Francia
En Francia, 1918 no fue el año de la derrota ni de la revolución, sino de la victoria, y la historia de sus 6,4 millones de excombatientes ofrece un marcado contraste con la de los alemanes. Francia había sido invadida por el enemigo y había sufrido destrucciones considerables. Cuando todavía se estaba librando el conflicto, los mutilados de guerra franceses, al igual que sus homólogos italianos, fueron los primeros en promover sus intereses mediante la creación de asociaciones para mejorar sus condiciones de vida por medios legales. A lo largo de 1919, los veteranos galos crearon una miríada de asociaciones valiéndose de la potente tradición asociativa de la República francesa. Así, las dos principales organizaciones de veteranos experimentaron un rápido crecimiento. La republicana y centrista Union Fédérale (UF) se fundó en febrero de 1918 bajo el liderazgo de Henri Pichot, mientras que Charles Bertrand dirigiría la conservadora Union Nationale des Combattants (UNC), creada en octubre de ese mismo año. La lealtad de estos grupos hacia la república contrasta con la tibia actitud que mostraron muchas asociaciones de veteranos germanos hacia Weimar.80 La diferencia estribaba en que la República francesa había obtenido una gran victoria, mientras que la de Weimar era el resultado de la derrota.
Diversos movimientos políticos en Francia desarrollaron programas específicos destinados a los soldados que volvían del frente. La postura de la izquierda francesa hacia los veteranos estaba perfectamente representada por el escritor Henri Barbusse, cuya exitosa novela Le Feu (1917) había descrito las experiencias de guerra de los poilus. Barbusse afirmaba que, durante la guerra, los soldados habían combatido contra el nacionalismo y el militarismo y por los ideales republicanos de libertad y justicia. No en vano, su crítica contra los belicistas franceses se acompañó de un inicial apoyo al proyecto de la Sociedad de Naciones. Barbusse fundó una pequeña asociación de veteranos comunistas, la Association Républicaine des Anciens Combattants (ARAC), creada para defender los intereses materiales de los veteranos discapacitados. Con ella, proyectaba participar en política en búsqueda de la justicia social y la paz internacional,81 ideales de los que también se hacían eco los socialistas italianos a comienzos de 1919.82 En contraste, la extrema derecha antirrepublicana francesa, encarnada por la Action Française de Charles Maurras y sus colaboradores Léon Daudet y Georges Valois, estaba más interesada en recompensar a los veteranos por su servicio. Su programa se cimentaba esencialmente en la idea de dar a los veteranos la «parte de la victoria» –«la parte de los veteranos» (la part du combattant)–, a la que tenían derecho.83 Estos extremistas de derechas habían ido desarrollando el concepto de «la parte de los veteranos» desde 1916, y para hacerlo realidad tras la victoria –decían–, Alemania debía pagar las reparaciones de guerra al completo, pues la compensación económica a los veteranos debía venir directamente «de las manos del agresor».84 Entre todas estas diversas posturas políticas de 1919, los veteranos franceses estaban lejos de posicionarse unívocamente: mientras algunos clamaban por endurecer la acción gubernamental contra el bolchevismo, otros anunciaban la creación de la «internacional de los veteranos» (l’internationale des combattants) para hacer la revolución.85
Aparte del descontento con su situación socioeconómica y su hostilidad por los políticos, en general los excombatientes franceses sentían que la guerra los había convertido en hombres nuevos imbuidos de un nuevo espíritu, encargados por tanto de ejercer de guías morales del país. Antoine Prost ha argumentado que el leitmotiv de la historia del movimiento de veteranos franceses fue crear una gran asociación unificada de carácter apolítico comprometida con el mantenimiento de la paz nacional e internacional.86 Un compromiso que no resulta sorprendente si tenemos en cuenta que el Tratado de Versalles favorecía considerablemente los intereses franceses. Pero en realidad, las dos principales asociaciones de veteranos galos mantenían marcadas diferencias políticas.87 La UNC, a diferencia de la UF, no creía en la Sociedad de Naciones y temía que Alemania todavía encarnase una amenaza. Para defender sus intereses internacionales, la UNC creó en noviembre de 1920 la Fédération Interaliée des Ancien Combattants (FIDAC), una organización interaliada de veteranos inicialmente presidida por Charles Bertrand. Por su parte, la UF crearía en 1925 su propia entidad internacional –la Conférence internationale des associations de mutilés et anciens combattans (CIAMAC)–, mientras la comunista ARAC mantuvo algunos contactos internacionales con otras asociaciones de veteranos de izquierdas. Estos ejemplos muestran la creencia, firmemente asentada en Francia, de que los veteranos constituían un grupo con una identidad y unos intereses compartidos, una convicción que rápidamente empujó a veteranos de guerra de diversa orientación a establecer contactos internacionales con excombatientes de su misma ideología.
Los otros aliados y España
Para completar este fresco de la temprana posguerra debemos mencionar otros países que, tras la Primera Guerra Mundial, tuvieron que lidiar con procesos de desmovilización o sufrieron la crisis socioeconómica de los años 1918-1921. Canadá, por ejemplo, hizo frente a la reintegración de 500.000 veteranos, que ya habían formado asociaciones a la altura de 1916. El Gobierno canadiense se apresuró a crear una agencia para facilitar la rehabilitación de los 70.000 mutilados, mientras que los excombatientes, que a través de su movilización asociativa materializaron algunas aspiraciones,88 consiguieron unificar su movimiento en 1925 con la Legión Canadiense, organización hecha a imagen y semejanza de la Legión Americana. Igualmente, los veteranos estadounidenses, descontentos con la situación encontrada tras su periplo europeo, se habían comenzado a organizar en 1919 para proteger sus intereses y reafirmar su identidad. En Estados Unidos los antiguos soldados siempre habían sido venerados tradicionalmente como figuras de prestigio, y tras la Gran Guerra sus nuevas asociaciones se convirtieron rápidamente en influyentes plataformas políticas que facilitaban la entrada de los excombatientes en la política americana. En ambos países, Canadá y Estados Unidos, los veteranos crearon organizaciones que actuaban de manera similar a las de Europa. Por ejemplo, la Legión Americana destacaría por su carácter antibolchevique.89 Sin embargo, a este lado del Atlántico no surgió todavía ningún movimiento fascista que sedujese a los veteranos: en consecuencia, estos consiguieron unificar sus asociaciones más fácilmente, integrándose sin demasiados problemas en el sistema político y la sociedad civil.
La situación en Gran Bretaña era en cierto modo similar. Durante la propia guerra se formaron hasta cuatro organizaciones diferentes para defender la causa de los mutilados, obteniendo algunos triunfos en sus reivindicaciones. En las elecciones de diciembre de 1918 –llamadas elecciones caqui por el color de los uniformes que simbolizaban la relevancia de las cuestiones posbélicas–, la lista electoral excombatiente obtuvo malos resultados: solo uno de ellos llegó al Parlamento. Probablemente, esto se debió a que muchos soldados todavía no habían sido licenciados, quedando imposibilitados para ejercer el voto. Cuando se llevó a cabo la desmovilización, los retornados no encontraron aquel «país preparado para acogerlos como héroes» que Lloyd George había prometido durante la campaña electoral, y la decepción generó disturbios y agrias protestas. En este turbulento contexto de 1919, los veteranos crearon nuevas asociaciones como la Unión Nacional de Antiguos Soldados y la Unión Internacional de Antiguos Soldados, que no obstante no consolidaron ninguna línea política clara. En el clímax del descontento social, los excombatientes llegaron a boicotear las celebraciones de la paz de julio de 1919, aunque a finales de ese mismo año los ánimos se apaciguaron gracias a la promulgación gubernamental de una serie de medidas en su favor. Al final, el tan extendido temor a la «brutalización»