Por otro lado, Zilberberg es un científico y somete sus aportes teóricos a la más rigurosa formalización. No se limita a la simple descripción fenomenológica de los hechos de significación; los obliga a pasar por la exigente horma de las estructuras formales. De ahí la invención de nuevos dispositivos explicativos, como las redes y los diagramas, que vienen a dar cuenta de la emergencia de los valores de significación en el discurso en acto y de los recorridos que siguen en el espacio tensivo.
Para mantener ese rigor, Claude Zilberberg acude a sus fuentes predilectas del campo de la lingüística: Saussure, Hjelmslev, Brøndal, Benveniste; del campo filosófico: Cassirer, Valéry, Bachelard, Merleau-Ponty; del campo antropológico: Lévi-Strauss, Mauss. Pero su lectura de esas fuentes es siempre innovadora, y pone de relieve aspectos que con frecuencia se han pasado por alto. A la luz de esa nueva lectura, los autores clásicos adquieren una insólita vigencia y esclarecen zonas del ámbito del sentido que habían permanecido en la sombra.
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Claude Zilberberg es consciente de que una teoría semiótica tiene que pasar la prueba de su aplicación a los discursos concretos. Y en ese sentido, ha puesto a prueba en diversas ocasiones la teoría que hoy nos presenta. En esta ocasión se ha propuesto analizar in extenso un soneto de Ch. Baudelaire, que figura en Las flores del mal; el soneto se titula “La muerte de los pobres”.
Pero no se trata aquí de un análisis meramente semántico al uso, ni siquiera de un análisis estructural clásico al estilo del realizado por R. Jakobson y Cl. Lévi-Strauss sobre “Los gatos”, también de Baudelaire, ni de otros análisis semióticos conducidos bajo los postulados de la semiótica narrativa y discursiva. Se trata de un análisis tensivo. Lo que quiere decir que Cl. Zilberberg va a indagar los fundamentos sensibles, los cimientos afectivos de los que emerge la significación en discurso, el substrato más profundo que rige la articulación de la significación. Por citar solo un ejemplo de cómo opera el análisis tensivo aplicado por Zilberberg, y para poder apreciar la orientación que sigue ese análisis, adelantamos el siguiente fragmento:
Volviendo al séptimo verso del soneto, y para cerrar su análisis, asumimos que las promesas cifradas en la inscripción y en la monumentalidad del libro, están en concordancia tensiva unas con otras; que la inscripción opera un repunte, mientras que el libro en posición de englobante de la inscripción proyecta un redoblamiento:
Podemos decir que el séptimo verso sigue los pasos de la construcción de un objeto de valor, y que dicho objetivo es alcanzado cuando el objeto cambia de ambiente, es decir, cuando deja la atonía por la tonicidad (pp. 367-368).
Ese es el tenor del análisis tensivo profesado por Zilberberg. Pero para eso pone en marcha una vasta enciclopedia, una competencia semántica que le permite incorporar al análisis los aportes de otras ciencias humanas como la filosofía, la antropología, la fenomenología, las ciencias literarias, a través de los autores predilectos de su devoción intelectual: Cassirer, Valéry, Merleau-Ponty, Lévi-Strauss, Bachelard, Proust, Baudelaire, Benjamin, Banville, Claudel, Deleuze, Wölfflin, Sartre, Heidegger, Nietzsche, Montaigne, Pascal, Rousseau, Simmel, Wittgenstein, y una larga lista de otros autores citados en apoyo de sus propuestas analíticas. No se trata de referencias complementarias solamente. Sus aportes enciclopédicos entran al texto del autor por la puerta estrecha de la tensividad; vienen a iluminar las tensiones que se están analizando en ese momento y son sometidos a los mismos postulados analíticos aplicados al texto que se encuentra en la mesa de disección. No son textos de complemento erudito, son textos que permiten esclarecer la dimensión de la tensividad fórica que se juega en lo más profundo del texto analizado.
Un ejemplo de ese acopio de textos que iluminan la tensividad discursiva del poema (pp. 323-324):
... las tensiones evocadas por Pascal en el siguiente fragmento conciernen —al pie de la letra— a las sub-valencias cuyo sistema constituye el fondo de la hipótesis tensiva: “La razón actúa con lentitud, y con tantos puntos de vista, apoyándose sobre tantos principios que debe tener siempre presentes, que a toda hora se adormece o se pierde por no tener presentes todos esos principios. El sentimiento no actúa de esa manera: actúa instantáneamente, y está siempre dispuesto a actuar. Es preciso, pues, basar nuestra fe en el sentimiento; de lo contrario, será siempre vacilante” (Pensamientos).
La distensión mayor se refiere al reparto del tempo: celeridad en el caso del “corazón”, lentitud desesperante en el caso de la “razón”; por demasiado numerosas, las “razones de la razón” se entorpecen unas a otras y “ralentizan” su curso. Por solidaridad estructural, ese reparto se repite en el ámbito de la tonicidad y en sus derivaciones actanciales: el “corazón” actúa, mientras que la “razón” es “siempre vacilante”; si la celeridad apela a la instantaneidad, la “razón” compromete doblemente la duración, puesto que participa de dos duraciones al mismo tiempo: la individual del “hábito” y la duración supra-individual de la “costumbre”. La costumbre genera nuestras pruebas más fuertes y más duras; nos inclina al automatismo (…). Finalmente, la “razón” “se adormece o se pierde”, es decir, que habita en la exterioridad. Obtenemos así la red siguiente:
Las dos columnas de la derecha configuran, respectivamente, el perfil tensivo de la “razón” y del “corazón”. El “corazón” y la “razón” ocupan, pues, regiones distintas en el espacio tensivo:
El lector se preguntará, sin duda, qué relación tiene este análisis con el análisis del poema de Baudelaire. Pues dicho análisis surge a propósito de la repetición insistente de la expresión “c’est” y de los problemas tensivos que genera en el nivel de la enunciación, el principal de los cuales es el de la fiducia [confianza].
El autor acude también con mucha frecuencia a las definiciones de los diccionarios. No para explicar, como es obvio, el significado habitual y rutinario de los términos —eso sería ingenuo y deleznable—, sino para descubrir las dimensiones y sub-dimensiones tensivas que soportan la definición misma. Y se apoya para ello en el postulado de Valéry según el cual: “Todo ha sido dicho ya por el diccionario” (Cahiers). Un ejemplo para terminar (p. 294):
La definición [de “pobre”] del Micro-Robert comprende dos secuencias distintas: la primera: “Quien carece de lo necesario o que solo tiene lo estrictamente necesario”, se refiere al estado del sujeto de estado, lo que quiere decir que se sitúa en la duración. Esa definición conlleva una evaluación, es decir, un punto de fragilidad; en efecto, el Micro-Robert esboza una alternancia paradigmática: [lo necesario vs lo estrictamente necesario]; “estrictamente” es definido sobriamente como “lo que constituye un minimum”, en ese sentido, tenemos razones para aceptarlo como el límite, la culminación de un proceso de decadencia:
Como puede observarse, los aportes del diccionario, como aquellos que provienen de los campos de la sociología o de la antropología, apuntan siempre a la tensividad fórica que se encuentra en la base del modelo