Veremos que en verdad esta última coyuntura (del tipo: no me buscarías si no me hubieses ya encontrado) no es evitada por el pensamiento kantiano y que, incluso, ella es inevitable. Pero una cosa es no poder evitar y otra es saber lo que es necesario evitar. Este «saber» ideal es dado a la reflexión en el juicio estético porque ella encuentra ahí el modelo de su «manera» más autónoma. La lectura que preconizo –sin objetar nada de la legitimidad de la otra– admite en consecuencia que, si la tercera Crítica puede cumplir su misión de unificación del campo filosófico, no es sobre todo porque expone en su tema la Idea reguladora de una finalidad objetiva de la naturaleza, es más bien porque ella vuelve manifiesta, a título de la estética, la manera reflexiva de pensar que está a la obra en el texto crítico entero.
2. La sensación como tautegoría
Retomemos la distinción de estas dos especies de operaciones asignadas a la reflexión, que no es sencilla de pensar en conjunto: operaciones de guiado, que he llamado heurísticas, para la actividad trascendental del pensamiento, y de «sensaciones» que informan al pensamiento de su «estado». La dificultad reside en la combinación de estas dos disposiciones. Recogeríamos lo que está en juego en la doble cuestión, de un modo un poco sumario, ciertamente: ¿Cómo los sentimientos pueden orientar la crítica? ¿Por qué esta tiene necesidad de eso?
Veamos primero el sentimiento mismo. Como se sabe, el término «estética» sufre, en la tercera Crítica, un desplazamiento semántico importante con respecto a su uso en la primera. Paso por alto los problemas, en verdad primordiales, que están vinculados con esta pequeña revolución. En todo caso, ella debe prohibir transportar sin precaución la problemática de las formas puras a priori de la sensibilidad a la del análisis del juicio sobre lo bello y lo sublime.
«Estética» significa primero, en la problemática de las condiciones de un conocimiento en general, la captación de datos de la intuición sensible en las formas a priori del espacio y del tiempo. En la tercera Crítica, el término designa el juicio reflexionante mismo en tanto que interesa exclusivamente esta «facultad del alma» que es el sentimiento de placer y de pesar. Kant subraya que el término sensación como «determinación del sentimiento de placer y de pesar […] significa algo muy distinto, etwas ganz anderes» que como «representación de una cosa» (31; 42). La sensación era una pieza indispensable en el «montaje» de las condiciones de posibilidad de un conocimiento objetivo en general, cuya articulación esencial consiste en la subsunción de un dato intuitivo, ya sintetizado por un esquema, bajo la síntesis de un juicio mediante concepto, el cual el entendimiento tiene a su cargo. En la Analítica del gusto, ella no tiene ya ninguna finalidad cognitiva, no da ya ninguna información de un objeto, sino sólo del «sujeto» mismo.
En este segundo sentido, la sensación informa al «espíritu» de su «estado». Digamos que el «estado de espíritu», el «Gemützustand», es un matiz. Este matiz afecta al pensamiento mientras piensa algo. El afecto ocupa una posición sobre una gama de afectos que se extiende del placer extremo al pesar extremo, que serían como la derecha y la izquierda para el pensamiento reflexionante puro. La sensación, la aisthesis, señala dónde está el «espíritu» en la escala de tintes afectivos. Podemos decir que la sensación es ya un juicio inmediato del pensamiento sobre sí mismo. El pensamiento juzga que ella está «bien» o «mal» dada la actividad que es entonces la suya. El juicio sintetiza así el acto de pensamiento, que está en vías de cumplirse con ocasión de un objeto, con el afecto que le procura este acto. El afecto es como la resonancia interior del acto, su «reflexión».
Sigue a esta breve localización de la sensación dos características notables que se relacionan con el «sujeto» y el tiempo, ambos estéticos. La primera es que la sensación está siempre ahí. No diría que ella es permanente, sabiendo, sobre todo aplicado al sujeto, qué problema plantea en el pensamiento crítico la idea de permanencia. Volveré a ello. Por «siempre ahí» solamente entiendo que ella está ahí «cada vez» que hay un acto de pensamiento, lo que Kant llama un «conocimiento» o una «representación». El término «acto de pensamiento» no carece de dificultad. Podemos esperar disminuir ésta limitando su alcance a la noción de pensamiento actual más que activo, ocurrente más que performante: «Pues en tanto que está encerrada en un instante, in einem Augenblick enthalten, ninguna representación puede ser jamás otra cosa, niemals etwas anderes, que una unidad absoluta, als absolute Einheit (KRV A, 111-112 t.m.; 143; destacado en el texto).
Esta ocurrencia de la sensación acompaña todos los modos de pensar, cualquiera sea la naturaleza. Para retomar los términos que Kant emplea para situarlos en la «escala gradual» de representaciones (KRV; 266; 354), que se le «intuya» o que se le «conciba», que se forme una «noción» o una «idea», hay siempre sensación. La dicotomía por la que comienza esta clasificación interesa directamente a nuestra cuestión. En las representaciones «acompañadas de conciencia», ella distingue los conocimientos, «Erkenntnis (cognitio)», percepciones objetivas, y las sensaciones «Empfindung (sensatio)», percepciones «que se relacionan únicamente con el sujeto, como modificación de su estado» (ibid.). La intuición como la sensación es una representación inmediata, pero del objeto, no del «sujeto». Es entonces un «conocimiento». La sensación, a pesar de la presencia inmediata del estado del pensamiento que señala, o a causa de ella, no es el conocimiento de un sujeto. En el pasaje citado no se dice que ella está ahí cada vez que hay representación, al menos consciente. Pero veremos, en la «deducción» del «sentido común» en el parágrafo 21 de la tercera Crítica (aquí 8, 2), que tal debe ser el caso si al menos el juicio estético no debe ser reducido a una opinión particular ligada a una simple acreditación empírica (54-55; 46-48). El mismo argumento sobre la universalidad de las condiciones a priori del conocimiento en general (del pensamiento) ha sido anunciado, como se ha visto, en la Introducción (37; 28), para legitimar la pretensión del gusto a la universalidad.
Entonces, todo acto de pensamiento está acompañado de un sentimiento que señala al pensamiento su «estado». Pero este estado no es otro que el sentimiento que lo señala. Estar informado de su estado es, para el pensamiento, experimentar este estado, ser afectado. La sensación (o el sentimiento) es a la vez el estado del pensamiento y la advertencia hecha al pensamiento de su estado por este estado. Tal es la primera característica de la reflexión: la inmediatez fulgurante y la coincidencia perfecta de lo sintiente y de lo sentido, al punto que, incluso, la distinción de lo activo y de lo pasivo de este «sentir» es impropio al sentimiento, puesto que se introduciría allí el bosquejo de una objetividad y, con ella, de un conocimiento. Si puedo afirmar que se trata aquí ciertamente de reflexión, la sensación se relaciona con el único criterio de diferenciación placer/pesar (y de ningún modo verdadero/falso o justo/injusto). La facultad del alma que tiene la carga de esta diferencia es el sentimiento de placer y de pesar, al que corresponde, del lado de las facultades llamadas de conocimiento, la simple «facultad de juzgar» (42; 36). Ahora bien, en su modo puro, esta es reflexionante. La reflexión pura es, primero, la capacidad que tiene el pensamiento de ser informado inmediatamente de su estado, por este estado y sin el medio de otros criterios que el sentimiento.
En el parágrafo 9 de la tercera Crítica, Kant introduce la sensación. La cuestión es saber cómo tomamos conciencia, en el juicio del gusto, del acuerdo de las facultades (de conocimiento) que allí está en juego, si es por sensación o «intelectualmente». He aquí cómo la respuesta a esta cuestión se argumenta: «Si la representación dada, que ocasiona el juicio del juicio de gusto, fuese un concepto que unificara entendimiento o imaginación en la estimación, la Beurteilung, del objeto con vistas a un conocimiento de este, la conciencia de esta relación sería intelectual (como en el esquematismo objetivo de la facultad de juzgar del cual trata la crítica). Pero, entonces,