El atareado Madalengoitia, que había dejado la radio aunque sus programas de televisión se seguían transmitiendo por ella,28 completaba su agenda panamericana animando eventuales shows musicales como el pretensioso Musiphilips y conduciendo Pablo y sus amigos, talk-show que reunía a dos o tres invitados obligándolos a sostener una charla más formal que informal y a una demostración de sus habilidades. Dos “secretarias”, nombre que no hacía ningún favor a las féminas pero que sirvió a Pablo para diferenciar a sus asistentes de las simples modelos de otros programas, alternaban con él muy de vez en cuando y ayudaban a las celebridades a pararse frente al micro de un pequeño set. No solo interpretaciones musicales sino pequeñas secuencias teatrales (Linda Guzmán era invitada de rigor), números de baile y espectáculos casi circenses desfilaron en este primer espacio culturalista del canal 13. Entre los descubrimientos que Pablo agregaba al círculo de sus amigos se cuentan la cantante Maribel Freundt, el actor Alberto Goachet y el rockero Joe Danova. Pablo y sus amigos se transformó en La hora de Pablo (abril de 1964), debutando con una entrevista a Agustín Lara. Poco antes, Madalengoitia había participado en la primera temporada de Cámara Pilsen (véase, en este capítulo, el acápite “Ni elitistas ni populistas”) y había concluido el ciclo fílmico musical del recuerdo Aquellos tiempos (mayo de 1963). Varias tareas cumplidas.
La bodeguita alegre
La “chispa” de Pedrín fue requerida con urgencia por el canal 13. Había que responder de alguna forma a Daniel Muñoz de Baratta y, ante la dificultad para armar un show estridente y paródico como el suyo, el 13 optó por el argumento cómico, por el humor de la pincelada humana. La bodega de la esquina tenía por libretista a Pedrín Chispa y por despensero a Pantuflas. Como Don José, este abría las puertas de su tienda y sus cuadernos de fianza a una pintoresca clientela compuesta por el elenco habitual de Chispa: Teresa Olmos, Benjamín Ureta, Carlos Velásquez y Mario Velásquez, como un muchacho de la calle al que Don José empleaba como recadero. El nombre del personaje, “Achicoria”, no se le desprendería nunca al actor —cabeza de una importante familia teatral— compuesta por su hermano Carlos, su esposa Delfina Paredes y sus hijos Ricardo, Mario y Gabriela. La flexible línea argumental la aportaban los clientes y algo nuevo en la televisión, la puesta en escena de los sueños del protagonista. Don José se soñaba Cristóbal Colón, César Borgia o Napoleón, en una austera escenografía complementaria a la bodega. La clave del espacio era, por supuesto, el humor, pero no el slapstick o la parodia estridente, sino un humor costumbrista que no llegaba a la picaresca y que se quedaba en las fronteras bastante estrechas de un comedido barrio de clase media, el estrato privilegiado desde siempre por la comedia televisiva.
Los sábados en la noche sí había que competir con Muñoz de Baratta en su terreno. Se encomendó a Pantuflas encabezar el reparto de un Teatro cómico que adaptaba piezas de Alfonso Paso (años más tarde José Vilar agotaría el inagotable repertorio del comediógrafo español), algunos originales de Chispa y ocasionales parodias históricas en la vena de Baratta, como la que se hizo —con gran despliegue de vestuario y chirriante escenografía—, sobre la Roma de Nerón. Para insistir en el humor Carlos Oneto tuvo La revista de Pantuflas, escrita e interpretada por él mismo y de la que rescatamos la particularidad de ser el primer espacio cómico de sketchs independientes, sin un obligado hilo argumental.
Poco después de estas primeras concesiones a Pedrín Chispa y a Pantuflas, el 13 quiso reforzar su frente cómico con las estrellas del humor radial. Freddy el Rezongón no quería saber nada de la televisión tras su fracaso como guionista en Bar Cristal, pero llevar al escenario su descocada Loquibambia radial no era una propuesta deleznable. Antecedido por un espacio semanal de 15 minutos en el que Freddy, en muy escueta escenografía, perpetró algunas de sus rutinas cómicas, el 29 de noviembre debutó en el 13 Loquibambia con un elenco donde figuraron el joven Tulio Loza, Chicho Romero, Felipe Sanguinetti, Gloria Lecaros, Pepe Morelli y Alberto Goachet. Poco duró la experiencia, pero sirvió de primer contacto con el medio de dos cómicos que harían escuela en televisión: Sanguinetti y Loza.
Si en la ficción melodramática hay un visible impulso de la obra unitaria a la obra seriada, del teleteatro a la telenovela, en la comedia se recorrió un camino inverso. La obra de argumento, con plantilla de personajes y locaciones fijas, se reveló limitante y abrió paso a la discontinuidad, a la celebración del humor sketch por sketch, venga de donde venga. El folletín repetido en sus desgracias día tras día y el programa de sketchs, celebrado desenfadadamente una vez por semana, serán pronto las dos caras y los dos extremos de la emoción televisiva.
La variedad del 13
El abanico de la programación del 13 se abrió desde sus primeros días. La cocina meridiana tuvo a Carmela Rey de afanosa anfitriona diaria y, desde el 11 de noviembre, otra mujer que sabía aderezar la vida doméstica, la argentina Queca Herrero, inauguró en Sólo para mujeres el prototipo de todas las variedades femeninas de nuestra televisión. Doña Queca, actriz de radionovela y animadora de radio desde la década de 1940, entró a la televisión a hacer su segundo debut. Buenos modales, consejos de maquillaje, clases de gimnasia y concursos de bebés daban forma al espacio, fanáticamente dirigido hacia las amas de casa.
Pepe Ludmir, desde radio Panamericana, daba ya la versión oficial de Hollywood para los peruanos. Sus transmisiones diferidas de la entrega del Oscar y sus volteos de la información cablegráfica sobre los últimos estrenos, eran hechas con tan ceremoniosa y agradable entonación que su pase a la televisión fue automático. A Hollywood con Nivea fue su primer espacio visual, apoyado en vistas fijas y en avances en 16mm de las novedades del norte. Muy ocasionalmente, como sucedió con la mexicana Yolanda Varela en noviembre de 1959, pudo entrevistar a alguna personalidad del écran.
La Backus y Johnston, tras la satisfactoria temporada de Bar Cristal, planificó otra entrega de ficción para 1960. Fue el Kid Cristal, del que hablaremos más adelante. Pero la inauguración del 5 la obligó a prodigarse ante el nuevo medio. Antes de que cobraran forma los ambiciosos festivales del cuento y la canción criolla, apelaron a Ernesto Ascher, escritor costumbrista y recopilador de datos y anécdotas sobre la Lima antigua, para dar forma a un programa de charla y vistas fijas llamado Recuerdos Cristal. En 15 minutos, producidos por Samuel Pérez Barreto, don Ernesto hablaba de las tapadas, de las acuarelas de Pancho Fierro o de la génesis del anticucho.
El primer y longevo noticiero de la casa, fundado en la radio donde lo dirigió Mario Vargas Llosa como ya vimos, fue El Panamericano. Desde noviembre de 1959, Raúl Ferro Colton recopilará material gráfico, escribirá noticias y lanzará los primeros “flashes” nacionales. Humberto Martínez Morosini y poco después Ernesto García Calderón ponen voz y rostro, mientras el propio Ferro, Freddy Chirinos y Luis Rey de Castro con su Ventana de papel se encargan de los comentarios y Samuel Pérez Barreto produce. En 1961, Alfonso Tealdo asumió la dirección de El Panamericano, siendo eventualmente reemplazado por Guillermo Cortez Núñez y relevado por Luis Alberto Jiménez. Se foguearon por entonces el productor Jorge Souza Ferreira y el redactor Ricardo Muller. En 1966, con la dirección de Julio Estremadoyro, y luego la del reportero Manuel Seoane y las voces y gestos de Morosini y García Calderón, sumados algunos comentaristas eventuales como Manuel Aguirre Roca (futuro presidente del Tribunal Constitucional), y los locutores volantes Fidel Ramírez Lazo y el arequipeño Iván Márquez (notable voz que dio la cara en eventos especiales, haciéndose célebre su estentóreo “taaaambiénnn vvvieene”) que el noticiero emblemático del 5 encuentra su plenitud: edición diurna y nocturna, filmes y tapes, los mejores servicios noticiosos extranjeros