ciclo vital es el tiempo social, que se refiere al patrón de cambios, transiciones y secuencias de eventos que una sociedad espera que ocurran en determinados momentos de la vida. En este sentido es especialmente importante, por ejemplo, la situación de la persona dentro de ciertos ciclos de vida familiar y laboral, que indican las edades apropiadas para dejar la formación, para emparejarse, para tener hijos, para encontrar un trabajo, etc. y definen las relaciones entre generaciones diferentes que coinciden en el tiempo.
Por último, una tercera dimensión de la temporalidad es el tiempo histórico, que indica la posición de la persona dentro de una corriente de cambios históricos y define ciertos acontecimientos que deberá vivir.
De esta manera, la edad de nacimiento señala el punto de entrada en este sistema de temporalidad: marca una secuencia de cambios evolutivos, la pertenencia a cierta generación de la que se esperan ciertas cosas en cada momento y la entrada también en una corriente histórica en la que está inmersa la sociedad a la que se pertenece y que definirá a qué tipo de cambios y acontecimientos históricos se estará expuesto.
Este concepto amplio de temporalidad se concreta en el caso de Elder en tres conceptos más concretos: trayectoria, transición y punto de giro (turning point).
La trayectoria se refiere a una línea de vida o carrera, a un camino a lo largo de toda la vida, que puede variar y cambiar en dirección, grado y proporción. Corresponde a la visión a largo plazo del enfoque del curso de vida y se puede definir por el proceso de envejecimiento o el movimiento a lo largo de la estructura de edad. Las trayectorias se conciben como patrones de desarrollo situados históricamente y estructurados a partir de normas sociales. Estas trayectorias definen, en sentido amplio, la secuencia de estados psicológicos y psicosociales por los que pasa la persona y permite vincularlos a la estructura social y los cambios históricos en los que se enclavan, no suponen alguna secuencia en particular ni determinada velocidad en el proceso del propio tránsito.
Cada trayectoria global puede a su vez descomponerse en un conjunto de trayectorias referentes a ciertos dominios o ámbitos vitales, los cuales son interdependientes. Así, se puede hablar de la trayectoria familiar, la trayectoria laboral, etc. Generalmente, estas trayectorias múltiples implican el compromiso con más de un rol simultáneamente y es muy probable que, dado que los recursos con los que se cuenta son limitados por definición, la persona tenga que coordinar las diferentes trayectorias y sus exigencias, además, los acontecimientos referidos a una de ellas afectan al resto de trayectorias que se siguen de manera simultánea. El análisis del entrelazamiento de las trayectorias vitales tanto en un mismo individuo como en su relación con otros individuos o conglomerados es central para el enfoque del curso de vida. Las trayectorias dan la visión dinámica, por ejemplo, del comportamiento o los resultados, a lo largo de una parte sustancial del curso de vida.
Las transiciones son una mirada mucho más concreta y se refieren a ciertos cambios de estado, posición o situación, en la vida de las personas que se pueden identificar dentro de las trayectorias personales. Lo que este enfoque destaca es que las transiciones no son fijas y que se pueden presentar en diferentes momentos sin estar predeterminadas. Las probabilidades de ocurrencia del cambio se deben a la presencia de las expectativas de acuerdo con la edad, estas varían de acuerdo con los ámbitos, los grupos, culturas o sociedades. Por tanto, pueden presentarse diferentes transiciones de manera simultánea, lo que lleva a asumir nuevos roles, obligaciones, derechos, o implicar en nuevas facetas de identidad social. Las transiciones están, de esta manera, contenidas en las trayectorias, les dan forma y sentido, cuando este cambio concreto es suficientemente importante, se puede hablar de un punto de giro.
De acuerdo con Elder (1998), las transiciones tienen cinco propiedades importantes:
• Una misma transición puede influir de manera diferente en personas de diferentes edades o que ocupan diferentes roles. Por ejemplo, el divorcio puede afectar más o menos a los padres y a los hijos.
• Las nuevas situaciones a las que conduce una transición implican generalmente nuevas expectativas y demandas comportamentales para la persona, que tendrá que adaptarse y esforzarse por cumplir.
• Las transiciones pueden suponer que la persona pierda, al menos momentáneamente, el control de la situación vital que experimenta, pérdida que es seguida por un esfuerzo por recuperar ese control.
• Debido a que la vida de una persona está vinculada inherentemente a la vida de otras personas, las transiciones que experimentan unos pueden afectar indirectamente a los otros. Resulta crucial destacar que las vidas humanas no únicamente están situadas histórica y socialmente dentro de determinada comunidad, sino que al mismo tiempo se interrelacionan, establecen vínculos y tienen efectos, a veces decisivos, las unas sobre las otras.
• Por último, algunas transiciones (especialmente las elegidas o seleccionadas por decisión, más que las impuestas) tienden a acentuar características o rasgos que se poseían con anterioridad y aumentan la probabilidad de experimentar otras transiciones en el futuro, de manera que se entra en una dinámica de acentuación de ciertos aspectos de la vida del individuo que contribuyen a que su trayectoria se diferencie de la de los demás. De acuerdo con esto, se hace énfasis en el papel del sujeto como agente activo que escoge o rechaza determinadas alternativas y trayectorias.
El punto de giro o punto de inflexión (turning point) se refiere a eventos que provocan fuertes modificaciones que se traducen en virajes en la dirección del curso de vida. El giro es un cambio que implica la discontinuidad en una o más de las trayectorias vitales.
Desde su inicio, este enfoque surgió como una propuesta nutrida de aportes de diferentes disciplinas, especialmente, de la sociología, la historia, la psicología y la demografía. A diferencia del de ciclo vital, que se refiere al desarrollo humano por etapas y da una idea lineal de este proceso de desarrollo, el enfoque de curso de vida lo asume como un proceso que se construye a lo largo de la vida e incide tanto en la vida de los sujetos como de las familias y los grupos sociales. En concordancia con esto, el enfoque de curso de vida se sustenta en cinco principios básicos:
1. El principio del desarrollo a lo largo del tiempo: se refiere a la necesidad de tener una perspectiva de largo plazo en la investigación y el análisis, ya que el desarrollo