Sin embargo, el marxismo no fue sino el rostro epocal de un problema de fondo que a Guzmán siempre le preocupó, a saber, el peligro que representaba el materialismo, ya sea en su condición colectivista-estatista, como también en su versión individualista. Por eso es que, dado los conflictos y desafíos que enfrenta hoy nuestra sociedad, las ideas de Guzmán, expresadas y ordenadas temáticamente en esta segunda edición ampliada de Persona Sociedad y Estado, cobran plena vigencia. Pues, la izquierda, hace ya tiempo que extendió la lucha de clases a otros frentes, como son los llamados derechos reproductivos, conflictos étnicos, culturales, de género etc. Para lo cual el proyecto guzmaniano tiene un planteamiento claro al respecto. Esa claridad en su proyecto, junto con su capacidad de llevar a la práctica sus ideas y lograr que estas influyan en la sociedad, a partir de un liderazgo que logró motivar a muchas personas a participar en el servicio público y modernizar nuestra institucionalidad, convierten a Guzmán en uno de los políticos más importantes del siglo XX.
En ese sentido, a partir de la recopilación de diferentes entrevistas, columnas e intervenciones de Jaime Guzmán, esta segunda entrega, que incorpora más extractos en cada capítulo de intervenciones públicas del senador, pretende demostrar que los principios sobre los cuales se levanta su proyecto, al sustentarse en una concepción filosófica y antropológica que no renuncian a buscar una verdad moral y ontológica, implican un planteamiento que se opone exactamente al corazón de toda ideología voluntarista y del relativismo que se han diseminado en nuestra sociedad.
Persona Sociedad y Estado es un texto que, a partir de una relación directa con los escritos y apariciones públicas de Guzmán, hace posible develar los fundamentos de su pensamiento. Hemos decidido este orden, precisamente porque lo que transmite sus lecturas es que detrás de toda visión sobre el rol del Estado, o la composición, orden y desarrollo de la sociedad, existe una noción de persona que sustenta todo proyecto político.
Cuando ponemos el énfasis en la noción de persona en la que creía Guzmán, estamos implícitamente también resolviendo que el senador fue un Político de profunda intelectualidad y con una gran habilidad práctica, todo lo cual le fue útil para construir un proyecto integral, pues considera al ser humano en un sentido espiritual y material.
Los párrafos seleccionados y que recorren este trabajo develan un punto medular, como es la presencia constante de lo sustancial en el pensamiento de Guzmán. Sin esa noción profunda de persona no es posible comprender ninguno de sus más grandes proyectos. No se entiende el andamiaje doctrinal del movimiento gremial, ni el espíritu de la Constitución, así como tampoco el sentido de la fundación de la UDI. En virtud de esto, lo central en un escrutinio a la figura pública del senador, no debería estar en discutir si este era pragmático o no, pues todo político debe tener dicha habilidad. El punto es reconocer cuál era su límite al respecto, porque aquello desmitifica realmente al político que fue. En ese sentido, su ductibilidad negociadora sólo se entiende a partir de ciertos límites intransables. De hecho, él mismo afirmaba: “Hay que ser siempre sólido y firme en la defensa de los principios y hay que ser flexible en la búsqueda de las formulaciones que en cada momento sean más adecuadas para esos principios”.
La discusión contemporánea sobre distintos temas antropológicos le dan la razón respecto de lo importante que era para Guzmán evitar esa fragmentación relativista, porque del momento en que la noción de persona se de-construye, muta también la sociedad, y la acción política se desdibuja haciendo difícil -incluso a ratos errática- su tarea (como hemos venido presenciando el último tiempo).
Dicha profundidad y apego a la búsqueda de lo sustancial explica la preocupación de Guzmán por establecer equilibrios que pongan ciertos diques al poder, cuestión que es un ejercicio nada nuevo en el imaginario de las democracias liberales de Occidente. La historia le muestra a Guzmán que no basta con establecer mayorías institucionales para garantizar una recta democracia respetuosa de la dignidad de la persona. La formalidad no puede aniquilar lo sustantivo, creía. Hay un contenido que es anterior a las reglas del juego, que tiene un valor sustancial y que es garantía central para que la democracia no sea un instrumento formal al servicio de quienes desean desvirtuarla a su interés o incluso hacerla desaparecer. Ese contenido se refiere a un orden natural accesible a la razón.
En esto consiste medularmente su pensamiento. Guzmán no concibe la política, la sociedad, ni a la persona, sin reconocer a la vez esa sustancialidad que soporta su proyecto. Pues, sólo un andamiaje sociopolítico sólido podía incluso permitir una amplia discrepancia, sin menoscabar el ejercicio de la democracia. Ese es en el fondo la preocupación de Guzmán. Esa inquietud, por lo demás, ha sido compartida por varios otros intelectuales. Como Bobbio, por ejemplo, quien también al intentar delimitar el concepto de democracia, presta atención a los elementos de fondo para evitar que lo formal termine destruyendo lo sustantivo. Así, a pesar de adoptar Bobbio lo que llama una “definición mínima de democracia”, defiende la idea de que para alcanzarla no es suficiente reconocer el derecho de participar en las decisiones colectivas a un número alto de ciudadanos y tampoco que haya reglas procesales como la de la mayoría, sino que se necesita algo más.
Esa sustancialidad de la que hemos hablado y que hemos advertido a través del estudio de sus escritos está absolutamente vigente. Porque después de la caída del muro, la derecha chilena mostró sus diferencias respecto de varios puntos claves que hoy mismo son parte de los distintos debates (podemos mencionar desde la concepción de libertad hasta el modo en que hoy nos comprendemos los seres humanos). Desde esa perspectiva, esa sociedad líquida y esa clase política fragmentada podrían perfectamente dialogar con el pensamiento de Guzmán que se muestra en este trabajo recopilador, que lo hace hablar a él directamente.
Ahora bien, para Guzmán, aquella sustancialidad cognoscible posibilita también develar la naturaleza y el fin del Estado, porque la inmutabilidad de la naturaleza del ser humano es, a juicio de Guzmán, la que define el carácter del Estado y nos lleva a comprender su rol subsidiario. Pero además, su fin -el bien común- exige, en palabras del propio Guzmán: “considerar a cada ser humano como el eje y destinatario de la convivencia organizada, el reconocer también a la familia como núcleo fundamental de la sociedad, y a los cuerpos intermedios a través de los cuales las personas buscan satisfacer diversos fines parciales de su existencia, como entes dotados de autonomía para perseguir sus propios objetivos específicos”.
Esta misma naturaleza de la persona expresada en los artículos seleccionados contribuye a comprender a lo largo de este trabajo el acercamiento de Guzmán a una idea (otra vez sustancial) de libertad vinculada a la responsabilidad y a un orden moral objetivo. Y es que, para el senador, aun cuando se debe fomentar que todos los individuos o asociaciones que integran la sociedad puedan alcanzar su propio fin personal en la mayor medida de lo posible, hay algo común en la vida en sociedad. Es decir, a pesar de la multiplicidad de fines individuales y grupales, existe un sentido unitario en la sociedad que debe ser reconocido por el Estado.
Guzmán entonces entiende la libertad como una propiedad de la persona que le permite alcanzar el logro de su realización como individuo y, en conjunto con la justicia, en sus relaciones sociales. Hay al respecto un esfuerzo en sus distintos escritos por transmitir que lo que puede escoger la persona son medios y no su fin, pues este ya estaría dado. Aquella concepción es una postura referencial del conservadurismo que, por tanto, no puede ser indiferente al momento de discutir hoy sobre los límites de la autonomía expresados en los distintos proyectos políticos.
Del mismo modo, este trabajo devela que Guzmán considera que de la libertad personal se desprende la libertad política como elemento clave para la existencia del pluralismo y, por lo mismo, para que un sistema democrático pueda funcionar de modo efectivo. No obstante, Guzmán es claro en señalar que aparte de la libertad política debe además existir libertad económica. Pues, la libertad económica es parte sustantiva de la libertad personal y constituye uno de los pilares fundamentales de una sociedad libre. Sin libertad económica extendida y consolidada no