Así explicado resulta tan simple y parece que no es nada y no nos lleva a nada.
Pero ni es tan simple ni tan complicado, y no nos lleva a la nada o sí nos lleva a la nada misma, logrando, paso a paso, sentir una sensación de paz interior, liviandad, y alegría inesperada.
Para mí la meditación fue el salvavidas, fue como estar en el mar, nadando entre las olas y de golpe tener un cansancio que no te deja moverte, sentir que ya no puedes, que quieres llegar a la playa y cada vez te vas metiendo más profundo, y cuando ya sientes terror y pánico porque te vas alejando y no tienes más fuerzas aparece un salvavidas, te metes dentro, descansas, respiras, y te dejas llevar por las olas a la costa, sin ningún esfuerzo, con toda la liviandad del susto y de la felicidad de volver a empezar y la seguridad de que estás a salvo, que nada pasó y sin embargo pasó todo.
La meditación siempre debería ir acompañada de una reflexión, de una visión, de una intención.
La intención siembra la atención cosecha..
Pero tenemos que tener muy claras nuestras intenciones, tan claras como que cuando logramos lo que tanto deseamos, no nos demos cuenta en ese momento de que no era exactamente lo que queríamos.
Es por ello por lo que es tan importante reflexionar, pero no sobre nuestros deseos solamente, sino sobre cada cosa en particular, reflexionar sobre cada acción que cometemos, reflexionar sobre nuestros dichos, reflexionar sobre nuestra forma de vida, reflexionar sobre la vida misma.
Debes encontrar primero un lugar, donde no seas interrumpido, ponerte en una posición cómoda, sentado, recostado, acostado, pero fundamentalmente sentirte plácido.
Luego relajar desde la cara, la mandíbula, los hombros, los brazos, la espalda, el estómago, las piernas, piensa y visualiza algo que te dé paz, cierra lentamente los ojos, y concéntrate en forma natural, cómo ingresa el aire en tus pulmones y cómo exhalas, en el ruido de tu respiración, hazlo al menos por diez minutos, y seguramente al principio te puede distraer algún pensamiento, ignóralo, y continúa. Así comienzas. Es el principio, son apenas unos minutos. Pero este ejercicio de meditación, solito, así respirando te hará saber la bondad de esta práctica. LA MEDITACIÓN.
Reflexionar
Nuestro cuerpo es lo más importante que tenemos, y por ende debemos cuidarlo, tanto o más, de lo que él nos cuida a nosotros.
El cuerpo habla, cada dolor, cada señal debemos escucharla, e interpretarla.
Y cumplir su deseo. Si tenemos apetito, debemos alimentarnos. Si tenemos sed beber. Si tenemos sueño, dormir. Algo tan obvio, pero que el ajetreo de la vida diaria, de la búsqueda del tesoro, el trabajo extenso, el devenir, hace que no cumplamos los deseos básicos de nuestro cuerpo y extendamos la necesidad o la engañemos, apetito, un caramelo, y seguimos, tomar algo rápido, y algún energizante que quite el sueño, y como estamos tan presurosos buscando el éxito o simplemente cumpliendo funciones para tener un sustento, debemos ingerir algún somnífero porque nos cuesta dormirnos, ya que cuando nuestro cuerpo nos solicitó dormir no lo hicimos, nos pasamos y luego queremos descansar y no podemos.
Ni hablar cuando el cuerpo avisó, y como no le hicimos caso, se enferma, ¿y cómo hacemos? Las obligaciones no nos permiten ESE LUJO, de enfermarnos, entonces rápidamente tomamos algún medicamento que el farmacéutico amigo nos recomienda y continuamos en la vorágine diaria.
Hasta que surgen complicaciones severas, que borran con todo, una enfermedad terminal, un ataque cardíaco, un ACV, etc.
Y sin darnos cuenta descuidamos nuestro tesoro más preciado, que nos alberga, nuestro cuerpo humano.
Cada pensamiento que tenemos tiene una carga emotiva, lo importante de esa carga no es su significado real o aparente, sino la serie de circuitos que se activan en todo nuestro cuerpo por orden del cerebro, es por esto por lo que debemos comenzar a cuidarnos nosotros mismos justamente de nosotros mismos.
He aquí la importancia de la meditación, y con ella la reflexión.
Antes de meditar, debemos poner en claro quiénes somos. Ponernos al desnudo ante nosotros mismos, y aceptarnos con amor, valorando nuestro ser más que nada en el universo.
Todas las mochilas del pasado, aquello por lo que transitamos e instauró dolor, desdicha,
Una infancia, atormentada, falta de cariño y cuidados, quizá hemos pasado hambre, desidia, guerras, tormentos, violaciones, malos tratos, y las peores cosas que puedas imaginar, y probablemente en nuestra adolescencia, pudimos ser afectados por burlas, o desprecios, también, tal vez se ha padecido de la pérdida de seres muy queridos, o ser abandonados por las personas que más amamos, ESO ES LA VIDA, de lo peor, a lo menos desdichado, pero eso es PASADO y pesado, y de nada sirve lamentarnos, lo que sí es útil es agradecer.
SÍ, aunque parezca odioso, aunque suene imprudente, de cada situación que hemos vivido en el pasado, ese hecho nos ha dejado una herida, pues la misma herida nos hizo más fuertes, y debes coserla con un hilo de oro, hoy es otra vida, es lo único que tenemos y podemos ver a ese niño o niña, a ese adolescente, y a este adulto, como un jarrón roto en mil pedazos pero enmendado en oro, y ese jarrón es el más bello jarrón, el más brillante, el más codiciado, el más valioso de todos los jarrones.
Tu vida es hoy, y así como analizamos nuestros pensamientos, debemos recurrir a una introspección real para sanar esos rencores, culpas, remordimientos, pesadillas que acechan nuestro presente, y perdonarnos y perdonar, para poder reflexionar de la gran abundancia que nos brinda todos los días el universo, y comenzar a vivir plenamente, de a poco, de un paso a la vez, pero está todo en nuestra resolución de sanarnos y comenzar de nuevo livianos, sin carga, con amor.
Qué es el ego
El ego es esa vocecita mental que nos recuerda constantemente qué pasos seguir para estar seguros, esto sí, esto no. El ego nos hace sentir culpables, o inferiores, o resentidos.
El ego se guía por los recuerdos del pasado y las creencias limitantes que tenemos desde que comenzamos a integrarnos al mundo.
Pero todas las emociones espirituales, como el agradecimiento, el amor, el perdón, la compasión, la resiliencia, la ecuanimidad, desplazan al ego.
Seguramente estarás pensando: ¿qué tengo yo que agradecer?
Pues, comencemos, cuando despiertas por la mañana y abres los ojos, respiras y estás vivo, todas las partes de tu cuerpo responden correctamente, tienes muchísimo por agradecer, a los que aquejan de alguna discapacidad también porque pueden hacer, porque están vivos.
¿Puedes mirar una puesta de sol? ¿Puedes ver con los ojos y con toda tu alma esos árboles frondosos, con esos colores maravillosos que te regala la naturaleza y que por si fuera poco te dan oxígeno, puedes escuchar cómo cantan los pájaros y prestar atención a ese sonido primordial?, ¿puedes levantarte y pegarte un baño, y sentir la caricia del agua en tu cuerpo?, ¿puedes desayunar y concentrarte en que estás cuidándote y alimentando tu templo sagrado? ¿Vas hacia el trabajo? ¿Tienes uno?, ojalá sea de algo que te agrade, que te llene el alma pero, si no lo es, es lo que tienes hoy y te ayuda para tu sustento. ¿Tienes un refugio, un lugar donde habitas? ¿No duermes bajo un puente? ¿Tienes al menos una persona que te ha saludado y sonreído? ¿O que se preocupe por ti, si te sucediera algo? ¿Tienes una mascota? Si la tienes es el ejemplo vivo del agradecimiento, obsérvala, cómo se desvive de alegría al verte, cómo te agradece que la alimentes, que la pasees, que la acaricies.
Al igual que una mascota, tú agradece al universo por todo lo simple e indispensable que te conté antes. Y seguramente tu lista debe ser muchísimo más amplia, cosas que agradecer, todos los días escribe una más e irás recordando, cuántas gracias debes dar, pero sentidas, acéptalas, siéntelas, agradece y vendrá más.
Cuenta todas tus bendiciones. Te hará sentir enorme, y lleno de gratitud.
Amor