La controversia del yo
Consecuencias éticas: la compasión y las raíces morales del hombre
Ciencias humanas y ciencias naturales ¿un dilema?
Ciencia y mística
Artículos y Catálogos
Catálogos
Agradecimientos
Esta obra es algo que yo me debía a mí misma. He disfrutado enormemente de estos años de trabajo, gracias también a todas aquellas personas con las que he podido hablar sobre mis preguntas; muy especialmente a Juan Antonio Hernández,1 que colabora conmigo en este ensayo, así como a los profesores de física Alfredo Tiemblo (CSIC, Madrid) y Hans-Peter Dürr (Max-Planck-Institut-München), que tanto me han enseñado de este mundo tan hermoso, que era para mí tan desconocido, les agradezco su paciencia y su tiempo; a Jorge Muñoz,2 que guió mis primeros pasos de un conocimiento no filosófico del hombre.
Agradezco también su apoyo a todos mis amigos, porque, por lo menos en mi caso, sólo la amistad hace posible el pensamiento, y en especial a Marta González Orbegozo, a Tatiana Aguilar-Álvarez. Agradezco también enormemente los fructíferos diálogos de la Asociación Española de Poiética. Y cómo no, estoy así mismo en deuda con todos aquellos amigos que me han ayudado a corregir este trabajo, aportando su punto de vista y prestándome sus ojos para mirarlo de nuevo: Tatiana Aguilar-Álvarez Bay, Marta González, Carmen Segura Peraita, Mercedes Gigosos, Violeta Álvarez, Gonzalo Ramírez de Haro. Gracias a todos ellos este trabajo ha desembocado en un fructífero diálogo a muchos niveles. Agradezco también a Hiltrud Stegmann su ayuda con los textos alemanes.
También quiero recordar en estos agradecimientos a aquellas personas de la Universidad Rey Juan Carlos que me han apoyado y han hecho posible que este trabajo llegase a buen puerto, muy especialmente al departamento de informática y al de préstamo Interbibliotecario (Roberto Negral) por su eficacia y su profesionalidad. También estoy en deuda con mis alumnos de la asignatura de Ética, algunos especialmente, porque con su entusiasmo y su activa participación me han ayudado, y obligado, a pensar con claridad, a ver lagunas, a descubrir, intentando explicar, mil detalles, a veces muy importantes, que me habían pasado desapercibidos, y porque con su gratitud me animan a seguir.
Así mismo agradezco a la editorial Bonilla Artigas y muy especialmente a Juan Benito Artigas el acoger este trabajo y abrirle la puerta de ese país tan querido que es para mí México.
1) Juan Antonio Hernández Tamames es doctor en CC. Físicas y profesor titular de Tecnología Electrónica de la Universidad Rey Juan Carlos. Actualmente se dedica a la investigación en los campos de la neuroimagen con resonancia magnética y tomografía por emisión de positrones. Ha sido galardonado con el premio Rafael Hervada por sus trabajos en ingeniería biomédica.
2) Jorge Muñoz Ruata, es doctor en medicina (psiquiatría), profesor de psicopatología e intervención psicopedagógica en deficiencia mental en el Centro Universitario Villanueva (adscrito a la UCM), y jefe de servicios de diagnóstico y rehabilitación de la fundación PROMIVA.
Vacío es el argumento de aquel filósofo que no permite curar ningún sufrimiento humano. Pues de la misma manera que de nada sirve un arte médico que no erradique la enfermedad de los cuerpos, tampoco hay utilidad ninguna en la filosofía, si no erradica el sufrimiento del alma.
Epicuro
En todo filosofar hasta hoy no se trataba en absoluto de la verdad, sino de algo distinto, digamos de la salud, del futuro, del crecimiento, del poder, de la vida.
F. Nietzsche, Morgenro
¿De qué os sirve saber, si lo que sabéis no tiene consecuencias? Nada debe considerarse bueno, parezca lo que parezca, si no ayuda.
Bertold Brecht, Santa Juana de los Mataderos
Prólogo
A diferencia de una novela, aquí no se trata de tener al lector en vilo, sino de establecer un diálogo con él. Por esa razón, las páginas introductorias de un trabajo de investigación ofrecen habitualmente las claves interpretativas que facilitan su lectura. Eso es lo que me propongo a continuación, ahorrando al lector cualquier tipo de suspenso. Intentaré exponer brevemente qué me propongo, desde qué perspectiva lo presento y qué entiendo bajo los conceptos que utilizo. En esta obra me propongo algo que no es fácil de llevar a cabo: presentar un tema para especialistas accesible a todos.
En primer lugar, es importante señalar las pasiones que mueven este libro, porque la vida intelectual, como toda vida verdadera, se explica desde aquellas necesidades más profundas de nuestro ánimo. En este caso, la primera es la que mueve cualquier investigación que lo sea realmente: la necesidad de comprender.
Una vez me dijeron que un intelectual es aquel que necesita entender para actuar. Tal vez sea eso cierto y un verdadero intelectual no sea otra cosa que alguien con más dificultades que otros para moverse en la oscuridad. Yo añadiría incluso, que un intelectual es aquel que necesita entender para vivir. Así lo creía Sócrates, quien llegó a la conclusión de que no sabía nada; porque el verdadero intelectual es aquel que es consciente de sus carencias y, por esta razón, el sabio es el que sabe que no sabe nada.
Pero no sólo los intelectuales tienen este problema. En nuestra cultura hay mucha gente a la que le cuesta terriblemente tomar decisiones, y le cuesta, justamente, porque no entiende. María Zambrano los llama “perplejos”. Son personas a las que las soluciones y los modelos prefabricados que les proporcionan sus respectivas culturas y tradiciones; o simplemente su vida anterior y su educación, ya no les basta, ni les convence; sin embargo, tampoco han encontrado una solución personal, una imagen propia de las cosas. Por eso “no afrontan el riesgo de la vida, el peligro de decir sí o no, no cambian nada. Esta situación les inmoviliza, y su vida se convierte en dispersión y confusión, es una vida en quietud pantanosa”.1
La lucha por encontrar un lugar en el mundo o una forma propia de vida, no es algo que ataña sólo a los intelectuales, nos afecta a todos, y para todos es una lucha ardua, pero inevitable. En ese camino, seamos o no conscientes de ello, se llega a un punto en el que necesariamente nos sucede como a Sócrates: ya no sabemos nada o, dicho de otro modo, ya no entendemos nada. Éste es un paso importante, llega un momento, en el desarrollo del espíritu, en el que para aprender es necesario estar dispuesto a “desaprender”, a vaciarnos la cabeza de nuestras ideas de siempre para poder ver realmente. Hay que estar dispuesto a volver a empezar. Y esta nueva forma de aprendizaje es tan difícil, o más, que el “llenarnos de conocimientos”. En mi opinión, ese es el verdadero camino de cualquier persona que decide llevar las riendas de su vida, es un punto de inflexión ineludible en el camino de todo “buscador” y tiene un carácter moral.
Mi propia lucha por entender, que refleja este libro, se mueve en primer lugar desde el profundo convencimiento de que la ética no es algo así como un acuerdo necesario para la convivencia pacífica, sino algo tan profundamente humano como el pensar o el sentir; la ética tiene que ver, en primer lugar, con uno mismo, con nuestro desarrollo personal y, sólo como consecuencia, con la convivencia. La ética, si es de verdad, es el reflejo de ese esfuerzo personal por comprender y crecer, es la búsqueda de nosotros mismos y de un estado de plenitud, que sólo es posible a partir de una idea de quién somos y de quién queremos ser, por muy vaga que ésta sea. Estamos hablando de la búsqueda de un vivir consciente.
La vida necesita del pensamiento,