Cómo construir matrimonios felices. Mario Pereyra. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Mario Pereyra
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9789877019575
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¿Cómo hacer en la violencia-castigo de las relaciones complementarias? Es más difícil, por la resistencia a la intervención externa del agresor. Cuando la víctima pide ayuda, hay que orientarla para que pueda asumir comportamientos simétricos, no aceptar la violencia, reforzando su posición con el respaldo de redes de apoyo dentro de la familia, del contexto social, o hasta del sistema judicial o policial. Muchas veces, la presencia de algún familiar, vecino o amigo basta para neutralizar la aparición de comportamientos violentos. De modo que se hace necesario instruir a la víctima para que no entre en situaciones de riesgo de confrontación sin la presencia de quienes puedan ayudarla a contrarrestar el peligro.

      Cuadro 2 - Estilos relacionales simétricos y complementarios

Relaciones simétricasRelaciones de igualdad basadas en la reciprocidad.Lo sano es la simetría positiva y flexible.Lo disfuncional es la escalada simétrica negativa.La violencia es “agresión” mutua, abierta y con culpa.Lo conveniente es introducir cierta complementariedad.Relaciones complementariasRelaciones de diferencias, en que uno complementa al otro.Lo sano es la complementariedad flexible.Lo disfuncional es la complementariedad rígida.La violencia es “castigo” a la víctima, oculta y sin culpa.Lo conveniente es introducir cierta simetría en la relación.

       El circuito de la violencia

       Etapas

      1 Dependencia mutua. El punto de partida es una relación caracterizada por una fuerte ligazón emocional, que prácticamente excluye a otras personas y relaciones, con intensa dependencia.

      2 Acontecimiento disruptor. En determinado momento, algo rompe la paz. La víctima hace algo que el abusador considerada molesto o irritante, aunque sea algo insignificante, que dispara progresivamente la violencia.

      3 Intercambios de coacciones. Las confrontaciones avanzan entre amenazas y enojos del abusador, que son rechazados por la víctima, lo cual acrecienta la ira del violento.

      4 Último recurso. El espiral de hostilidades llega a un punto crítico cuando el violento juzga la situación como insostenible, lanzando un ultimátum: “La próxima vez que hagas... entonces vas a ver lo que te pasa”.

      5 Irrupción de furia. Entonces ocurre lo previsible: el violento se descontrola totalmente, rompe objetos, golpea, da puñetazos, toma algún objeto hiriente, sin medir sus actos; así es la furia. Los agresores pierden los estribos y son movidos por la ira, haciendo cosas que después olvidan por lo enceguecidos que estaban.

      6 Refuerzo de la agresión. Ante tal violencia, la víctima cesa en sus reacciones y provocaciones, por temor y por defensa de su integridad, sometiéndose y echándose la culpa para apaciguar al maltratador, lo cual es interpretado por este como “La violencia funciona”; “Si no le pego, no entiende”; es decir, como un reforzador que impone la idea de la conveniencia de la violencia y la posibilidad de repetirla.

      7 Fase de arrepentimiento. Después de la crisis, los protagonistas quedan muy afligidos por lo ocurrido. Puede ser que la víctima haya quedado malherida y necesitada de atención médica. El iracundo, al calmarse, se da cuenta de que “se me fue la mano”. Entonces, dolorido, pide perdón y promete que nunca más volverá a hacerlo.

      8 Perdón de la víctima. Ya sea que la víctima se sienta conmovida por el pedido de perdón, que crea en su arrepentimiento o porque se da cuenta de que no tiene otra alternativa, por no poder separarse o por alguna otra razón, le concede el perdón, cerrando el capítulo y concluyendo en no hablar más del asunto.

      9 Fin de la disputa. El perdón y la reconciliación son como “dar vuelta la hoja”, un “aquí no pasó nada”, “sigamos adelante”, poniendo fin al suceso, sin extraer medidas que lleven a impedir episodios similares. A veces, en esos momentos de reconciliación los contendientes se brindan mutuas satisfacciones para celebrar el reencuentro; las parejas suelen tener una “luna de miel” para olvidar la de hiel.

      El círculo de la violencia predice que después de un período de paz se reanudará la secuencia de los pasos anteriores.

       Hacia una sana convivencia

      ¿Es posible convivir en armonía y con dicha después de una historia de abusos y crueldades? Sofía, una joven señora de treinta años, no pudo tolerar más los golpes de su esposo. A pesar del cariño que sentía por él, compren­dió que era enfermizo sostener una relación así y decidió ponerle fin, por lo que inició la separación. Ahora vive con su hija, y mantiene una relación amistosa y pacífica con su ex esposo.

      Otra historia es la de José y Mabel, quie­nes después del último episodio terrible de violencia se dieron cuenta de que el problema los superaba, y decidieron buscar ayuda. En la terapia de pareja, descubrieron al­gunos motivos que alimentaban la hostilidad recíproca y asumieron el desafío de superarlos. Todavía tienen algunos roces y disgustos, pero han hecho avances notables. Aprendieron a distinguir las señales que anunciaban los estallidos de violencia, y tomaron algunas precauciones que los ayudaron a evitarlos. Además, empezaron a cultivar el diálogo en la resolución de problemas; por ejemplo, a dis­cutir cómo manejar ciertas situaciones que les planteaba Raquel, la hija adolescente, con sus salidas y regresos en la madrugada. Encontraron fórmulas de acuerdo que los unió como pareja, y que ayudó a la hija a tener parámetros más claros en su comportamiento.

      Quizá, como en el caso de Sofía, la actitud más sana sea la separación, y poner una distancia protectora entre el agresor y la víctima. Especialmente, esa con­ducta está prescrita cuando el vínculo está muy sobrecargado de experiencias traumáticas que han construido una historia que ha matado el afecto. Pero, también es cierto que en muchas ocasiones el amor puede triunfar sobre el mal. Cuando persiste el cariño y la voluntad de sostener la convivencia más allá de los episodios de violencia, es posible encontrar un camino de concordia, paz y restauración. Entonces, habrá que escribir una nueva historia, realizar el duro aprendizaje de la convivencia sana y respetuosa, que reconozca los límites y los derechos del otro. Es difícil, pero no imposible. Probablemente se requerirá la ayuda externa. Pero debe ser bienvenido todo aquello que propenda a la reconciliación y a los intercambios felices.

      Gráfico 2 – El círculo de la violencia

      Es de destacar que hay programas que enseñan a encontrar las claves de una adecuada convivencia familiar. Un proyecto muy interesante es el dirigido por el Grupo Bert Hellinger, basado en el desarrollo de catorce valores. Los valores que ellos proponen para alcanzar el ideal de una sana convivencia familiar son: la actitud hacia el cambio; el respeto por la diferencia; confianza; solidaridad; manejo de conflictos y negociación; trabajo en equipo; responsabilidad social; autoestima; habilidades sociales; toma de decisiones; sinceridad; honestidad; autocontrol; y actitud de servicio. Estamos persuadidos de que desarrollar estos valores y actitudes como comportamientos positivos puede ayudar al manejo de los conflictos en forma pacífica e incrementar el bienestar conyugal y familiar.

      12 Oficina de Violencia Doméstica, “Estadísticas primer trimestre 2017”, documento del 21/06/2017. Recuperado el 1º