En aquel momento, los elitistas arditi eran el único grupo de veteranos adheridos al movimiento de Mussolini. Este les había rendido un tributo entusiasta durante las celebraciones por la victoria del 10 de noviembre de 1918 en Milán, donde declaró que estos soldados representaban los «maravillosos guerreros jóvenes de Italia».104 En septiembre de ese mismo año, el ardito Mario Carli,105 junto con los escritores Marinetti y Emilio Settimelli, habían fundado la revista Roma futurista. Y por aquellos días, espoleados por el discurso futurista revolucionario que proclamaba la «supremacía del combatiente»,106 arditi desmovilizados deambulaban sin control por Milán y otras regiones del norte de Italia agrediendo a civiles, particularmente a socialistas.107 En enero de 1919, algunos de ellos crearon la Asociación de los Arditi de Italia (Associazione fra gli Arditi d’Italia) para expresar el espíritu de estas tropas de asalto. El día 11 de dicho mes los arditi provocaron disturbios particularmente graves en el teatro de La Scala en Milán, que marcaron la desintegración del bloque político intervencionista. En estos incidentes, los mussolinianos atacaron públicamente a aquellos intervencionistas como Bissolati que habían renunciado a algunas de las aspiraciones territoriales del nacionalismo italiano. Entre aquellos arditi inadaptados a vida civil estaba Ferruccio Vecchi, que no tardó en acuñar la noción de arditismo para definir la cosmovisión agresiva y temeraria y el comportamiento violento de su grupo.108 Como vemos, el símbolo de los arditi se convirtió pronto en una clave de la mitología intervencionista y antisocialista.
Siguiendo su propia y particular agenda, el movimiento excombatiente comenzó a expandirse en la primera mitad de 1919. Mientras soldados desmovilizados descontentos se hacían oír con sus protestas en las ciudades del centro y el norte de Italia, la ANC se extendió geográficamente, estableciendo una tupida red de periódicos, así como secciones provinciales y locales.109 Las páginas de Il Popolo d’Italia solían mencionar y comentar brevemente la fundación de células organizativas tanto de la ANC como de la ANMIG, sus asambleas y su incipiente actividad de asistencia social.110 Paralelamente, también fueron surgiendo otras asociaciones de veteranos con amplia variedad de orientaciones ideológicas y dispar implantación territorial.111 En Turín, un grupo de excombatientes formó la Asociación Nacional de Veteranos Zona Operante (Associazione Nazionale Reduci Zona Operante, ANRZO) con un vago programa mazziniano, empleando una retórica revolucionaria pero antibolchevique.112 Otros formaron la Unión Nacional de Veteranos de Guerra (Unione Nazionale Reduci di Guerra, UNRG), que representando las inclinaciones sociales y pacifistas de la Iglesia católica se mantuvo próxima al nuevo Partido Popular Italiano (Partito Popolare Italiano, PPI) y obtuvo mayor seguimiento en las áreas rurales y tradicionalmente católicas como el Véneto.113 Por su parte, veteranos de unidades de élite formaron la Asociación Nacional de Alpini (Associazione Nazionale Alpini) en las regiones montañosas septentrionales, manteniendo un discurso tendencialmente conservador. Todas estas entidades surgieron a partir de la extendida y optimista creencia en el potencial de los excombatientes para cambiar el país, pero también de las preocupaciones y conflictos provocados por el empeoramiento de la situación social y política.
Todavía más importante, el creciente miedo de las clases medias y altas italianas a la expansión del bolchevismo marcó el desarrollo de las asociaciones de veteranos. Al final de la guerra, la tendencia maximalista del PSI, inspirada por la Revolución rusa, devino hegemónica en el socialismo italiano. Por aquellos días, también se creó una asociación socialista para veteranos: la Liga Proletaria (Lega proletaria fra mutilati, invalidi, orfani e vedove di guerra), vinculada al propio PSI.114 Esta asociación se proponía defender los intereses de los excombatientes desde una perspectiva de clase, considerándolos más como víctimas de guerra, junto a inválidos, huérfanos y viudas, que como héroes o exsoldados. En consecuencia, la Liga Proletaria hizo gala de un discurso pacifista y antimilitarista que enfatizaba los horrores de la guerra, representada como una masacre inútil y una locura fratricida. El número de miembros de esta asociación comenzó a crecer progresivamente, fundamentalmente en los bastiones socialistas del norte, y a la altura de la primavera de 1919 superaba los 50.000 afiliados. Los ejemplos de Henri Barbusse y la francesa ARAC sirvieron como inspiración para sus actividades.
Dentro de este agitado contexto de proliferación de grupos de veteranos, el Fascismo emergió formalmente. Il Popolo d’Italia publicó la convocatoria para la fundación de los Fasci di combattimento a comienzos de marzo de 1919, especialmente dirigida a los veteranos –«combatientes y excombatientes» (combattenti, ex combattenti)– y haciendo hincapié en el potencial de estos individuos para expulsar del poder a las viejas clases dirigentes. Agostino Lanzillo urgió a los excombatientes a «intervenir y hacerse con el gobierno del Estado» y establecer inmediatamente un «régimen enérgico» que haría frente al crítico momento que se estaba viviendo.115 Sin embargo, los agitadores de Il Popolo d’Italia no fueron demasiado exitosos, ya que tan solo algunos grupos locales de veteranos mostraron su apoyo.116 Como es bien sabido, el «pintoresco» mitin fundacional del Fascismo, celebrado el 23 de marzo de 1919 en la Piazza San Sepolcro de Milán, pasó prácticamente inadvertido.117 Únicamente asistieron trescientas o cuatrocientas personas, incluyendo intervencionistas revolucionarios, estudiantes y periodistas. Puede que en torno a la mitad de los asistentes fuesen veteranos de guerra, en su mayoría arditi como Ferruccio Vecchi o futuristas como Marinetti. Aparte de radicales y contradictorias proclamas nacionalistas y diatribas antibolcheviques, los fascistas no presentaron ningún programa político coherente, aunque es importante resaltar que lo primero que Mussolini dejó claro fue el apoyo fascista a las demandas de las asociaciones de combattenti.
A lo largo de la primavera de 1919, varios acontecimientos demostraron que oficiales y exsoldados podían constituir una fuerza reactiva contra la izquierda, a pesar de que la abrumadora mayoría de los veteranos de guerra italianos no estaban interesados en unirse a las manifestaciones nacionalistas. Mientras las noticias de la creación de las Repúblicas Soviéticas de Hungría y Baviera, establecidas respectivamente el 21 de marzo y el 6 de abril, circulaban por toda Europa, en Italia proliferaban los periódicos y organizaciones independientes de veteranos de signo diverso. Por ejemplo, los miembros de la minúscula pero abiertamente antibolchevique Unión Nacional de Oficiales y Soldados (Unione Nazionale Ufficiali e Soldati (UNUS)), liderados por un oficial nacionalista llamado Giovanni Giuriati, lanzaron su propio manifiesto el 7 de abril.118 Mussolini era muy crítico con esta dispersión de fuerzas: solo unos días después del mitin en San Sepolcro, llamó a la unificación de todas las fuerzas «nacionales» de veteranos en un único y poderoso organismo que debía hacer frente al peligro interno que veían en el socialismo.119 En Roma, los socialistas convocaron una huelga general el día 10 de abril, pero el mismo día se celebró una contramanifestación de corte antisocialista en la que muchos oficiales del ejército participaron. El futurista y ex ardito Mario Carli