4. ¿Termina la parábola en el versículo ٣٣, o los versículos ٣٤ y ٣٥ son parte integral de la narración original?
La sugerencia que la parábola debe terminar en el versículo 33, o aun antes,42 tiene poco a su favor. Si ella terminara en el versículo 33, el lector en vez del relator deberá dar una sentencia, que haría de ésta una parábola jurídica, pero no todas las parábolas dejan la decisión al oyente. La estructura paralela de las tres escenas demuestra que el versículo 34 pertenece a la escena tercera,43 y el “así también” (houtōs) del versículo 35 sigue la típica práctica judía en la aplicación de la parábola. En el nivel narrativo, la pregunta retórica del amo (v. 33) requiere una respuesta, y cada lector quiere saber qué pasará con el siervo.44 El nimshal en el versículo 35 simplemente explica el referente de la parábola. El lenguaje puede subrayar las preocupaciones de Mateo, como los temas del juicio y la integridad de las obras hecha de corazón, pero la parábola, conformada por Mateo, queda incompleta sin esta sección conclusiva. Los intentos de reconstruir la parábola sin los versículos concluyentes parecen ser un claro intento de separar a Jesús de la idea del juicio.45
5. ¿Qué enseña la parábola? ¿Se parece Dios o no al rey de la parábola?
El problema con esta parábola es que el rey es muy atractivo como figura magnánima y, al mismo tiempo, problemático porque puede retirar su perdón y enviar su siervo a los torturadores. La incomodidad con las acciones del rey en la parábola no solo surgen por la preocupación moderna de lo políticamente correcto. Por lo menos desde la Edad Media, las personas han discutido la interrogante de la parábola si el mismo Dios que perdona es también el que juzga, si el juicio puede negar la gracia.46 Esta incertidumbre es de suma importancia en esta parábola, pero está presente a través del Nuevo Testamento, y no menos en el enfoque del juicio conforme a las obras, incluso cuando la salvación sea por gracia (p.e., Romanos 2.6; 14.10-12).
La dificultad de esta pregunta y la disconformidad con cualquier idea de un Dios que juzga han causado que varios intérpretes arguyan que el rey en la parábola se propone describir lo que Dios no es. Luise Schottroff arguye que los oyentes sabrían que no se puede igualar a Dios con un rey humano opresor, y que sería una blasfemia identificar a Dios con el rey de la parábola. Para evitar cualquier analogía directa con Dios, ella traduce houtōs (“así”) en el versículo 35 como “¿Cómo, entonces, se puede comparar esto con el reino de Dios?” Como Jülicher, ella limita la parábola a un punto, el imperativo del perdón entre seres humanos, y arguye que nada se dice explícitamente sobre Dios. Ella concluye que Dios llamará a las personas a cuenta en el juicio si no perdonan las unas a las otras.47 Los problemas son evidentes por sí mismos. El significado que Schottroff asigna a houtōs no es válido y, al final, ella concluye que Dios llamará a cuentas a las personas. Ella trata de elaborar su argumento con una parábola rabínica que trata de una ciudad que no podía pagar impuestos al rey,48 que se entiende como Dios que perdona a Israel, pero aunque ella acepta que la parábola identifica al rey como el Rey de reyes, ella niega que el rey sea una imagen de Dios.49
Igualmente falla el método de W. Herzog. Él presenta al rey como una figura despiadada, pero si el rey es despiadado, ¿por qué le importaría si el segundo siervo fuera maltratado? Herzog describe el primer acto del rey como un “acto mesiánico de perdón de una deuda… que se propone iniciar más actos de perdón de deudas”.50 Pero si el rey es un opresor despiadado que no representa a Dios, ¿de dónde surge cualquier expectativa de perdón mesiánico, y qué motivaría tal acto costoso? Lo más trágico de todos estos métodos es que se pierde la maravillosa imagen de la magna gracia de Dios.
Por otro lado, si el rey representa a Dios, ¿acaso no tenemos igual cantidad de problemas? Aparte de vender una familia como esclava y enviar al siervo a los torturadores, ¿acaso ya no sabe Dios que el primer siervo no tendrá misericordia? ¿Necesita Dios que se le diga qué sucedió, como el versículo 31 puede sugerir, o concluimos que el pecado contra el hermano o la hermana son peores que los pecados contra Dios, como si ellos se pudieran separar? ¿Debemos concluir, a partir de esta parábola, que es innecesaria una teología de la expiación porque el perdón se da categóricamente? Todas estas preguntas están fuera de límites y violan el carácter de las parábolas.
Parte del valor de esta parábola radica en lo que demuestra sobre la interpretación de parábolas.
El problema está con la lectura de parábolas como si se tratara de ecuaciones,51 como si cada parte de la parábola fuera un espejo de la realidad. Las parábolas no son ecuaciones, y por eso su interpretación no consiste en listar correspondencias o trazar la reflexión de una teología. “Con las metáforas, siempre hay un ‘es’ y un ‘no es’.”52 Las parábolas se deben interpretar como analogías, que muestran piezas de la realidad pero además pueden contener otros elementos con diversículos propósitos. Los intérpretes desean que las parábolas sirvan como base de las estructuras teológicas, pero ellas no son teologías. Las parábolas son teológicas, y sería un gran prejuicio descuidar su teología, pero se les debe permitir que cumplan su propósito, y no extenderlas más allá de su finalidad. Arruinamos una parábola si olvidamos el carácter “no es” de la metáfora.53 Es prudente afirmar que esta parábola solamente hace un punto, pero habría gran pérdida. ¿Qué se propone esta parábola y cómo lo logra?
La imagen de la deuda, aunque sea una hipérbole, muestra una realidad bien conocida. No hay una sugerencia, a pesar de las afirmaciones, que el rey o cualquiera de los siervos es parte de un sistema opresor,54 aun cuando todos deberíamos oponernos a todo tipo de opresión. En las parábolas judías, la imagen del rey habitualmente se identifica con Dios. Jesús empleó esa imagen mucho menos, pero su auditorio probablemente supuso al principio de la parábola que esta imagen proveía una analogía sobre Dios y no una imagen de Dios, en particular porque las “deudas” era el lenguaje usual para referir los pecados.55 Por lo general,los oyentes se habrían identificado con la situación difícil del primer siervo y sentido el alivio al escuchar que su problema fuera resuelto. La imagen que la parábola presenta del perdón asombroso refleja las expectativas que se asocian con el jubileo de los últimos tiempos y, como Lucas 4.18-21, implica que Jesús, efectivamente, anunciaba el jubileo.56 Así, la primera parte de la parábola señala la gran deuda del pecado, imposible de pagar, y al asombroso perdón divino lleno de gracia.
El empleo de Mateo de la palabra homoiothe (“se ha hecho como”) en el versículo 23, probablemente es una señal de la presencia del reino.57 El perdón ya se ha otorgado en el ministerio de Jesús porque el reino está presente. Aunque esta parábola no se haya clasificado con las de escatología presente, pudo haber sido, y obviamente estar también entre las de escatología futura. Nuestras categorías para estudiar parábolas rara vez hacen justicia a las parábolas mismas.
Los oyentes también se habrían identificado con el primer siervo si la historia hubiera empezado con la demanda de que el consiervo le pagara lo que le debía, pues era su derecho pedir que así sea. Lo que hace su acción reprensible y que los oyentes cambien su lealtad es el contraste del trato que éste recibió y el que dio.58 La discrepancia resalta por la similitud de expresión en las dos peticiones por misericordia (vv. 26 y 29). El objetivo de la parábola es que el acto previo de misericordia y perdón de Dios se debe extender también a otros (cf. Mateo 10.8). La queja de que tal imitación de Dios promueve el legalismo y la culpa es absurda.59 Si en el judaísmo y el cristianismo no se trata de la imitación de Dios, entonces, ¿cuál es la importancia de un lenguaje como “imagen de Dios” y “pacto”? La expectativa de que los humanos conformen sus vidas al carácter de Dios se observa a través de toda las Escrituras.60 La instrucción de la parábola del reino al igual que el resto de las Escrituras es: “Haz con los demás como Dios ha hecho contigo”. La ética es evidente y reflexiva: responde a la acción previa de Dios y refleja el carácter de Dios. Como en toda ética del Nuevo Testamento, el indicativo precede al imperativo. El reino viene con gracia ilimitada en medio de un mundo malvado, pero juntamente viene demanda ilimitada. En ninguna otra es más evidente que en esta parábola.